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El cura Roberto Ramírez criticó que el Gobierno defienda a las empresas mineras, señalando que “en los conflictos ambientales con los mineros, el problema reside en no saber distinguir al Gobierno de la empresa”. La Iglesia Católica fustigó a quienes, a sabiendas del daño ambiental que causan, insisten en desarrollar proyectos que atentan contra el equilibrio del ecosistema y la vida de las comunidades, y clamó por frenar y regular la actividad minera, así como transparentar los proyectos económicos relacionados con el medio ambiente. En la primera palabra del Sermón de las Siete Palabras, “Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen”, el párroco Roberto Ramírez, de la parroquia San Roque González de Santo Domingo Norte, indicó que la iglesia, siguiendo al papa Francisco, clama por el cuidado del medio ambiente. Resaltó que, dentro de los pecados ambientales, hay quienes desconocen sus acciones, pero también muchos que sí saben perfectamente lo que hacen. Expuso que se habla mucho de minería responsable, pero que, lejos de detener el daño ambiental, se busca expandirlo: “Todos saben lo que están haciendo; en definitiva, se usa un falso libreto de responsabilidad y vida sostenible”. Agregó que es necesario transparentar los procesos económicos que impactan el medio ambiente para recuperar la confianza en ellos. “La gente no confía en los procesos ambientales, especialmente en los que involucran la minería y los recursos naturales”, indicó el cura, reclamando que el Estado se siente con las comunidades antes de que las empresas busquen soluciones conflictivas. El cura criticó que el Gobierno confunda sus obligaciones con la defensa de las empresas mineras, señalando que “en los conflictos ambientales con los mineros el problema es cuándo no se sabe quién es el Gobierno y quién es la empresa”. Añadió que la minería es un aporte a la economía, pero que debe realizarse “solo y únicamente donde sea viable”. El párroco expuso que los conflictos en las comunidades exigen al Estado un rediseño de las políticas públicas económicas para evitar acciones contra la sostenibilidad del ecosistema, solo por ser más económicas. El sacerdote también abordó la extracción de materiales de los ríos, pidiendo medidas gubernamentales para evitar su daño, y convertirlos en destinos turísticos. Afirmó que República Dominicana tiene una alta fragilidad ambiental, y que mantener la vida y el equilibrio a largo plazo requiere frenar y regular actividades de alto impacto negativo en los recursos naturales. En su reflexión, el sacerdote expuso que, ante estos reclamos, muchos podrían pensar en temas de “izquierda amarillista”. Sin embargo, invitó a visitar ríos, arroyos y cañadas, muchos de los cuales, dijo, han desaparecido, igual que frutas tropicales como toronjas y naranjas. También señaló las múltiples enfermedades producto del cambio climático. El cura indicó que, desde la colonia, se han implementado políticas económicas que han impactado el medio ambiente, desde las minas de oro del siglo XVI, pasando por la explotación cañera, la ganadería, la industria maderera, las zonas francas, el turismo y la minería, que llegó al país como la redentora de la economía isleña. “Muchas personas sufren el daño ecológico global y, sin saberlo, colaboran indirectamente. El Señor sufre con su creación y pide perdón para los que no saben lo que hacen, pero no para los que sí sabían”, sostuvo el cura. Destacó que decir que todos somos responsables del problema ambiental es una forma de no identificar o, peor aún, de ocultar a los verdaderos responsables. Expuso que el concepto de “hombre verde” es engañoso para no señalar a los verdaderos responsables del deterioro ambiental. Y aunque le parece bien todo lo que se pide a “este hombre verde” para salvar el planeta, afirmó que no es él quien explota los recursos naturales. Destacó que el mayor problema del daño ambiental no está en la conciencia individual, sino en la necesidad de redefinir el progreso. El sacerdote afirmó que Jesús pidió perdón por quienes no sabían lo que hacían, pero no por los senadores, los jefes del templo, los sumos sacerdotes o los gobernantes, “no, para ellos no, porque ellos sí sabían lo que hacían”, enfatizó el cura. Dijo que la iglesia sigue pidiendo perdón por las injusticias sociales, humanas y ambientales, y recordó que el papa ha indicado que llegará el día en que las grandes corporaciones económicas tendrán que arrodillarse y pedir perdón por el pecado ecológico global. Reiteró que quienes engañan a la gente sencilla sí saben lo que hacen, y apuntó que los problemas ambientales no se resuelven porque, de forma maliciosa, se culpa a quienes no tienen responsabilidad: la gente sencilla.