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¿Qué tal, albacea de Santiago Estrella Veloz?

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Santiago Estrella Veloz publicó varios libros, entre ellos "Los Inolvidables", "Las canciones del miedo", "Igual que antes", y "Donde mueren los pájaros y otras historias".

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Albacea. Esa fue la palabra que vino a mi mente el día de su deceso. Era lunes 8 de mayo de 2017.

Santiago Estrella Veloz publicó varios libros, entre ellos “Los Inolvidables”, “Las canciones del miedo”, “Igual que antes”, y “Donde mueren los pájaros y otras historias”. El ensayo “Memoria de un periodista con memoria” y la novela “Solo falta que llueva”.

Hay recuerdos que son imborrables. Santiago Estrella Veloz era culto, leía mucho, muy divertido, anecdotario y gran contertulio. Entre la sala de redacción de la última etapa de la revista (A)hora — ubicada entonces en la Plaza Metropolitana — y conversaciones espaciadas al calor de unos cuantos cafés en la cafetería de la librería Cuesta nos conocimos muy bien.

Yo le decía, en broma, que tenía nombre de los famosos jefes tribales de América del Norte, como Toro Sentado, Caballo Loco, Nube Roja, Pequeño Cuervo, Halcón Negro, Dos Lunas, Águila Blanca, Cuchillo Desafilado. O, Lluvia en la Cara.

Estrella Veloz no era un apache, cherokee o cheyenne, de Estados Unidos. No tenía sangre de los sioux norteamericanos corriendo por sus venas. O hablaba Siouan, que era la lengua de los nativos que vivían al oeste del río Missouri. Nació en Moca, provincia Espaillat, en 1942. — Y vaya coincidencia, Moca fue un cacique súbdito de Maguá, que residía en la loma del Ciguay en lo que hoy es Villa Trina — , pero Santiago hablaba, escribía y pensaba en español.

Una tarde, mientras nos tomábamos una taza de nuestro último café me habló de su larga trayectoria en distintos medios de comunicación. Trabajó en el periódico La Nación, Listín Diario y en la agencia norteamericana de prensa United Press International (UPI).

No olvido un escrito publicado por Santiago Estrella Veloz el viernes 26 de abril de 2013, con el título “Cuando conocí a Rafael García Romero”.

En ese artículo cuenta él: a Rafael García Romero lo conocí en el año 2001, cuando ingresé a la revista (A)hora como Editor Ecológico. Confieso que de inmediato admiré la sagacidad e inteligencia del escritor, que entonces se desempeñaba como Editor Literario de dicha publicación.

Si bien no hemos mantenido una amistad “de juntas y de tragos”, como diría un español amigo, sí puedo afirmar que la nuestra ha sido profunda, a tal punto que en una oportunidad le dije que sería mi albacea literario, lo que ratifico nuevamente, para que quede escrito.

He analizado su personalidad y me parece que es una persona buena, un poco reservada, pero que no vacila a la hora de enseñar u orientar a cualquier periodista novato que lo requiera. Porque Rafael García Romero es un verdadero Profesor de Literatura, con mayúsculas, aunque más acertadamente sería decir que es un Educador, también con mayúsculas, porque en nuestro medio profesores hay muchos, pero educadores, pocos.

Es una coincidencia que estudiáramos, en diferentes épocas, en el Colegio Cristóbal Colón, con los queridos profesores Luis Encarnación Nolasco, un genio de las matemáticas, quien era el director; Félix Medina, Otilio Mercedes Sandoval, Leonel Fernández y Mario Holguín, entre otros.

El profesor Encarnación Nolasco murió ahogado hace muchos años, por los lados de La Caleta, donde una ola al parecer lo arrastró hacia el Mar Caribe, mientras pescaba.

En ese Colegio encontró techo el Teatro Experimental Popular (TEXPO) fundado por el escritor Ignacio Nova en 1975, cuando era un adolescente. En el Cristóbal Colón, extensión Domingo de los Santos, salón de clases 4to. de la secundaria, impartió docencia el ex presidente Leonel Fernández, quien en una foto aparece con pantalón blanco y camisa mangas largas floreada.

Son muchos los que deben agradecer a Rafael García Romero sus enseñanzas, pues ha sido orientador de jóvenes en talleres literarios, mediante charlas, conferencias o simples recomendaciones personales para que aprendan a escribir y utilicen como se debe el idioma español.

En 1985 obtuvo el primer premio en el concurso de cuentos organizado por el ayuntamiento del Distrito Nacional y posteriormente, el primero y el tercer premios en el concurso de cuentos de Casa de Teatro, en 1987 y 1992, respectivamente. Es uno de los más destacados narradores de la Generación de los 80. Textos suyos aparecen en las antologías: “Novísima poesía dominicana”, de Igor Zamora, “De estos días”, “Hábeas Corpus”, “El movimiento interiorista”, de Bruno Rosario Candelier e “Islas en el sol. Antología del cuento cubano y dominicano”.

El Ministerio de Cultura le otorgó el Premio Nacional de Cuento José Ramón López por su libro “A puro dolor y otros cuentos”; y en 2007 su cuento “Un hombre, Claudia y los recuerdos felices” figura en la antología de cuentistas latinoamericanos “Contar es un placer”, de Emmanuel Tornés.

Hace poco leí en el libro “Ejercicio de crítica y apreciación literaria”, de Manuel Matos Moquete un comentario donde el crítico califica a Rafael García Romero de “narrador avezado” y agrega en ese comentario que hace de su novela “Ruinas”, que se trata de un escritor que conoce las posibilidades del oficio y sabe jugar con los matices de los acontecimientos y los personajes.

Yo, con lo poco que he leído de su literatura, entre ellos los libros “La sórdida telaraña de la mansedumbre”, “Memorias de Ricardo Valdivia” y su más reciente libro de relatos “Infortunios y días felices de la familia Imperios Duarte recordados con pusilánime ternura”, concuerdo con el comentario de Matos Moquete; y para mí es un orgullo ser colega y amigo de Rafael García Romero.

Albacea. Esa palabra la recuerdo ahora, en el mes aniversario de su fallecimiento, hace justamente 8 años.

Recuerdo cuando la revista (A)hora llegó a su final; y un día no volví a ver a Santiago Estrella Veloz en la redacción. Mantuvimos comunicación a través de su teléfono móvil y el correo electrónico, que usaba de manera profusa.

Yo conservo los últimos correos de él. Google ayuda a mantener vivos los recuerdos de los amigos, fotos y mensajes incluidos. No estoy enterado si tres libros inéditos que me envió en aquellos días — dos novelas y un libro de cuentos — , ya fueron publicados.

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