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Moral y ética son conceptos que a menudo se usan indistintamente, pero poseen matices diferenciados. La moral se refiere a las costumbres, valores y creencias que guían el comportamiento humano en una sociedad específica. Es un conjunto de normas prácticas, usualmente implícitas y transmitidas de generación en generación. La ética, por otro lado, es la reflexión filosófica sobre la moral. Busca analizar, justificar y cuestionar los principios morales para establecer criterios racionales de conducta. Se centra en lo correcto e incorrecto, y busca principios más universales y razonados para la toma de decisiones

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La Iglesia católica entiende que República Dominicana debe elevar sus deberes morales y éticos, y recalca que el crecimiento económico no es la única vara para medir el progreso.

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La Iglesia católica entiende que República Dominicana debe elevar sus deberes morales y éticos, y recalca que el crecimiento económico no es la única vara para medir el progreso.

Uno de los principales portavoces católicos, el obispo de La Altagracia, monseñor Jesús Castro Marte, observa las fallas morales que sacuden a la sociedad actual, a pesar del gran progreso económico.

Las inquietudes de Castro Marte son válidas en una sociedad que a veces parece deshumanizada y donde solo importa el dinero, sin importar cómo se obtenga.

Esas fallas sociales tienen nombre y apellido, son producto de las discrepancias sociales y de que cada quien se preocupa por lo suyo, sin buscar crecer en un ambiente solidario y altruista.

El individualismo que sacude a los dominicanos es perjudicial, porque siempre hay que pensar en el bien común. En el país se avanza individualmente, pero el colectivo sigue atrapado en los problemas generales.

Elevar la moral y fortalecer la ética es una labor ardua. Debe comenzar en las escuelas, trabajando a largo y corto plazo. Es necesario erradicar las prácticas malsanas y fomentar la integridad.

El desarrollo económico y social no implica una moral y un desarrollo ético a prueba; por el contrario, la mayoría, en la dura lucha por la subsistencia, rompe con todas las barreras y posibilidades.

La participación de toda la sociedad es necesaria para mejorar las condiciones de vida de los más necesitados, los desempleados, los menesterosos, los que han perdido la esperanza.

Es muy difícil avanzar hacia el desarrollo pleno sin la debida solidaridad, donde cada cual tenga la oportunidad de desarrollarse. Es utópico pensar en una sociedad igualitaria, es necesario y obligatorio superar sus barreras sociales.

Pero hoy se trata de oportunidades y facilidades. Que cada uno, de acuerdo con su capacidad o su esfuerzo, tenga la oportunidad de desarrollarse y alcanzar la prosperidad económica que le permitan sus circunstancias.

La Iglesia, y ese es uno de sus problemas, siempre observa las injusticias sociales, las diferencias económicas, sabe que ahí está la ruptura social, pero no identifica a los responsables de esta situación.

Sin embargo, es un avance de una Iglesia que, con lenguaje elegante y diplomático, plantea males sociales y morales que todos los dominicanos deben esforzarse por erradicar. La Iglesia debe ser fiel a su mensaje de “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”

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