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Toxinas. Un nuevo enfoque ha venido a perturbar el ambiente, presentándolo como una enfermedad. Estos tiempos. La difusión de puntos de vista presentados como hechos probados es un gran riesgo.
En los últimos meses, el debate internacional sobre el autismo ha experimentado un cambio de rumbo. Sectores con un poder de influencia mundial incuestionable comienzan a abandonar el enfoque basado en evidencia para adoptar teorías sin aval científico.
De acuerdo con estas teorías, el autismo es epidémico y se debe a “toxinas ambientales”; una enfermedad, en resumen.
Como tal, es evitable, por lo que los recursos dedicados a la investigación se han reorientado según esta perspectiva que, de antemano, descarta que el aumento de los casos de autismo conocidos se deba a un mejor diagnóstico.
La reticencia a discutir seriamente los factores etiológicos del espectro y cualquier otra opinión diferente a la de las toxinas ambientales, viene acompañada de un retroceso en la valoración de la persona autista. Se infravaloran sus capacidades y se la presenta como hace más de un siglo se presentaba a quienes tenían alguna discapacidad: como una carga para la sociedad y para el Estado.
Quienes han seguido la evolución histórica de la discapacidad saben cuánto ha habido que luchar para alcanzar el modelo social y de derechos que hoy prevalece, sin que esto implique unanimidad en el enfoque. Las posiciones mencionadas son una muestra de lo que queda por lograr.
La idea de las vacunas
Hasta hace relativamente poco tiempo, figuras relevantes de la hipótesis de las toxinas ambientales sostenían que el autismo era provocado por las vacunas, una opinión desacreditada por la comunidad científica por carecer de fundamento, lo que no ha evitado su influencia, incluso en la República Dominicana.
En la actualidad, una cantidad considerable de recursos financieros se están invirtiendo en los Estados Unidos en una supuesta investigación de las causas del autismo que deberá rendir su informe en el próximo septiembre.
Décadas de investigación sobre las causas genéticas del autismo han sido descartadas en beneficio del protagonismo de cuestiones como el moho, los aditivos alimentarios y la obesidad de los padres.
Estas ideas no son disruptivas. Personas de las cuales los propagandistas actuales de causas ajenas a la complejidad neurológica son herederos, sostuvieron en la década de los años cuarenta que el autismo era provocado por las llamadas “madres nevera”, distantes y poco propensas a tratar a sus hijos con amor. Como puede verse, las teorías pseudocientíficas se encadenan y llegan hasta nuestros días.
Las nuevas tecnologías contribuyen a la difusión de estas teorías erróneas y de los bulos que generan. En esto radica su riesgo, tanto para el abordaje científico del espectro autista como para el enfoque social de derechos.
Muy probablemente, lo que sea que resulte de la “investigación” mencionada encontrará un expandido eco en los medios de comunicación y en las redes sociales favorables a teorías no comprobadas o demostrablemente erróneas.
Departamento de Comunicación del CAID
Las fuentes acreditadas deben prevalecer
Riesgos. Para evitar la confusión que pueden provocar las distorsiones del tema, es recomendable acudir siempre a fuentes acreditadas, desechando lo que circula por canales informales.
Aunque no establezcamos una conexión inmediata, cosas que suceden en otros países pueden sesgar nuestra forma de pensar, sobre todo cuando cuentan con un fuerte respaldo político, económico y mediático.
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