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En República Dominicana, el precio final de muchos artículos cruciales en el costo de vida está generalmente vinculado a la tasa del dólar, cuya tendencia actual a la baja tarda en reflejarse a favor del consumidor en la misma medida. El comercio en general demuestra estar en deuda con el comprador, al retener para sí las ganancias aumentadas por la disminución de las importaciones. Es lo que un reconocido representante de la intermediación mayorista (Iván García) califica implícitamente como “falta de sinceridad” en los costos, perjudicando a la gran masa ciudadana que compra a todos los niveles. Este prometedor descenso en la cotización de divisas alivia tensiones en el mercado debido a las drásticas fluctuaciones que Estados Unidos imprime al comercio global. El dólar se deprecia en su origen, como si estuviera perdiendo supremacía, lo que podría ser duradero. Para mayor beneficio de la economía dominicana, el petróleo ha disminuido su precio desde diciembre, en particular el de Texas, que concierne a RD, pasando de US$70.12 el barril a US$58.29 este lunes, debido a la misma incertidumbre que Donald Trump genera en el hemisferio.
Esto sucede cuando el Estado dominicano mantiene los gastos de capital en niveles bajos, lo que conduce a un menor crecimiento económico y de inversión. Tanto es así que se registra un déficit en la ejecución del presupuesto, a pesar del aumento de sus ingresos. Es evidente que la caída de los precios del petróleo beneficia a la República Dominicana, disminuyendo las precariedades fiscales y los subsidios a los combustibles y al sector eléctrico. Es hora de que el Gobierno deje de mostrar incapacidad para emplear adecuadamente el dinero público, como se evidencia en la disminución del porcentaje del PIB destinado a inversiones, iniciada en 2013 sin interrupción.
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