Tecnologia

Cursos de supervivencia

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Todo es recogido y procesado, en el mejor de los casos, con el fin de ofrecerle a usted ofertas personalizadas a sus gustos y ensueños.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Con su retranca gallega — un humor que él denominaba “socapa” por lo sutil y leve que es, muy parecido al nuestro –, ante una polémica de espionaje político que surgió en la Transición, el maestro Álvaro Cunqueiro se quejaba de que era inútil hablar de democracia si siempre se estaba vigilando a los mismos, a los sospechosos habituales, para proponer: “Todos debemos ser escuchados clandestinamente”. Ese anhelo igualitario y democrático por fin lo han cumplido los teléfonos móviles y la tecnología del siglo actual, que no se pierden palabra de los que hablan solos, ni siquiera de los que lo hacen para el cuello de su camisa. Todo es recogido y procesado, en el mejor de los casos, con el fin de ofrecerle a usted ofertas personalizadas a sus gustos y ensueños. Lo que le ocurre a ese cerebro fisgón de silicio es que no distingue entre bromas y veras, las ironías y otros pequeños detalles no las entiende aún y lo mismo suelta usted un terrible juramento y, como la hache es muda, a las dos horas empieza a recibir propuestas de hoteles baratos en el entorno del antiguo puerto marítimo de Roma, con planes adjuntos de visitas guiadas por Ostia Antica, como si estuviera preparando una escapada. Claro que — como hemos vivido en el apagón — casi es peor cuando esa misma tecnología entrometida se queda muda y a nosotros nos deja ciegos. Ya comprobamos que no es baladí el asunto: sin electricidad prácticamente estamos cojos de las dos piernas y sordos ante el mundo, inválidos para desempeñar cosas tan elementales y necesarias como alimentar el hogar donde preparar nuestra comida, matar el tiempo ante una telenovela turca o “infoxicarnos” con las llamadas de atención del teléfono inteligente y su teletienda amazónica. Un corte de luz como el sufrido debería hacernos reflexionar sobre nuestra dependencia de la electricidad y tal vez animar a las autoridades competentes a implementar asignaturas en los institutos y cursos de desempleo sobre supervivencia sin kits de la comunidad europea, en vez de tanta ofimática y retoque de selfis. Aprender a sobrevivir en entornos informáticamente hostiles es una amenaza que a los optimistas les parece lejana, pero ya no es solo una posibilidad sino una coyuntura que ha pasado del dicho al hecho, y no por la inteligencia artificial, sino porque se va la luz, se apaga el sol y se nos enciende la noche en pleno día.

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