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La disparidad en el acceso al deporte en Latinoamérica: un llamado a la acción

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El 65% de los latinoamericanos no se ejercitan de manera regular.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Cada 6 de abril se conmemora el Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz, una fecha que subraya el poder transformador de la actividad física como motor de cohesión social, inclusión y bienestar. Este año, el lema global “Igualando el terreno de juego” cobra especial relevancia en América Latina, una región donde el acceso al deporte y al ejercicio regular aún se caracteriza por marcadas desigualdades de género, edad y nivel educativo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) resalta que la inactividad física es el cuarto factor de riesgo de mortalidad más relevante a nivel global y que su incremento en muchos países ha impactado significativamente en la prevalencia de enfermedades no transmisibles (ENT) y en la salud general de la población mundial.

Un estudio global reciente, elaborado por la red WIN, a partir de más de 34.000 encuestas en 39 países, ofrece una radiografía precisa de los hábitos de actividad física en el mundo. Los resultados indican que, si bien la práctica de ejercicio crece gradualmente a nivel mundial (del 37% en 2018 al 43% en 2025), persisten importantes barreras para millones de personas.

En América Latina solo el 35% de la población declara realizar actividad física con frecuencia, muy por debajo del promedio global (43%), lo que la posiciona como la región menos activa del estudio. El 65% de los latinoamericanos no se ejercitan de manera regular.

Las brechas son múltiples. Las mujeres y las personas mayores de 65 años son los grupos más inactivos. Pero el factor más determinante es la educación: solo un 18% de quienes tienen bajo nivel educativo se ejercita con frecuencia, frente a un 53% entre quienes tienen formación superior.

Entender qué impulsa a las personas a hacer ejercicio también ayuda a diseñar políticas más efectivas. Diversos estudios en la región revelan que la principal razón para ejercitarse es la mejora de la salud, seguida del bienestar emocional y el deseo de sentirse bien, más que por razones estéticas. En Colombia, por ejemplo, investigaciones académicas han descubierto que hombres y mujeres comparten como primera motivación la diversión, pero difieren en otras: las mujeres priorizan sentirse bien consigo mismas y cuidar su figura, mientras que los hombres tienden a enfocarse más en la competencia y el rendimiento físico. Adicionalmente, la salud mental emerge con más fuerza como motor de la actividad física, especialmente en contextos urbanos donde el estrés diario genera una necesidad de descarga y regulación emocional.

El mito de la falta de tiempo también se desvanece: según los datos, las personas que trabajan o estudian son las más proclives a ejercitarse, lo que sugiere que el deporte es también una cuestión de oportunidad, motivación y entorno.

Los promedios regionales esconden importantes diferencias. Paraguay (53%), México (50%) y Argentina (44%) lideran la región, seguidos de Perú (32%), mientras que Brasil, Chile y Ecuador muestran niveles cercanos al 25%. En todos los países los hombres se ejercitan más que las mujeres, pero en Perú la brecha de género es especialmente marcada.

Esto puede deberse a múltiples factores: desde roles tradicionales que restan tiempo libre a las mujeres, hasta la inseguridad en el espacio público y estereotipos que aún asocian el deporte con lo masculino. También influye cómo se percibe y declara el ejercicio: muchas mujeres realizan actividad física vinculada a tareas domésticas o de cuidado, como caminar largas distancias, pero no la registran como tal.

Un dato llamativo es el vínculo con las mascotas. El estudio demuestra que las personas que tienen animales, especialmente perros, son más propensas a ejercitarse: los paseos se convierten en un hábito saludable que promueve la vida activa incluso entre quienes no van al gimnasio.

En Argentina los datos muestran una evolución positiva: la actividad física frecuente creció del 36% en 2021 al 44% en 2025. El incremento se explica principalmente por los residentes de la Ciudad de Buenos Aires, que lideran los niveles de ejercicio del país. Sin embargo, la brecha por nivel socioeconómico y educativo es notable.

En contraste, Brasil experimenta un retroceso alarmante. La tasa de actividad física descendió del 36% en 2021 al 27% en 2025. Según especialistas, esto se debe a una combinación de factores: el aumento del costo de vida, que limita el acceso a gimnasios y deportes pagos; la pérdida de hábitos adquiridos durante la pandemia, y la desigualdad estructural en el acceso a espacios y programas deportivos. Actualmente, el 72% de los brasileños no hace ejercicio regularmente.

La importancia del deporte no se limita a sus beneficios para la salud física o mental. Cuando es accesible, puede ser una herramienta poderosa de transformación social. La Fundación Espartanos, en Argentina, es un ejemplo de ello: trabaja con personas privadas de libertad a través del rugby, promoviendo valores como el respeto, el trabajo en equipo y la superación personal. Su historia fue retratada recientemente en una serie documental de Disney+, lo que ayudó a visibilizar su impacto.

También son destacables las iniciativas estatales. El programa Deporte para la Inclusión Social del Ministerio de Turismo y Deporte de Argentina lleva actividades físicas a barrios vulnerables del país, generando espacios de contención, formación y derechos. En Brasil, el programa Segundo Tempo busca garantizar el acceso al deporte a niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad, reforzando la escuela pública como ámbito de inclusión.

Estas iniciativas demuestran que, con voluntad política, el deporte puede ser mucho más que recreación: puede ser un instrumento de ciudadanía, resiliencia y equidad.

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Los datos son contundentes: el acceso al deporte sigue siendo profundamente desigual en América Latina. Aunque se han logrado avances, millones de personas — especialmente mujeres, personas mayores y con bajos recursos — continúan al margen.

El estudio deja una conclusión clara: el deporte tiene el poder de unir, inspirar y transformar, pero eso solo será posible si nadie queda excluido. América Latina requiere políticas públicas sólidas, espacios seguros, campañas culturales y programas comunitarios que igualen el terreno de juego. Porque cuando el deporte es para todos, la sociedad en su conjunto gana.

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