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Madrid (EFE).- En la mañana del 10 de abril de 2023, Francisco Ramón Montes, agente de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, perdió la vida a los 53 años en una carretera de Turís (Valencia). Con él ya son 345 los agentes de esta unidad que han muerto en acto de servicio desde su creación, siendo la cifra más alta entre las especialidades del cuerpo.
Un día antes del mayor éxodo de coches del año en un breve período de tiempo, EFE ha repasado con responsables de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil (ATGC) la labor que desarrollan los 10.000 agentes de esta especialidad, desplegados por la red de carreteras del país.
De su peligrosidad dan fe los 345 fallecidos en la historia de la ATGC, que comenzó en 1959, cuando ya contabilizó su primer muerto. Era Antonio Rodríguez Jiménez, un alumno de 29 años que sufrió un accidente mientras realizaba prácticas en las pistas de entrenamiento de La Venta de la Rubia (Madrid).
Fue el primero de una larga lista de agentes que no solo fallecieron en acto de servicio por accidente, sino por culpa del terrorismo, tanto el de ETA como el del GRAPO y el FRAP, así como de la delincuencia común.
Considerado como el primer asesinato de ETA, el 7 de junio de 1968 murió José Antonio Pardines mientras regulaba el tráfico en la N-I en Aduna (Gipuzkoa).
Pero el atentado más trágico que afectó a esta unidad fue el de la madrileña Plaza de la República Dominicana, cuando la explosión de un coche-bomba mató a 12 agentes de un convoy que transportaba a alumnos del I Curso de Tráfico para guardias provenientes de la Academia de Baeza (Jaén).
En la memoria de la Agrupación también permanecen Juan Antonio Palmero Benítez y José Antonio Vidal Fernández, asesinados a tiros el 9 de octubre de 2004 en Castejón (Navarra) a manos del atracador de bancos Jaime Giménez Arbe, alias El Solitario.
Pero la mayoría de los fallecidos de la ATGC perdieron la vida en la carretera. Los años más trágicos fueron 1972, 1976 y 1997, con once víctimas en cada caso.
A todos ellos los recuerda una línea cronológica que incorpora los nombres de los fallecidos y repasa los hitos de la historia de la Agrupación, colocada en el vestíbulo de su sede en Madrid.
Junto a esto, una bandera española con los nombres impresos de los hasta entonces 332 fallecidos y que portó en 2017 desde Saint Jean de Pied de Port (Francia) hasta Santiago por el Camino jacobeo el agente Antonio Salicio, quien precisamente murió en acto de servicio en un accidente tres años después.
En abril de 2023, mientras custodiaba una prueba ciclista infantil en Pravia (Asturias), el agente Dámaso Guillén murió atropellado por un conductor a la fuga que huía a bordo de un coche robado tras protagonizar una reyerta. No dudó en interponerse al paso del fugitivo, que se acercaba peligrosamente a los jóvenes deportistas, impidiendo así una masacre.
Dos años después, Ainhoa, su viuda, intenta seguir adelante. El recuerdo de su labor heroica le enorgullece. “Hubiera sido una masacre, con niños y todo. Fue una acción heroica, salvó a muchos. Sé que están agradecidos de por vida y siempre le recordarán, eso me da mucha alegría”, dice a EFE.
En su opinión, ser agente de tráfico es un trabajo arriesgado. “Para mí y para mi hija, él era un héroe. También para mucha gente, porque era una persona muy especial. Le pedías cualquier cosa, a cualquier hora, y se mataba por dártela si podía. Era increíble”.
El agente Eusebio García murió el 8 de septiembre de 2017 en la Vuelta Ciclista en Proaza (Asturias). Su hija Carla acababa de cumplir 11 años y sus hermanos tenían 5. Fueron los compañeros del fallecido quienes les dieron la noticia, entre ellos la capitán Mercedes, psicóloga.
“Me encantaba ver a mi padre en moto. Mi alegría era verlo llegar en moto y escuchar las historias que nos contaba, siempre con una sonrisa”, comenta Carla a EFE. “Su moto y su casco no eran solo herramientas de trabajo, son el paisaje de mi infancia”.
Carla nunca tuvo miedo a la moto pese al accidente de su padre. Por el contrario, es su pasión y lo que le conecta a él. A sus 22 años se está sacando el carné A2 mientras estudia Psicología, siguiendo el ejemplo de esa psicóloga que supo cómo darle la noticia de la muerte de su padre.
En el vestíbulo de la ATGC se exponen también algunos de los vehículos históricos que han formado parte del cuerpo, desde los más míticos, como la icónica BMW R-27 de color negro, hasta los últimos modelos, como la BMW 1250 RT, un prototipo creado exclusivamente para los cuerpos policiales.
Pero la joya de la corona no está a la vista. En el segundo piso subterráneo del garaje, flanqueado por algunos vehículos camuflados del cuerpo, aparece el legendario Renault R-10, con los faros enormes y redondos, la sirena, el maletero ubicado en el morro delantero y el motor, que todavía ruge con la intensidad de sus días grandes, en la parte trasera.
Desde el R-10, la evolución en los coches ha sido constante. Las carreteras del país han visto circular a guardias civiles en vehículos desde el Peugeot 407 o el Alfa Romeo 159 hasta el reciente BMW X3, un híbrido todoterreno.
Hoy, la flota de la Agrupación está compuesta por 2.100 coches y 2.200 motocicletas, con los que se han recorrido 7.868 millones de kilómetros, según datos cerrados a 31 de diciembre de 2024.
De ellos, casi 3.120 millones los han recorrido las ruedas de las motocicletas, y 5.749 millones las de los vehículos de cuatro ruedas.
Y en ese control por la red vial, los agentes han interpuesto 131 millones de denuncias y han efectuado casi 27 millones de auxilios y servicios humanitarios.
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