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El trágico derrumbe del Jet Set ha conmocionado a la sociedad dominicana e impactado a la sociedad mundial. Algo terrible, doloroso, desgarrador: muchas muertes, valiosas pérdidas, numerosos sufrimientos… incontables motivos para duelos y lágrimas.
Así lo asumimos, sin dejar de estimular reflexiones imprescindibles, si deseamos que esta sociedad y su valiente pueblo salgan del atolladero en el que los ha sumido una clase dominante-gobernante insensible e hipócrita, con su cadena de gobiernos e instituciones irresponsables.
Ciertamente el reciente desplome del techo de la discoteca Jet Set sobre centenares de clientes, durante una presentación del reconocido y admirado merenguero Rubby Pérez, ha sido la tragedia de este tipo que más vidas ha cobrado a la sociedad dominicana: hasta el momento 223 fallecidos y más de 260 heridos.
Es, además, la más dramática de las tragedias de los últimos años y hay que llorarla con el corazón en la mano, pero no basta con eso.
Hay que ir más allá y reflexionar sobre las causas y responsabilidades en ella y en otras que le precedieron y en las que nada se hizo por establecer y sancionar responsabilidades.
Recordemos que esa misma discoteca sufrió un incendio el 25 de julio del 2023 y que tuvieron lugar otras tragedias en el pasado reciente que pasaron sin las respuestas necesarias para cortar la cadena.
¿Cuáles son las causas de esos hechos y dónde las responsabilidades?
¿Qué se contrató y qué se hizo? ¿Se le dio mantenimiento? ¿Quiénes inspeccionaron y fiscalizaron esas construcciones e instalaciones? ¿Cuál ha sido el comportamiento de las instituciones correspondientes del Estado y de la propia empresa?
Expertos nacionales e internacionales son designados y luego no pasa nada. Al parecer, prima el afán desmedido de lucro de propietarios y contratistas por encima de la vida y la seguridad de la gente.
Los usuarios son clientes, no personas, en el contexto de un sistema capitalista en el que el Estado y sucesivos gobiernos son manipulados para proteger intereses y gestiones privadas plagadas de ventajismos, tráfico de influencias y otras formas de corrupción.
La impunidad recurrente estimula esa mala conducta, que incluye hasta no invertir para reparar fallas acumuladas, corriendo el riesgo de catástrofes de esas magnitudes.
Y si en un caso tan grave como el de Jet Set no se va a la raíz de la tragedia, pueden estar seguros/as de que pronto dejará de ser la «tragedia del siglo», porque será superada por otra de mayor magnitud.
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