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Encrucijadas y desafíos para la OEA

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No es un secreto su permanente crisis financiera y la alta dependencia de los fondos provenientes de Washington, lo que hace vulnerable al secretario general.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Es esencial sostener como principio la salvaguarda de la democracia y el estado de derecho en los países miembros, pero en el camino existen diversos obstáculos internos y externos que las nuevas autoridades de la OEA deberán abordar.

Desde su fundación en 1948 (en Bogotá, Colombia), la Organización de Estados Americanos (OEA) surge como un esfuerzo multilateral para contribuir al bienestar democrático de los pueblos de las Américas, con importantes atribuciones, que llegan al punto de hablar de mantener la paz en el hemisferio, entre otros de sus propósitos.

Sin embargo, a inicios del siglo XXI, la OEA dio un paso trascendental ante la evidente necesidad de defender y promover la democracia, con sus principios y valores. Los 34 países miembros suscribieron la “Carta Democrática Interamericana”, un valioso tratado que posiciona al organismo como firme defensor de este sistema político, con apertura hacia las distintas corrientes ideológicas.

Esto implica que puede haber gobiernos conservadores, moderados o de izquierda, siempre que se respete la democracia y cada uno de sus principios, como son la elección libre y transparente de sus autoridades, la alternancia en el poder, el respeto al estado de Derecho y los derechos fundamentales de las personas, entre otros.

Si bien la Organización ha tenido momentos sombríos, también es cierto que ha contribuido de diversas maneras en medio de crisis en varios países latinoamericanos. No se debe olvidar que desde 1969 se creó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), crucial en la defensa de las libertades ciudadanas, principalmente cuando los gobiernos abusan y se tornan autoritarios e intolerantes.

En las postrimerías del siglo XX se establece la Relatoría de Libertad de Expresión, convertida hoy en día en un pilar clave para la defensa de la libertad de prensa y el derecho de los pueblos a recibir información y expresarse libremente.

La OEA también desempeñó un papel importante en los procesos de transición de los regímenes militares hacia la democracia. Recientemente ha denunciado las elecciones fraudulentas de Nicaragua y Venezuela, mientras que en el caso de Guatemala salió en defensa de la voluntad popular expresada en las urnas a favor del entonces candidato Bernardo Arévalo, mientras la justicia del país intentaba un virtual “golpe de estado judicial”, para mantener un sistema de corrupción e impunidad.

Existen muchos logros, aunque, también hay que decirlo, ha tenido momentos y periodos difíciles, en los que poco o nada ha podido hacer para cambiar una realidad cruel y evidente. Haití es un ejemplo, así como también lo son Venezuela, Nicaragua y Cuba, repúblicas transformadas en dictaduras inexpugnables que se resisten a convivir bajo los lineamientos de la democracia.

El nuevo secretario general de la OEA, el surinamés Albert Ramdin, tendrá que enfrentar grandes retos, aunque su elección por aclamación sugiere que cuenta con el pleno apoyo de todos sus miembros. Cabe recordar que su candidatura alcanzó tal respaldo que sus oponentes abandonaron una carrera evidentemente perdida.

Ramdin se encuentra con un continente y una organización con problemas por doquier: las dictaduras mencionadas, complejos escenarios políticos en Bolivia, Perú, Ecuador y Guatemala; Haití con su crisis constante y profunda; el diferendo entre Venezuela y Guyana; la libertad de expresión enfrenta graves peligros y un retroceso en muchos países; y el avance del autoritarismo en Estados Unidos y El Salvador, por lo menos.

Hay problemáticas que hasta ahora no han sido atendidas, como el tema migratorio, tan vigente en la actualidad y que afecta tanto a Estados Unidos como a los países vecinos de Venezuela y Haití.

¿Y qué decir de los problemas “internos” de la OEA? No es un secreto su permanente crisis financiera y la alta dependencia de los fondos provenientes de Washington, lo que hace vulnerable al secretario general. Por algo, Luis Almagro era señalado como “servidor” de Estados Unidos, un país que hace valer su peso financiero imponiendo algunas de sus políticas hacia la región.

Esta situación podría agravarse con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, porque, como se ha evidenciado en los primeros meses de su mandato, tiene más reclamos hacia sus aliados que políticas de “buena vecindad”, ya que pretende que el mundo gire en torno a sus poderosos mandatos y deseos, so pena de perder su “bendición”.

Existen informes, encuestas y estudios que señalan el debilitamiento de la democracia en el continente, lo que plantea la necesidad imperiosa de que la OEA no ceda en su función primordial de defenderla a cualquier precio.

No es momento de bajar la guardia y, por el contrario, es de esperar que se fortalezcan los mecanismos para defender el actuar y pensar democrático. Los retos y problemas son normales en cualquier organización, institución o gobierno y, podemos afirmar, existen y se presentan para ser afrontados y resueltos. Comienza un nuevo periodo de la OEA. El continente necesita que sea de firmeza y determinación en favor de la democracia, las libertades y los pueblos.

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