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Henry M. Dearborn, con dos décadas de experiencia en inteligencia diplomática continental y recién graduado del War College, orquestó desde la Embajada la participación estadounidense en el complot que truncó la vida de Trujillo. Desde el 21/8/60, cuando las naciones del sistema interamericano rompieron relaciones con nuestro país por el atentado al presidente Betancourt, la Embajada fue rebajada a Consulado, sin inmunidad diplomática. Tras el magnicidio libertario del 30M, su personal estuvo expuesto a la venganza despiadada de Ramfis y sus secuaces.Por ello, tanto Dearborn como Robert Owen, jefe de estación de la CIA – cargo que también ocupó Dearborn además de DCM y Cónsul -, así como John Barfield de la sección política, tuvieron que partir apresuradamente. Recibieron órdenes desde Washington del equipo especial que monitoreaba la situación dominicana en la Casa Blanca con participación directa de JFK. Porque, como diría el veterano Adolph Berle, miembro de esa task force, el tapón había saltado y cualquier cosa podía ocurrir.Una semana después del evento cumbre, Dearborn recibió una llamada a las 7:00 AM ordenándole empacar y tomar un vuelo al mediodía, pues su vida y la de su familia corrían peligro. “Vivíamos en la Residencia de la Embajada y nuestras fotos estaban en la pared y la ropa en armarios y cajones. Le dije a mi esposa: “Recoge la casa y yo me encargo de la oficina, haremos lo que podamos”. Mi esposa fue a la casa con la esposa de otro oficial y colocaron todas nuestras pertenencias en el piso. Fui a la oficina donde estábamos bastante optimizados. Hasta teníamos nuestros archivos secretos en un barril listos para quemar, pues no sabíamos qué iba a pasar.Un mes antes habíamos revisado todo y enviado a Washington lo que no necesitábamos, porque ignorábamos lo que pudiera ocurrir, ya que no contábamos con inmunidad diplomática. Trujillo era bueno para montar ciertas maniobras y podía realizar una redada en el Consulado General fingiendo no tener conocimiento de ello.Llamé al embajador británico y le dije: “Sabe que no le pediría esto a menos que fuera extremadamente urgente, pero ¿podría venir a la Residencia?”. Vino y le conté lo que estaba pasando y que dejaba el país a las 2:00 de la tarde.El oficial administrativo, que aún permanecía allí (ya habíamos empacado la mayoría de nuestros muebles cuando nos mudamos a la Residencia de la Embajada porque no los necesitábamos y los guardamos en el garaje) iba a empacar las demás cosas que estaban en los pisos para enviarlas a Bogotá, nuestro próximo destino. Fue la mejor decisión que tomamos. No perdimos nada. Solo me llevé una lámpara de la Embajada.Ocurrió un incidente gracioso. La esposa del oficial administrativo, Evelyn Cotterman, nos ayudó a recoger en los dormitorios. Me puse la camisa, la corbata, los zapatos y los calcetines, pero no encontraba mis pantalones. Le reclamé: “Evelyn, ¿dónde están mis pantalones?”. Ella respondió: “Ay, Dios mío, los empaqué”. Tuvieron que regresar al coche y deshacer el equipaje para sacar mis pantalones y que pudiera abandonar el país con cierta dignidad.P: ¿Cuándo asumió Ramfis el mando? Dearborn: En realidad, no tomó el mando. Déjeme aclarar esa situación. El día anterior (4 de junio) a recibir la llamada para que me fuera, fui al Palacio para hablar con el presidente Balaguer, siguiendo instrucciones del Departamento. Le dije: “Estoy seguro de que, por sus observadores de la fuerza aérea, sabe que tenemos una fuerza naval muy grande desplegada justo en el horizonte y queremos comunicarle que, si necesita ayuda, se la brindaremos”.Su respuesta fue: “He hablado con Ramfis y él ha aceptado respetar la autoridad civil y, mientras no tenga motivos para pensar lo contrario, no creo que deba hacer algo como lo que me sugiere”. También aproveché la ocasión para decirle que la manera en que se trataba a algunos ciudadanos respetables de su República Dominicana no causaba buena impresión en el extranjero y perjudicaba a su gobierno. Esa fue la última vez que lo vi.”Su respuesta fue: “He hablado con Ramfis y él ha aceptado respetar la autoridad civil y, mientras no tenga motivos para pensar lo contrario, no creo que deba hacer algo como lo que me sugiere”. También aproveché la ocasión para decirle que la manera en que se trataba a algunos ciudadanos respetables de su República Dominicana no causaba buena impresión en el extranjero y perjudicaba a su gobierno. Esa fue la última vez que lo vi.”En mi columna La Invasión de Bobby Kennedy (Diario Libre 22/11/2014) escribí: “A solo una hora de la emboscada libertaria del 30 de mayo que acabó con la vida de Trujillo, el vicealmirante Robert L. Dennison, comandante en jefe de la flota del Atlántico de EE. UU., alertaba a sus unidades ante el desarrollo de la situación dominicana, cuya