Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
Tener a un ser querido dentro del Espectro del Trastorno Autista (TEA) es una situación que a menudo resulta difícil de comprender desde afuera; se requiere ponerse en el lugar de quienes experimentan esta realidad a diario.
Dos testimonios, el de una abuela, que decidió emprender un viaje semanal desde su ciudad natal, Samaná, hasta Santo Domingo, y el de una madre que se trasladó desde La Romana por amor a sus hijos y con la meta de que estos tengan acceso a servicios terapéuticos que les permitan llevar una vida más llevadera y digna, nos invitan a reflexionar.
Presentamos a Julia de la Rosa, abuela de un niño de 5 años, y a Cobis Soriano, madre de dos hijos, de 6 y 5 años, los tres con la condición de autismo.
Escuchar sus historias, de primera mano, «eriza la piel», y no es para menos, cuando esta abuela y esta madre, de orígenes distintos pero unidas por el autismo, relatan todo lo que viven, cómo la sociedad las rechaza en ciertos entornos y el desinterés que muestran las autoridades respecto a las atenciones que demandan estos niños y que deberían recibir.
Ambas se quejan también de la no aplicación de la Ley 34-23 de Atención, Inclusión y Protección para las Personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA), y de un sinnúmero de déficits y carencias que conmueven hasta al más insensible.
Julia de la Rosa Trinidad
Es una abuela de 55 años, que tiene a su cargo desde los cinco meses a su nieto Jean Marcos Mena Ramírez, hoy de cinco años, con la condición de autismo.
Esta abuela, madre del padre del niño nacido en 2019, relata que asumió la custodia porque su hijo y la madre vivían en Santo Domingo, a donde ella viajaba desde Samaná desde el primer día para ayudarles.
Relata la abuela que al niño le diagnosticaron la condición el 24 de diciembre del año 2021. «Yo no sabía nada de autismo cuando tuve que enfrentarme a esta realidad».
«Esto ha sido una batalla titánica, un proceso que no ha sido nada fácil, sobre todo porque he tenido que tocar muchas puertas».
«Sin embargo, en una ocasión vi a doña Odile Villavizar, la presidenta de la Fundación Manos Unidas por el Autismo, en los premios que otorga el BHD «Mujeres que Cambian el Mundo» y la contacté, le expliqué mi situación y desde el 2022 el niño está recibiendo las terapias que necesita. Nos aceptaron en el Programa de Apadrinamiento. Después de Jesucristo y el Espíritu Santo, a doña Odile, y a todos los que forman parte de la fundación, no tengo con qué pagarles, porque de no ser por ellos, este niño no hubiese recibido ninguna atención, ¿cómo, de qué manera?».
Cobis Soriano
Es una madre de 29 años, con dos hijos con la condición de autismo, uno de 6 y otro de 5, Leandro y Erlyn Soriano.
Cuenta que al principio solo al mayor se le había diagnosticado la condición, por lo que se mudó de La Romana a Santo Domingo para poder brindarle las atenciones requeridas. Pero, al dejar al pequeño con el padre, luego tuvo que traerlo también con ella, porque, según el padre, no le era posible atenderlo, le resultaba difícil.
«Mi situación ha sido difícil, hemos pasado hasta hambre, porque no es fácil, los ingresos no me alcanzan», lamenta.
Agregar Comentario