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Estrellas, coronas, relojes y los Chicago Bulls son algunos tatuajes que el gobierno de Trump emplea para relacionar a inmigrantes con pandillas

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La razón: un tatuaje en su antebrazo izquierdo que mostraba una estrella de cinco puntas con la leyenda "La Paz - BCS", su lugar de nacimiento.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

ESTADOS UNIDOS.- — En los inicios del gobierno de Donald Trump en 2017, Daniel Ramírez Medina, un joven amparado por DACA, fue arrestado por agentes migratorios en su residencia en un suburbio de Seattle. La razón: un tatuaje en su antebrazo izquierdo que mostraba una estrella de cinco puntas con la leyenda “La Paz – BCS”, su lugar de nacimiento. El gobierno lo acusó de pertenecer a una pandilla.

Aunque un juez dictaminó que no había evidencia y ordenó su liberación seis semanas después, el caso marcó un hito sobre cómo se utilizaban los tatuajes para justificar deportaciones.

Ahora, en su segundo mandato, la administración Trump ha intensificado esta estrategia para identificar y deportar a migrantes, sobre todo venezolanos, presuntamente vinculados con el Tren de Aragua, una banda que ha ganado notoriedad en América Latina y que, según autoridades estadounidenses, empieza a expandirse en el país.

Según documentos presentados recientemente por abogados de migrantes, el gobierno de Trump está empleando una “Guía de validación de enemigos extranjeros”, donde los tatuajes pueden valer hasta cuatro puntos en un sistema de calificación de diez para etiquetar a una persona como miembro del Tren de Aragua.

Con ocho puntos, los migrantes son considerados candidatos a deportación inmediata sin derecho a apelar en tribunales bajo la Ley de Enemigos Extranjeros, una normativa centenaria que otorga al presidente poderes extraordinarios en tiempos de guerra.

Según documentos presentados por la ACLU a CNN, la guía consta de seis secciones:

Este nuevo enfoque ha generado alarma entre defensores de derechos humanos.

Andry Jose Hernández Romero, un maquillador venezolano, fue deportado a El Salvador únicamente por tener dos tatuajes de coronas con las palabras “Mamá” y “Papá”.

Sus abogados insisten en que no hay evidencia real que lo relacione con la banda.

En otro caso reciente, Kilmar Abrego García, un migrante salvadoreño residente en Maryland, fue deportado por error a El Salvador y enviado a la megacárcel de máxima seguridad del régimen de Nayib Bukele. El Departamento de Justicia estadounidense lo acusa de pertenecer a la MS-13 basándose en sus tatuajes y vestimenta, aunque nunca ha sido condenado ni acusado de un delito.

En redes sociales circularon fotos de Abrego García con tatuajes en los dedos: una hoja de marihuana, una carita feliz, una cruz y una calavera. Usuarios de internet afirmaron que estos símbolos ocultaban las cifras “1” y “3”, una posible referencia a MS-13.

Sin embargo, un funcionario de ICE citado por The New York Post admitió que “nunca había escuchado que esos tatuajes representaran a la pandilla”, aunque agregó que la confirmación solo podría provenir de informantes dentro de la cárcel.

Pese a ello, el presidente Donald Trump publicó en su red Truth Social una imagen de los tatuajes de Abrego García y aseguró que “tiene MS-13 tatuado en los nudillos” y que “dos cortes muy respetadas determinaron que era pandillero y golpeaba a su esposa”, aunque ninguna sentencia lo comprueba.

Los archivos divulgados por la fiscal general Pam Bondi alegan que Abrego García fue miembro activo de MS-13 bajo el alias de “Chele” y con el rango de “Chequeo”, pero no mencionan tatuajes relacionados con esa pandilla.

En una entrevista de campo, agentes de ICE indicaron que el migrante llevaba una gorra de los Chicago Bulls y una sudadera con billetes que cubrían los ojos, oídos y boca de los presidentes, lo cual interpretaron como un símbolo del “ver, oír y callar”, supuestamente propio de la cultura pandillera hispana.

Expertos y defensores públicos han advertido que el uso de tatuajes como “prueba” de afiliación criminal no es nuevo. Durante su primera administración, Trump promovió la deportación de adolescentes por llevar ropa de la NBA o usar tenis Nike Cortez, como se relata en testimonios recogidos por defensores públicos.

“La vida real no es como una película de bajo presupuesto”, afirmó el sociólogo venezolano Roberto Briceño León, quien ha estudiado la violencia en su país durante tres décadas. “Las pandillas venezolanas no se identifican con tatuajes”, señaló.

Para Bill O. Hing, abogado y profesor de Derecho en la Universidad de San Francisco, el uso de tatuajes como criterio principal es sumamente problemático:

“Es posible que algunos miembros de pandillas tengan una insignia concreta, y también es posible que quien tenga ese tatuaje no pertenezca a la pandilla. Por eso es excesivamente inclusivo hacer esa generalización”.

El problema no es solo el margen de error. El uso de tatuajes y ropa como indicios criminales ha sido una forma de justificar el perfilamiento racial bajo una apariencia “neutral”.

Esto se conecta con estrategias como el “stop-and-frisk” en Nueva York, que derivó en la creación de bases de datos de supuestos pandilleros como Operation Crew Cut, donde más de 20 mil personas fueron incluidas en una década y, según la profesora de derecho Babe Howell, el 99% no eran blancas.

“El arte corporal se convierte en un pretexto socialmente aceptado para el perfilamiento racial”, denunció una abogada de defensa pública.

Aunque algunos cuerpos policiales están alertas ante el posible crecimiento del Tren de Aragua, muchos expertos dentro del sistema de justicia penal advierten que los tatuajes, por sí solos, no bastan como evidencia.

Joseph Kenny, jefe de detectives del Departamento de Policía de Nueva York, aclaró en entrevista:

“Un tatuaje en sí mismo nunca es prueba suficiente para demostrar que una persona es miembro de un grupo delictivo, y tampoco debe ser nunca el único motivo para presentar cargos penales”.

Los tatuajes suelen tomarse solo como punto de partida en una investigación, no como la prueba central. Además, el Tren de Aragua sigue siendo una organización nueva en Estados Unidos, por lo que sus símbolos pueden resultar ambiguos o malinterpretados.

Incluso dentro del sistema carcelario, se recurre a informantes confidenciales y análisis de contexto para verificar pertenencias a pandillas. Leandro Paulino, expresidiario y presidente de la International Law Enforcement Officers Association, señaló:

“Es deber del oficial penitenciario observar y escuchar la jerga y prestar atención a los tatuajes. Pero no nos basamos solo en eso. Nos apoyamos en nuestros informantes”.

Los tatuajes identificados por las autoridades como indicadores del Tren de Aragua incluyen imágenes de relojes, trenes, y símbolos relacionados con los Chicago Bulls y Michael Jordan, en referencia al barrio “23 de Enero” en Caracas.

Sin embargo, cinco expertos venezolanos — dos policías, dos académicos y un periodista — coincidieron en que esos tatuajes no prueban lealtad a la pandilla.

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