Internacionales Primera Plana

León, Atila y Trump

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Cuando el estadounidense (y peruano) Robert Francis Prevost se asomó al balcón de San Pedro el jueves pasado, cubierto una vez más con esclavina y estola, ...

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Cuando el estadounidense (y peruano) Robert Francis Prevost se asomó al balcón de San Pedro el jueves pasado, cubierto una vez más con esclavina y estola, … parecía haber recuperado la tradición de Benedicto XVI y sus antecesores, interrumpida por Francisco en 2013. Sin embargo, cuando se anunció que había elegido el nombre de León, aquella imagen me recordó más al Papa San León I el Magno (390-461), quien, en el año 452, acudió a las afueras de Roma, con todas sus vestiduras papales, al encuentro del rey de los hunos, Atila. Le exhortó severamente a respetar la ciudad del Tíber y la vida de sus habitantes, a pesar de que este ya había destruido y asolado muchas otras poblaciones del norte de la península itálica. Aquel encuentro, entre la leyenda y la historia, fue inmortalizado durante el Renacimiento por Rafael en un cuadro que se conserva en el Museo del Vaticano.

Es probable que Prevost no adoptó el nombre de León por el legado de aquel Papa en particular, sino más bien por la figura de León XIII, quien inauguró la doctrina social de la Iglesia con la publicación de ‘Rerum Novarum’ en 1891. Aquel documento sirvió también de arquetipo para el resto de las encíclicas sociales redactadas hasta la fecha. En resumen, todas ellas critican en partes iguales tanto la falta de libertad y el empobrecimiento a los que los modelos marxistas conducen como el capitalismo salvaje, que genera flagrantes desigualdades sociales y concibe al ser humano como una mera mercancía. Valga recordar, por cierto, que el origen del grupo Mondragón -fundado por el cura José María Arizmendiarrieta- sentó sus bases en gran medida en el pensamiento socialcristiano iniciado por León XIII.

A nadie se le escapa que León XIV, al igual que Francisco, mantendrá una postura muy crítica respecto a la política migratoria de Estados Unidos y de otros países desarrollados, así como frente a cualquier exceso de liberalismo económico que ahonde en más injusticias sociales. Su labor como misionero y obispo en Perú, donde tuvo contacto directo con muchas familias humildes -parte de cuyos miembros se han visto obligados a viajar a Estados Unidos o Europa-, muy probablemente reforzó su sensibilidad hacia el fenómeno migratorio.

Donald Trump pudo ignorar a Francisco más o menos cuantas veces quiso, pero lo tendrá mucho más difícil ante su compatriota León XIV. Es cierto que la secularización avanza paulatinamente también en Estados Unidos. Sin embargo, el voto del electorado católico más practicante ha sido decisivo para las victorias del Partido Republicano durante los últimos comicios. En el pasado, el voto católico estadounidense era eminentemente demócrata -en los tiempos de la familia Kennedy, por ejemplo- pero ya no. Un conflicto abierto, enconado y duradero entre Trump y el Papa de Chicago, a causa del tema migratorio u otro, podría erosionar la popularidad del presidente y debilitar los apoyos del Partido Republicano, especialmente entre los millones de católicos practicantes. No importa que parte del clero y de millones de fieles se hayan deslizado en los últimos años hacia el conservadurismo religioso y político. Entre Dios y el César cabe pensar que elegirán al primero.

En los inicios de la presidencia de Ronald Reagan, informes confidenciales -conocidos como los ‘Documentos de Santa Fe’- señalaban a la Iglesia Católica como uno de los principales obstáculos para los intereses del país en América Latina, debido a su enconado compromiso por los más pobres y al auge de la Teología de la Liberación. Algo parecido podría volver a ocurrir.

La presencia pública de la religión sigue siendo un factor crítico en Estados Unidos. Es, de hecho, inimaginable que un candidato presidencial no sea creyente -en especial cristiano-, aunque sea de forma tibia, como parece ser el caso del actual inquilino de la Casa Blanca. Estados Unidos fue el primer país aconfesional del mundo, tal como se consagró en la Primera Enmienda de su Constitución, fechada en 1791, con el fin de acoger y no discriminar la multiplicidad de iglesias cristianas presentes en las antiguas colonias inglesas. Además, la costa Este fue colonizada, durante los siglos XVII, XVIII y XIX, por minorías religiosas con un fuerte componente fanático que huían de las persecuciones de Europa, como puritanos y congregacionalistas ingleses o católicos irlandeses, entre otros muchos. Buena parte de aquella cultura religiosa y política permanece todavía latente en el acervo de EE UU.

Atila fue el hombre más poderoso de su tiempo: había logrado grandes victorias y contaba con un ejército poderosísimo a las puertas de Roma. Para su sorpresa, el Papa León se presentó ante él desarmado, solo con sus vestiduras sagradas y hablándole en nombre de Dios. La conversación entre ambos debió de ser breve. Atila dio media vuelta y no volvió a acercarse a Roma. ¿Cómo reaccionará Trump ante este nuevo Papa León?

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