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Las celebraciones de Semana Santa han experimentado notables transformaciones con el tiempo.
A pesar de que el núcleo espiritual de esta tradición aún late en muchas comunidades, las dinámicas sociales, económicas y culturales han influido en cómo los dominicanos experimentan este tiempo sagrado.
Para monseñor Carlos Tomás Morel Diplán, obispo de La Vega, uno de los factores clave que han alterado el significado original de la Semana Santa es el auge de la sociedad de consumo.
“Con el desarrollo del mercado y el turismo, se ha empezado a promover la Semana Santa como un período de consumo y diversión”, manifestó.
Advierte que muchas personas ahora ven la Semana Mayor como un tiempo puramente vacacional, viajando fuera del país o a destinos turísticos para descansar, lo cual ha provocado una cierta distorsión del sentido místico y religioso de estas fechas.
“Se ha ido perdiendo un poco la mística, pero todavía muchas personas asisten a los actos litúrgicos y participan con fe”, destacó.
El obispo también señala que existe una narrativa en algunos medios que intenta proyectar que la mayoría de los dominicanos solo buscan playas y ríos durante la Semana Santa, ignorando la realidad de miles de fieles que continúan acudiendo a las iglesias.
“Todavía el pueblo dominicano es muy cristiano y devoto, y eso hace que la Semana Santa sea vivida con fe por gran parte de nuestra gente”, afirmó.
Por su parte, monseñor Jesús Castro Marte, obispo de la Diócesis de La Altagracia, reconoce que la sociedad actual ha cambiado considerablemente, con una fuerte tendencia hacia la secularización.
“Se siente la presencia de otros elementos areligiosos que aprovechan el asueto para descansar, entretenerse o fortalecer los lazos familiares”, comentó.
No obstante, el obispo valora el respeto y la tolerancia que predominan en el país durante esta época, donde personas de distintas creencias pueden aprovechar el tiempo según su visión del mundo.
Asimismo, destacó el crecimiento de las celebraciones católicas.
“Hoy hay una democratización de los servicios religiosos, donde no queda un rincón del país sin presencia celebrativa de la Iglesia Católica”.
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El monseñor Ramón de la Rosa recordó los humildes orígenes de esta conmemoración cristiana, destacando cómo ha evolucionado con el paso del tiempo sin perder su esencia fundamental.
“Recordemos que era un grupo pequeño, los cristianos, cuando comenzó la Semana Santa”, expresó el prelado, haciendo énfasis en que este tiempo litúrgico nació de manera sencilla, centrado en los pilares fundamentales de la fe cristiana: la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
Con el paso de los siglos, explicó De la Rosa, la Iglesia ha ido organizando y enriqueciendo estas celebraciones con actos que responden a lo que hoy se conoce como la tradición eclesiástica.
“Después se ha ido organizando y se le han ido agregando actos que responden a toda la historia que la gente llama tradición de la Iglesia”, afirmó.
El monseñor subrayó que, aunque no se ha añadido nada nuevo en cuanto al mensaje central, la Semana Santa actual refleja una profunda riqueza espiritual y simbólica construida a lo largo del tiempo.
“La Semana Santa que tenemos hoy, sin que haya nada nuevo, sin que haya tenido la Iglesia, se ha enriquecido”, reiteró.
Sus palabras invitan a los fieles a vivir este tiempo con recogimiento y conciencia, reconectando con el significado profundo que sigue intacto desde sus inicios: el misterio pascual de Jesucristo.
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Para Morel Diplán, entre las enseñanzas espirituales que se pueden destacar en este período está:
Castro Marte revela que la principal enseñanza es el sentido redentor de la muerte de Cristo, una enseñanza que busca dar sentido al drama humano del dolor y el sufrimiento como camino de redención.
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