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Santo Domingo. — En el viaje del embarazo, el obstetra no es únicamente un doctor. Es un confidente, guía emocional y apoyo incondicional.
Así lo asevera Luis Manuel de Jesús, ginecólogo-oncólogo y obstetra, quien asegura que el cuidado de una mujer embarazada va mucho más allá de las citas mensuales y las ecografías. Es un acompañamiento emocional que inicia con el primer latido fetal y finaliza con el primer llanto del bebé… e incluso a veces, después.
“La paciente se vuelve alguien muy cercano, como una hermana. Le decimos: ‘Llámame para cualquier cosa, por mínima que parezca’, ya que a veces esos detalles mínimos pueden ser señales importantes.”
En sus propias palabras, el obstetra se convierte en “el amigo disponible por WhatsApp las 24 horas, los 7 días de la semana”, pues entiende que en ese proceso de gestación surgen miedos, dudas y emociones difíciles de manejar sin una red de apoyo firme. Y con frecuencia, esa red empieza con el propio médico.
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De Jesús subraya que el embarazo transforma todo el cuerpo y la mente de la mujer. Desde cambios físicos como las estrías y la pigmentación, hasta alteraciones emocionales profundas.
Ese acompañamiento cercano se convierte en un bálsamo ante los cambios hormonales y emocionales.
“La seguridad que proporciona un médico empático ayuda a derribar los miedos que muchas traen desde niñas, cuando solo escuchar la palabra ‘hospital’ les generaba ansiedad”, afirma.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el parto humanizado como una atención “respetuosa, digna y de calidad”, que incluye la autonomía de la mujer, comunicación efectiva y acompañamiento continuo.
En República Dominicana, esta visión cobra cada vez más fuerza, aunque los desafíos persisten, sobre todo en el sistema público.
“El parto humanizado no se trata solo de evitar intervenciones innecesarias, sino de crear un ambiente donde la mujer se sienta cómoda, empoderada y segura”, explica De Jesús.
Para lograrlo, destaca el rol de la psicoprofilaxis del parto, una preparación que abarca tres pilares: la parte teórica (educación sobre el embarazo, parto, lactancia y posparto), la parte emocional (manejo del miedo y los tabúes) y la parte física (ejercicios y preparación corporal).
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Esta formación es útil incluso para quienes tienen cesáreas programadas, ya que el componente emocional y el conocimiento del proceso aportan seguridad.
Aunque la visión del parto humanizado se ha ido abriendo paso, De Jesús reconoce que en la red pública de salud su aplicación completa aún es difícil.
“Es complicado hablar de privacidad y comodidad cuando hay 10 parturientas en la misma sala, a veces hasta dos por cama”, denuncia.
“Ahí se pierde el espacio íntimo que este tipo de parto necesita y aumenta el riesgo de contagio.”
Sin embargo, afirma que sí es posible implementar algunas herramientas de humanización, como la orientación emocional y física durante el embarazo, incluso en entornos limitados.
Una escena que se hizo viral en redes sociales mostró al doctor De Jesús cantando a una paciente durante una cesárea, antes de entregarle a su bebé en brazos.
Un gesto que, más allá del simbolismo, tiene un impacto real en la paciente. “Eso le transmite seguridad”, dice.
El acompañamiento emocional no termina con el nacimiento del bebé. También se extiende al posparto, una etapa que muchas veces queda desatendida, pero que es crucial para el bienestar físico y mental de la madre.
Luis Manuel de Jesús invita a la sociedad y al sistema de salud a mirar más allá del rol técnico del obstetra.
“No somos solo quienes asistimos el parto; somos compañía, apoyo emocional, aliados en un momento sagrado. Y eso debería ser un estándar, no una excepción”, concluye.
En un país donde todavía muchos partos ocurren en condiciones de hacinamiento o bajo modelos rígidos, propuestas como la de este médico son un recordatorio de que la medicina más humana no siempre precisa grandes recursos, sino disposición, empatía y voluntad.
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