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Aquí, a la orilla del mar, busco consuelo. Es paradójico cómo la naturaleza brinda paz, mientras el sistema que debería cuidar mi salud me hunde en la angustia más profunda. Llena de rabia, impotencia y ansiedad, espero la llamada de un abogado designado para representarme ante el atropello cometido por mi aseguradora, SENASA, a la cual estuve afiliada por años, confiando en que, llegado el momento, estaría ahí para apoyarme.
Ese momento llegó, con un diagnóstico que cambió mi vida: carcinoma de mama. Un diagnóstico que no espera, que no da tregua, que exige atención urgente y tratamientos costosos. Tras meses de espera, de enviar documentos, de seguir trámites, la respuesta que recibo es una burla a mi dignidad: apenas un 30% de cobertura para un procedimiento que no solo está contemplado en el catálogo de servicios, sino que ha sido indicado por mi médico tratante con criterio de necesidad médica.
¿Cómo es posible que el criterio del médico sea desestimado por un burócrata o una normativa ambigua? ¿Cómo puede ser que, a pocas horas de entrar al quirófano, me encuentre luchando por conseguir una suma de dinero que no tengo, porque lo que se publicita como cobertura digna en los medios, en la realidad, es casi inexistente?
Lo que estoy viviendo no es un simple problema administrativo. Es una violación del derecho fundamental a la salud. Es un reflejo del trato abusivo que muchas personas sufren cuando más vulnerables se sienten. No se trata solo de mí: esto le puede ocurrir a cualquiera. Por eso he recurrido a la Dirección de Información y Defensa del Afiliado (DIDA), porque estoy convencida de que SENASA es susceptible de ser demandada por denegación de derechos.
La salud no puede depender de tecnicismos ni de interpretaciones arbitrarias. Estoy siendo perjudicada por una cadena de negligencias e indiferencia institucional que ignora el rostro humano detrás de cada expediente. En este momento, me siento más sola que nunca, cargando con la incertidumbre, la ansiedad económica y el temor de enfrentar una cirugía sin el respaldo pleno del sistema que prometió estar ahí para mí.
Lo único que pido es justicia, dignidad y acceso real a los servicios que, como afiliada, merezco. Porque vivir con cáncer ya es bastante duro. Que el sistema de salud se convierta en un obstáculo más, es inhumano.