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Robert Prevost ha vivido un tercio de su vida en Estados Unidos, y el resto entre Europa y América Latina. El recién electo papa Robert Francis Prevost estuvo en República Dominicana, específicamente en La Vega, en el 2004, donde entregó un reconocimiento como prior general de la orden de San Agustín. Este reconocimiento se le dio a Gladys Altagracia García, de La Vega, a quien se afilió a la orden de San Agustín, considerando los 50 años de la comunidad agustiniana en el país y el “generoso servicio y colaboración” de la dama, quien justo este 8 de mayo cumplió un año de fallecida. La entrega consistió en un reconocimiento firmado por el ahora papa León XIV.
Su reputación de moderado y de constructor de puentes será fundamental en un momento de mucha división en la Iglesia. El 2004 no fue la única vez que el nuevo papa León XIV visitó República Dominicana. Según una fuente, vino “tres o cuatro veces” a La Vega, invitado por la orden agustiniana.
“Mucho por hacer”
Prevost ha pasado un tercio de su vida en Estados Unidos, y el resto entre Europa y América Latina, una de las periferias del mundo de donde también provenía el argentino Jorge Mario Bergoglio. El diario italiano La Republica lo calificó como “el menos estadounidense de los estadounidenses” debido a la moderación de sus palabras.
La idea de un papa estadounidense estuvo descartada por siglos en Roma, ya fuera por la distancia –estaban tan lejos que a menudo llegaban tarde a los cónclaves– o por decisiones geopolíticas. Según el sitio especializado Crux, tener un pontífice de la primera potencia mundial hacía temer también que la CIA pudiera tener influencia en la Iglesia.
Arzobispo emérito de Chiclayo, a unos 750 km al norte de Lima, Prevost obtuvo la nacionalidad peruana en 2015. Dejó Perú para unirse al gobierno vaticano, donde dirigió el importante dicasterio para los Obispos, que tiene la función de aconsejar al papa sobre los nombramientos de los jerarcas de la Iglesia.
Tras el fallecimiento de Francisco, Prevost afirmó que aún quedaba “mucho por hacer” en la transformación de la Iglesia. “No podemos detenernos, no podemos retroceder. Debemos ver cómo el Espíritu Santo desea que la Iglesia sea hoy y mañana, porque el mundo de hoy, en el que vive la Iglesia, no es el mismo que el mundo de hace 10 o 20 años”, dijo el mes pasado a Vatican News. “El mensaje siempre es el mismo: proclamar a Jesucristo, proclamar el Evangelio, pero la forma de llegar a las personas de hoy, los jóvenes, los pobres, los políticos, es diferente”, añadió.
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