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En el escenario, ante las multitudes e incluso en las entrevistas, no faltaban nunca las gafas y las bufandas, que cambiaban de color, combinando con su atuendo. Más que una elección estética, formaban parte de su identidad.
En su finca, donde disfrutaba de la paz del campo y compartía con sus animales — especialmente con su burro Ignacio, su gran amigo –, Rubby conservaba otro de sus símbolos: el sombrero blanco. Un accesorio que lo acompañaba hasta en los momentos más privados.
Ese mismo sombrero fue parte de su despedida. Durante el homenaje en el Teatro Nacional Eduardo Brito, el féretro contenía no solo el cuerpo de “la voz más alta del merengue”, sino también su esencia. Cubierto por las banderas de República Dominicana y Venezuela, descansaban sobre él sus lentes y su icónico sombrero blanco, haciéndonos recordar que el artista se fue, pero el ícono perdura.
Rubby Pérez falleció trágicamente la madrugada del martes 8 de abril, al desplomarse el techo del centro de diversión Jet Set, durante una de sus presentaciones. El incidente, que dejó más de 200 fallecidos, marcó un antes y un después en el entretenimiento nacional. El país entero quedó consternado, no solo por la magnitud de la tragedia, sino también por la pérdida de una figura tan querida como Rubby.
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Desde sus comienzos con la orquesta de Wilfrido Vargas en los años 80, hasta su exitosa carrera como solista, Rubby fue sinónimo de excelencia musical. Canciones como Enamorado de ella, Sobreviviré y Buscando tus besos no solo definieron su trayectoria, sino que marcaron a generaciones enteras.
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