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El cambio climático ya no es solo un asunto ambiental o económico. Cada vez más investigaciones científicas confirman que sus efectos están poniendo en peligro la salud de millones de personas en el mundo. Más allá de las sequías, tormentas y el aumento del nivel del mar, el cuerpo humano — y especialmente la mente — están pagando un precio silencioso, pero creciente.
Y República Dominicana, uno de los países más vulnerables al cambio climático según el Índice de Riesgo Climático Global de Germanwatch, no está exenta de esta amenaza.
Enfermarse por el clima: una realidad constatada.
Las olas de calor extremo, las lluvias torrenciales y la alteración de los ecosistemas están facilitando la propagación de enfermedades transmisibles. El dengue, el zika y el chikungunya — enfermedades transmitidas por mosquitos — se han vuelto más frecuentes e intensas en la región del Caribe. Los cambios en los patrones de lluvia y temperatura crean ambientes más propicios para la reproducción de estos vectores, extendiendo su presencia a zonas antes seguras.
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Asimismo, la inseguridad alimentaria producto de sequías prolongadas y tormentas que destruyen cultivos afecta especialmente a poblaciones rurales. Esto conlleva un aumento de la desnutrición, sobre todo en niños, y un mayor riesgo de enfermedades gastrointestinales debido a la contaminación del agua.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que entre 2030 y 2050, el cambio climático causará aproximadamente 250,000 muertes adicionales por año por desnutrición, malaria, diarrea y estrés por calor, si no se adoptan medidas urgentes.
Menos visible, pero igualmente alarmante, es el impacto en la salud mental. El término “ecoansiedad” — definido como la angustia crónica ante el colapso ambiental — se ha popularizado entre jóvenes en todo el mundo. Estudios publicados en The Lancet Planetary Health revelan que más del 60% de los jóvenes de 10 países encuestados se sienten muy preocupados por el cambio climático, y muchos reportan sentimientos de impotencia, tristeza y culpa.
En República Dominicana, comunidades que han sufrido pérdidas materiales por huracanes como María o Fiona enfrentan además síntomas de estrés postraumático, ansiedad y depresión. Las personas desplazadas de zonas costeras o rurales por la subida del mar o el deterioro de los suelos agrícolas también experimentan un sentimiento de pérdida de identidad, aislamiento y desesperanza. El impacto psicológico de ver desaparecer una casa o una forma de vida a causa del clima es profundo y duradero, y el sistema de salud dominicano aún no está preparado para atender esta dimensión emocional del cambio climático.
República Dominicana ha dado pasos importantes en materia de resiliencia climática, como la implementación del Plan Nacional de Adaptación y la inclusión del componente de salud en su política climática. Sin embargo, los sistemas de salud aún no están adecuadamente preparados para responder a los efectos del cambio climático, especialmente en el área de salud mental. Es necesario fortalecer la vigilancia epidemiológica, capacitar al personal sanitario y, sobre todo, integrar la dimensión emocional en la atención primaria. No se puede seguir viendo el cambio climático como un problema del futuro: sus consecuencias ya están presentes en la vida cotidiana de muchas personas.
¿Qué se puede hacer?
La evidencia es clara: el cambio climático afecta la salud. Pero también existen soluciones. Invertir en sistemas de salud resilientes, promover campañas de educación climática con enfoque psicosocial, y reducir las emisiones a nivel global son acciones urgentes y necesarias.
A nivel individual, cuidar el medioambiente es también cuidar la salud: usar menos plásticos, optar por transporte sostenible, plantar árboles o simplemente hablar sobre estos temas puede marcar la diferencia.
Porque en el fondo, proteger al planeta es protegernos a nosotros mismos.
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