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¿Por qué las parejas evitan tener hijos? Una doctora analiza las posibles razones

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Optan por vivir su vida sin responsabilidades familiares, dejando de lado su maternidad", subraya la Dra.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

“El Centro de Estudios Demográficos (CED) de la Universidad Autónoma de Barcelona indica en sus informes que entre el 9 y 10 % de los adultos en España, de 40 a 45 años, viven en pareja sin descendencia”, destaca la Dra. Carmen Sala Salmerón.

“Además, en un 15 % de los hogares ya no residen familias con niños y niñas”, refuerza la ginecóloga y obstetra de la Clínica Gine-3 de Barcelona, experta catalana en calidad de vida femenina.

“Estos datos señalan dos cosas: que ha disminuido de forma impactante el número de nacimientos y que l@s ginecólog@s nos hemos quedado sin partos, por lo que cuando vemos a una mujer embarazada nos alegramos un montón”, dice con una sonrisa genuinamente triste.

Aún así, el año 2024 ha mostrado datos mínimamente esperanzadores.

Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), los nacimientos en España aumentaron un 0,4 % (322.034), 1.378 más que en 2023, año que cerró un decenio a la baja con un 24,12 % acumulado.

Asimismo, en 2024 se ha observado un nuevo retraso en la edad materna: el número de madres con cuarenta años o más ha alcanzado el 10,4 % (en 2014 la cifra era del 7,2 %).

Los últimos datos de Eurostat sitúan a España como el segundo país con la tasa de fertilidad más baja de Europa: 1,19 nacimientos por mujer en 2021, con un descenso de 3,3 % en 20 años.

Es una cifra que corrobora la tendencia de la Encuesta de Fecundidad de 2018 del INE.

No solo las tasas en fecundidad fueron de las más bajas del mundo (1,3 de hijos por mujer), sino que la edad media de las mujeres que daban a luz a su primer hijo se encontraba entre las más altas a nivel internacional (30,9 años).

Sin embargo, cabe destacar que la encuesta del INE también refleja que las españolas, en todas las franjas de edad, desearían tener o haber tenido dos hijos.

“A pesar de la levísima recuperación de los nacimientos en 2024 -dice la Dra. Carmen Sala- es innegable que sigue aumentando la tendencia del número de parejas que prefieren vivir su vida sin hijas o hijos”.

¿Y por qué las parejas no quieren tener hijos?

Es muy habitual en mi consulta ver a mujeres de entre 30 y 35 años con las que mantengo una conversación sobre sus anhelos de maternidad presente y futura.

Algunas me dicen que no desean tener descendencia y cuando les indico la posibilidad de crioconservar sus óvulos su respuesta es rotunda:

“Yo no quiero tener hij@s… Pero es tu deseo del ahora -expongo-… No, Carmen. No quiero tener hij@s”.

Las razones de estas mujeres, y también de sus parejas, son múltiples; pero la más importante gira en torno a una decisión personal, libre y seriamente meditada, especialmente ligada a su desarrollo profesional.

Las mujeres del siglo XXI obtienen títulos universitarios, másteres, prácticas remuneradas y, como consecuencia, la posibilidad real de firmar contratos laborales con expectativas de gran desarrollo profesional.

“Y esta satisfacción personal les coge con el pie cambiado, ya que su cuerpo se encuentra en la etapa de máxima fertilidad. Optan por vivir su vida sin responsabilidades familiares, dejando de lado su maternidad”, subraya la Dra. Sala.

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Otros factores contribuyentes que afectan a esta decisión son de tipo económico, social y cultural, como pueden ser el alto coste de la vida, la falta de vivienda a precios asequibles, el envejecimiento de la población o el propio rol de la mujer en la sociedad.

Por ejemplo, en generaciones anteriores, las hijas o los hijos “garantizaban” una vejez relativamente segura y confortable.

“Tanto era así que cuando una mujer no tenía descendencia se decía… ¡Ay, pobre! Y cuando sea mayor, ¿quién la cuidará?… A día de hoy tener hij@s no es una solución real para tu vejez.

Las parejas sin hij@s con doble ingreso o parejas “DINKS” (Dual Income No Kids, por sus siglas en inglés) acumulan patrimonio (ahorros, fondos, propiedades, etc.) para disfrutar de una vejez digna, ya que sus futuras pensiones de jubilación serán sustancialmente menores que sus ingresos actuales.

Asimismo, a muchas mujeres les aterran las dificultades de todo tipo ante la gestación y la crianza de sus futuros bebés.

“Que si no puedes comer sushi, cuidado con tu gato, ni una cerveza ni una copita de vino, alerta máxima a las infecciones sexuales… ¡Entre todos y todas tenemos amargadísimas a las mujeres antes, durante y después del embarazo!”

Luego llegan las comadronas y explican las enormes ventajas de la lactancia materna, como es lógico y profesional.

“Pero no es razonable que haya mujeres dando el pecho a niños y niñas de hasta tres años de edad, con sus dientes bien desarrollados. Ciertas modas no pueden imponerse con la afirmación previa de sí o sí por el bien del bebé”, plantea la ginecóloga.

En este sentido, con el paso de los años, en esta época que se vive del postureo social, ya no se puede regañar a tus hijas o hijos.

“Ni siquiera un azote a tiempo (toquetazo en la nalga con la mano)… ¡Mi madre me dio unos cuantos y todavía recuerdo los que recibí con el trapo de la cocina… Y aquí estoy… ¡Soy médica, empresaria, madre de dos hijos, abuela y una mujer feliz!

¡Gracias mamá por los zapatillazos y gracias mamá por el trapo de cocina con el que conseguiste que depusiera mi actitud a la hora de colaborar en las tareas diarias de la casa!… ¡Oye, tú, qué rápido ponía la mesa para comer!

Hoy en día, l@s adolescentes faltan el respeto a sus madres y padres… Les cuestionan y les gritan, incluso les maltratan físicamente… Y conozco casos de niñas, según me cuentan sus madres, que deciden la hora en la que terminan sus fiestas; sexo, el que quieran; alcohol y drogas, al gusto…

Y añado de mi cosecha que faltan yayos y yayas (abuelos o abuelas), una figura familiar fundamental en el desarrollo de las niñas y los niños.

Es un personaje que tiene una gran paciencia, que sabe regañar con astucia y que era absolutamente respetado.

“Claro, con todos estos condicionantes económicos, sociales y culturales, a los que se unen otros motivos, entiendo perfectamente que las mujeres, y los hombres, se pongan ojiplátic@s y manifiesten: ¡Yo, por todo esto, no voy a pasar… Ni hablar del peluquín!

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