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Pienso que la existencia es tan fascinante porque tiene un final. Así lo afirmó Mario Vargas Llosa, cuando aún le quedaban seis años por delante, y muchas páginas por escribir.
Es probable que nada quede igual en la literatura contemporánea tras su partida. Fue el último en cerrar el capítulo excepcional de un grupo de novelistas, pensadores y ensayistas latinoamericanos que conquistaron el mundo.
¡Qué tristeza, pero también fe y paz al mismo tiempo, porque Mario Vargas Llosa solo quería ser recordado como “escritor”: no se trata de un punto final sino del inicio de la inmortalidad.
Se puede leer: ¿Quién era Mario Vargas Llosa, contado por él mismo?
Después de premios siempre cimeros, el Premio Nobel casi tardío en 2010, escribió una obra increíblemente extensa, variada, valiosa, de páginas incontables, no solamente novelas famosas, sino ensayos y artículos: una información completa ya está ampliamente difundida en todos los medios. Más sorprendente es que Mario Vargas Llosa siguió escribiendo a mano y diariamente, sin pausa y hasta el final. Fue una disciplina personal absoluta.
Solían decir que la República Dominicana era su tercer país, y de hecho lo fue, ya que el Presidente Abinader le otorgó la nacionalidad dominicana, y cuán feliz se sentía.
En 1974, fue su primera y larga estadía, ¡por una película sacada de una novela suya, que luego con razón quiso olvidar! Hasta años muy recientes, volvía siempre, multiplicando los amigos.
Los últimos honores conferidos aquí fueron, aparte de la ciudadanía, el máximo reconocimiento de nuestra Feria Internacional del Libro, y en esta misma Feria y el Museo del Hombre Dominicano, una extraordinaria exposición homenaje, “Mario Vargas Llosa, la Libertad y la Vida”, entre paneles, objetos y documentos, fotografías, libros y soportes de textos.
Tratándose de un novelista, dramaturgo y ensayista, principal en el mundo, apasionado o incluso obsesionado por la escritura, prácticamente desde que supo leer, se podría haber pensado que el título de la exposición incluiría la literatura a manera de una definición plural y sobresaliente.
Ahora bien, proponer “la vida” en realidad corresponde a valores que necesariamente se refieren a Mario Vargas Llosa como escritor. En cuanto a “la libertad”, él jamás aceptó que la traicionaran o la destruyeran cualquier poder, cualquier ideología filosófica, política o religiosa, ascesis que llevó también al ámbito periodístico, ¡no siempre lo aceptaron o comprendieron!
Por supuesto, la vida en sí de Mario Vargas Llosa, además de los libros infinitos entre lectura y fruición, de la profusión y excelencia literaria, encerró una riqueza increíble: los estudios, la familia, el amor, las amistades, los viajes, las estancias, las fuentes de inspiración, incluso la desventura política -tal vez una gran ilusión perdida-.
En nuestra presencia, le dijo a Rafael Herrera, director del Listín Diario, que comprometerse políticamente era un error de Gabriel García Márquez, ¡pero los cambios matizan la vida!
Mario Vargas Llosa sentía una gran amistad por mi esposo, el doctor Mario Tolentino Dipp, uno de los primeros amigos dominicanos, y, en tal vez su última gran entrevista, habló incluso emotivamente al respecto.
Nos permitirán evocar un hermoso recuerdo. Cenando en el restaurante Vesuvio, Mario Vargas Llosa, su esposa Patricia, mi esposo y yo, la conversación llegó a la dictadura de Trujillo y la monstruosidad del Jefe. El escritor expresó su sorpresa de que no se hubiera escrito una novela sobre el tema… Mi esposo le contó los horrores cometidos con las hermanas Mirabal, de las niñas amenazadas de “seducción”, de padres capaces de entregarlas. Allí, se concibió “La Fiesta del Chivo”, una de sus obras incomparables, y el capítulo final de Urania barbaramente violada, se puso recientemente en escena en una versión teatral, protagonizada magistralmente por Augusto Feria.
En su particular afición por la cultura dominicana, no faltaba la admiración de Mario Vargas Llosa por su arte, por su pintura, desde su visita a exposiciones hasta la sorpresa que él nos manifestó porque Iván Tovar había partido a San Juan de Compostela.
Insigne intelectual, humanista y escritor, amigo de la República Dominicana, hasta ser dominicano él mismo, no olvidamos que Mario Vargas Llosa expresó: “No trabajo para la muerte, trabajo para la vida. ¡Nada es más triste que sentirse muerto en vida!”
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