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El duelo es un proceso complejo, profundo y esencialmente humano. Lo vivimos ante la pérdida de un ser amado, una relación, un empleo o incluso una fase importante de la vida. Si bien cada individuo experimenta el duelo de manera singular, existe una teoría ampliamente aceptada que ayuda a comprender este camino emocional: las cinco etapas del duelo propuestas por la psiquiatra suizo-estadounidense Elisabeth Kübler-Ross en su obra pionera «Sobre la muerte y los moribundos», publicada en 1969.
Nacida en 1926 y fallecida en 2004, Kübler-Ross fue una figura revolucionaria en el campo de la psiquiatría y los cuidados paliativos. En una época en la que la muerte era un tabú en la medicina, ella insistió en escuchar, acompañar y comprender a los pacientes en etapa terminal. Su enfoque humanista transformó radicalmente la forma en que el mundo occidental aborda el final de la vida, y su legado perdura hasta hoy a través de su fundación y el trabajo de miles de profesionales inspirados por su visión.
Su modelo de las cinco etapas del duelo no fue concebido como una receta rígida, sino como una guía para entender las emociones que muchas personas atraviesan al enfrentar una pérdida significativa.
Las cinco etapas del duelo
Es crucial destacar que estas etapas no son lineales: no todas las personas transitan por todas ellas ni en el mismo orden. Algunas pueden permanecer más tiempo en una, otras pueden retroceder a etapas anteriores. El duelo es un viaje personal e irrepetible.
El duelo a través de las culturas
Aunque el duelo es universal, la manera en que se vive y se expresa varía enormemente entre culturas, influenciada por tradiciones, creencias religiosas y valores comunitarios.
Un proceso profundamente humano
El duelo no tiene una duración establecida ni una forma «correcta» de ser vivido. Puede durar meses o años, ser silencioso o expresivo, solitario o compartido. Lo fundamental es respetar el ritmo de cada persona, brindar apoyo sin juzgar y permitir que cada cual encuentre su propio camino hacia la sanación.
Elisabeth Kübler-Ross nos dejó una valiosa lección: el duelo no es una enfermedad, sino una parte inevitable y necesaria del amor y de la vida. Comprenderlo es avanzar hacia una sociedad más empática y compasiva.
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