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Santo Domingo.- El impacto de la tecnología en la vida diaria ha modificado profundamente las relaciones personales. Las redes sociales, las aplicaciones de citas y las herramientas de mensajería instantánea han alterado la manera en que nos comunicamos, conectamos y mantenemos nuestros vínculos afectivos.
Liamell Núñez, de 24 años, comenta: “Las redes sociales tienen su lado bueno y su lado malo. Por un lado, nos mantienen informados y nos entretienen; pero por otro, cuando me junto con amigos o familiares, ya no hay una comunicación constante porque todos están con el celular. La comunicación se pierde y no se puede convivir”.
El auge de aplicaciones como Tinder o Bumble ha abierto nuevas oportunidades para conocer personas fuera del círculo habitual. La mensajería instantánea y las videollamadas permiten mantener una comunicación constante, incluso a larga distancia.
Asimismo, el uso de emojis, stickers y notas de voz aporta nuevas formas de expresión emocional, nunca antes vistas en la historia de las relaciones humanas. Sin embargo, este entorno digital también ha impulsado la llamada “cultura del swipe”, que puede derivar en relaciones superficiales o efímeras, muchas veces basadas únicamente en la apariencia.
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La visibilidad de las interacciones en redes sociales también puede generar celos y desconfianza, y el intercambio de mensajes breves corre el riesgo de sustituir las conversaciones profundas y significativas.
Plataformas como WhatsApp y Facebook han posibilitado que familias dispersas geográficamente mantengan un contacto fluido y ofrezcan apoyo emocional inmediato. A través de un simple mensaje o videollamada, los miembros pueden compartir logros, resolver urgencias o brindar contención.
Sin embargo, el uso excesivo de dispositivos durante las reuniones familiares puede afectar la calidad del tiempo compartido en el hogar. A esto se suma la brecha generacional: muchos adultos mayores quedan al margen de estas dinámicas por desconocer las herramientas tecnológicas más recientes.
Las redes sociales han facilitado la recuperación de viejas amistades y permiten organizar actividades grupales mediante calendarios compartidos y chats temáticos. Esto ha fortalecido comunidades y ha facilitado la coordinación de planes en tiempo real.
Por otro lado, preocupa a los psicólogos sociales la fragilidad de algunas amistades virtuales, construidas sobre interacciones esporádicas y sin un vínculo emocional profundo. La constante comparación con las vidas idealizadas que otros muestran en sus perfiles puede alimentar sentimientos de envidia, soledad o baja autoestima.
La tecnología no es buena ni mala en sí misma, pero requiere un uso consciente. El desafío de nuestro tiempo radica en aprovechar sus ventajas para estrechar los lazos, sin permitir que reemplacen la autenticidad, la intimidad y el contacto cara a cara: pilares fundamentales de toda relación humana.
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