evolución podría requerir una intervención armada sin mayor aviso previo. El 31 de mayo ya el escuadrón anfibio de respuesta rápida del Caribe patrullaba nuestras costas en prevención de un eventual desembarco.Acto seguido, en ejecución del Plan Militar de Contingencia 310-60, fuerzas navales adicionales se movilizaron hacia la zona: 2 escuadrones anfibios con 5 mil infantes de marina a bordo, cuyo contingente alcanzaría 12 mil efectivos; 3 portaaviones (Intrepid, Shangri-La, Randolph); 1 submarino; y 280 aviones. El Randolph se estacionaría a 40 millas de Ciudad Trujillo. Dos destructores atracarían en sendos puertos de Haití, sellándose así la vigilancia aérea y marítima sobre República Dominicana y toda la Hispaniola.P: Mientras estaba allí, Ramfis se volvió loco, ¿no? Dearborn: Cierto, pero nunca vi nada de Ramfis. Era un playboy y pasaba más tiempo fuera del país. P: Le hablo después de la muerte de su padre, pero no estuvo mucho tiempo, ¿verdad? Dearborn: Solo una semana. Trujillo fue asesinado el 30 de mayo y yo me fui el 5 de junio.P: ¿Fue reemplazado por el siguiente oficial en rango? Dearborn: No, enviaron a un colega del War College llamado John Calvin Hill y lo designaron Cónsul General, hasta que llegó el embajador Martin (John Bartlow). Creo que no se llevaban bien y Hill fue trasladado como DCM (Deputy Chief of Mission) a Venezuela. Hill tuvo un momento muy interesante antes de la llegada de Martin.P: ¿Cómo vieron usted y la Embajada, y luego usted y el Consulado General, a Castro? Estaba tomando el poder en ese momento y fue un evento catastrófico, y era su vecino cercano. Quiero saber si estábamos nerviosos, ¿qué pasaba en la República Dominicana?Dearborn: Trujillo usó esa situación. Se estaba distanciando de nosotros y para molestarnos, y quizás provocar un cambio de opinión sobre él, amenazaba con acercarse a los comunistas, lo cual era ridículo. Pero hizo una maniobra ante nuestras narices: si no te gusto, me acercaré a Castro. Por supuesto, Castro no tenía ganas de andar con Trujillo, así que por ese lado no había que temer. Pero Trujillo estaba realizando esos movimientos para unir fuerzas hostiles contra nosotros, con cualquiera que pudiera encontrar. Y con cierto éxito. Eso molestó a Washington. También añadió combustible al deterioro de las relaciones.P: Kennedy llegó al gobierno en enero de 1961. Joseph Kennedy tenía conexiones en todas partes, ¿supo de nexos con el gobierno de Trujillo? Dearborn: No, su nombre no apareció en la Embajada. Quien sí surgió fue William Pawley, un tipo que había sido nuestro embajador y había estado con los Flying Tigers. Fue un problema. Tenía un hermano a cargo de sus intereses familiares en la República Dominicana y se sentían cómodos con Trujillo.Ocurrió que recibí un mensaje (febrero 1961) informándome que el senador Smathers (Demócrata, Florida) venía y quería hablar con el Generalísimo Trujillo sobre nuestra relación. Deseaba que lo acompañara a verlo. A Trujillo, que era lo último que yo deseaba hacer.De todos modos, llegó al Aeropuerto justo cuando arribó Bill Pawley. Por supuesto, a Bill le interesaba mucho asegurarse de que las cosas con Trujillo fueran bien. Smathers me apartó y me dijo: “Sabes, Bill Pawley también viene, pero cuando vea a Trujillo no lo quiero junto a nosotros”. Entonces Pawley se acercó al grupo y llamando a Smathers por su nombre indicó: “Ahora, cuando vaya a ver a Trujillo, quiero ir con usted”. Smathers no pudo deshacerse de esa incómoda situación. No quería decirle que no a Pawley, porque supongo que era influyente en Florida.Además, Pawley venía acompañado de Bebe Rebozo, amigo cercano de Nixon en Florida. Así que el senador Smathers, Bill Pawley, Bebe Rebozo y yo fuimos a ver a Trujillo. Smathers le dio esta increíble charla a Trujillo: “Generalísimo, tiene la oportunidad de ser un gran héroe en este hemisferio. Tiene la chance de ser uno de los pocos dictadores, el único dictador capaz de convertir a su país en una democracia durante su vida. Si realmente lo hiciera, sería un héroe para su gente y para el hemisferio”. Me quedé pensando: “Oh, Dios, no sabe con quién está hablando.”Trujillo dijo exactamente lo que podría haber escrito como su libreto: “Senador, no sé de qué me habla. Soy solo un ciudadano en este país. No tengo ningún cargo público. Tenemos un presidente, un ejecutivo, una legislatura, un tribunal supremo como su país. Realmente no sé de qué Ud. está hablando.” Así que Smathers no llegó a ninguna parte con eso. Fue uno de mis momentos más interesantes. Héctor Trujillo, el hermano que fue presidente, estuvo presente en la entrevista.Entonces Trujillo hizo algo gracioso. Tenía la costumbre de realizar de vez en cuando un bautismo masivo. Estaba a punto de celebrarse uno y quería que el senador asistiera. Trujillo sería el padrino de todos esos niños. Así que en