Economicas

La rotación de los médicos y los inspectores de Educación

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Todo esto por el trato afable y desinteresado del profesional, que muchas veces llega a la zona rural sin su familia.

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Su vivencia en las comunidades donde realizaron su internado. La mayoría me contaron acerca de los usos de la medicina tradicional o hierbas curativas empleadas por algunos pacientes.

Inmediatamente pensé en el doctor Rafael Cantisano, quien hizo su pasantía en 1952 en una zona rural y recopiló el historial clínico de cada paciente y cómo estos acudían a métodos naturales para curarse de ciertas enfermedades.

El doctor Cantisano está incluido con un artículo en el manual “Medicina Folklórica y Atención Primaria” de la serie Salud y Medicina Popular junto a otros investigadores, editado por la SESPAS en 1980. El entusiasmo y la relación con la gente del campo fueron tan interesantes que patrocinó y organizó los Festivales Folklóricos de la Isabela, Puerto Plata.

Emilio Rodríguez Demorizi, en su libro Lengua y Folklore de Santo Domingo (Léase República Dominicana), plasma en más de 130 páginas los informes de Inspectores de Instrucción Pública en diferentes comunidades en 1921-1922.

También recordé a doña Edna, quien plasmó en su “Reseña histórica del folklore dominicano” datos suministrados por maestros e inspectores de escuelas públicas de Higüey, sobre las costumbres y tradiciones de ese pueblo, también a principios de esa década.

Los médicos internos y los inspectores de Educación son los enlaces perfectos para el suministro de esta información. No se imaginan cuánto se aprendería, incluso se harían comparaciones. Los médicos internos y los profesores, además de la medicina folklórica y las expresiones orales, recopilarían las comidas y bebidas, las relaciones sociales, etcétera.

Debo decir que lo más importante de estas experiencias es que, principalmente, los médicos son los líderes en esas comunidades, los pobladores confían en estos profesionales de la salud. Tanto es así que cuando se sienten aliviados le llevan en agradecimiento un pollo o un par de huevos criollos, un racimo de plátanos, y en Navidad ese marranito mejorado para que el médico acompañe su cena. Todo esto por el trato afable y desinteresado del profesional, que muchas veces llega a la zona rural sin su familia.

No todo se ha perdido. Contribuyamos a mejores relaciones con esos “prójimos”, aprendamos de ellos, vivamos esa experiencia de aportar un poco escuchándolos con interés, porque son los portadores de nuestras costumbres y tradiciones.

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