Salud

Raisa Almánzar: “Tengo un tumor cerebral, pero soy una bendición de Dios”

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Mientras preparaba todo para la operación de su marido, enfermó y, para su sorpresa, el motivo era un meningioma.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

La noticia de que a su esposo le había dado un infarto y enterarse después que requerían hacerle una cirugía a corazón abierto, llevó a la protagonista de esta historia a ser presa del estrés y “caer”. Mientras preparaba todo para la operación de su marido, enfermó y, para su sorpresa, el motivo era un meningioma. Hay quienes no sobreviven a lo que ella tiene, pero ha salido airosa. Ella es sencilla, humilde, trabajadora y una mujer de armas tomar. Su nombre es Raisa Almánzar. En noviembre próximo, cumplirá 25 años trabajando en LISTÍN DIARIO, medio que la ha acompañado en la dura prueba que le ha tocado enfrentar. La historia que hoy relata, se comenzó a construir a partir del año 2017. Ahí inició la cuenta de un rosario de situaciones, relacionado, más que todo, con la salud de ella y de su esposo, Francisco. Verla siempre por los pasillos de la empresa, tan sonriente, despista a cualquiera de imaginarse que la protagonista de este relato ha cargado con un gran peso, tan fuerte, que duró dos meses sin caminar, y más de dos años caminando a “cero milla”, como se dice en buen dominicano. Todo esto producto de un tumor en el cerebro que amenazó con arrebatarle, no sólo sus pasos y su voz, sino la vida. “¿Raisa, te gustaría contar tu historia?” Fue una pregunta que se le hizo un día cualquiera de esos en los que te topas con gente tan querida como ella, que no siempre ves. Con ademanes que delataban sus dudas, dijo que lo pensaría. Se puso como medio remolona, pero al decirle que su testimonio podía ayudar a otros, al menos a saber que ante la adversidad, es la fe y la fuerza de voluntad la clave para vencer los obstáculos. Con la cabeza asintió, y no se le dio chance a que se arrepintiera. “El martes a las 9:00 de la mañana te espero en la Redacción”. “¿De verdad?”. “Claro que sí”. No hubo que hablar más. Llegado el día, ahí estaba, con su sonrisa tímida, pero franca, más loca por irse que por quedarse, pero decidida a contar su historia. Eso sí, desde que encontró el primer pretexto ya quería irse, justificando su miedo con que estaba viendo que había trabajo. “No señor, camine…”. Ella sabe de qué son los puntos suspensivos. Doña Helmi cedió un espacio para la entrevista, y ahí la confianza brotó. “Realmente, nadie se imagina todo lo que he pasado, pero nunca he abandonado mi fe. Yo soy un milagro de Dios”. Sus ojos muestran su agradecimiento divino. No es para menos. Raisa vive con un “amigo indeseado”, como diría doña Norys Céspedes, en paz descanse. Sí. Tiene un tumor en el cerebro que no puede ser operado. Lo han logrado “frisar”, como dice ella, pero todavía la ciencia no garantiza que una cirugía abierta le preserve la vida. “Fue algo extraño. Te cuento que un día, estando yo trabajando, me llaman y me dicen que a mi esposo le dio un infarto y que se lo llevaban en ambulancia a una clínica. Ya tú sabes cómo me puse. Por su edad, un hombre joven, de cuarenta años y pico, era bien delicado todo. El caso es que le hicieron muchos estudios para saber el porqué, pues él no toma, no tiene ningún tipo de vicio, come saludable… y nada, lo que determinaron fue que había que hacerle una cirugía de corazón abierto”. La operación la pautaron para marzo del año 2017. Por ser Francisco hijo único, no tener a sus padres vivos y prácticamente, a ningún familiar cercano, Raisa debía asumir la planeación y el cuidado pre y postoperatorio. Encontrándose sumergida en los trámites para la cirugía fue que, uno de esos días, convulsionó al punto de perder el conocimiento. Su propio esposo llamó al 9-1-1 y la llevaron a una clínica. No trataron el evento como una fiebre normal, sino que le mandaron a realizar varios estudios. “Di con un buen neurocirujano, quien investigó a fondo hasta que se descubrió que tenía un meningioma (tumor en el cerebro)”. El compromiso que tenía con la salud del amado, la llevaron a dejar, para luego, la solución a su situación, pese al peligro al que se exponía. Con Dios, pudo esperar. Hoy es un milagro del Señor. Hasta en los momentos más difíciles, las madres suelen pensar primero en sus hijos y luego en ellas. En el caso de Raisa Almánzar no ha sido distinto. Con un diagnóstico que le jugaba en contra y la responsabilidad de seguir apoyando a su esposo con su situación de salud, sólo pensaba en el bienestar de sus vástagos, sobre todo, cuando, en una etapa de su enfermedad, perdió sus pasos. “Yo le pedía a Dios que por favor me dejara hasta que mi hijo mayor se hiciera, por lo menos, bachiller. Sabía que ya él estando grande podía encargarse del más pequeño, pues como tú sabes, mi esposo ya tenía una condición de salud”. Claro, Francisco, aun después de la cirugía, siguió trabajando, pero ella sabe que no es fácil mantener una familia con un sólo salario. El diagnóstico del tumor, en principio, no fue de temer para ella. Aunque sabía la magnitud del problema, estaba concentrada en que todo saliera bien con la cirugía de corazón abierto de su marido. A él lo operaron en marzo y ya en abril, con él más recuperado, Raisa estaba inmersa en la búsqueda de solución para ver qué podía hacerse en su caso. Las cosas se tornaban complicadas porque el ritmo de vida que llevaba, no estaba a su favor. Viviendo retirada del colegio de sus hijos y de su trabajo, cogía más lucha de la necesaria. “A veces se complicaban las cosas y llegábamos tarde, hasta que tuve que mudarme cerca, porque a decir verdad, vivíamos por San Isidro y salíamos como a las 6:00 de la mañana para poder llegar a tiempo”, Convenció a su esposo y pudieron cambiar de residencia con todo los gastos económicos que ésto representaba. Con fe y teniendo a sus hijos como inspiración para tener fuerza de voluntad y salir airosa, la protagonista de hoy, batallaba entre enfrentar un tumor en el cerebro y conseguir que el seguro le cubriera la opción que le daban para, al menos, frenar el crecimiento del meningioma. “El neurocirujano me dijo que, por la localización del tumor y el peligro que representaba, no podían hacerme una cirugía abierta. Es decir, no podían abrirme la cabeza para sacarlo porque corría el riesgo de quedar como un vegetal o morirme. De hecho, hay personas que no han sobrevivido a esto”. Lo dice dejando claro que se siente ser una hija privilegiada de Dios. Tanto es así, que nunca lloró durante todo este proceso. La opción que le dieron fue realizarse un procedimiento que, sin abrir, permitiera poner como una especie de freno al tumor. Se trata de una radiocirugía estereotáctica, un tratamiento con radiación altamente precisa que, al enfocarse directamente en el meningioma, destruye las células tumorales y detiene su crecimiento. Raisa, dentro de lo que cabe, estaba feliz por la solución que había para ella. “Pero cuando fui a buscar la autorización del seguro me dicen que no lo cubre. En una de las clínicas, decidieron ayudarme y sólo me iban a cobrar 500,000 pesos, yo que acaba de salir del gasto de la cirugía de mi esposo que, aunque tuvo cobertura, siempre hay un gran gasto. Hablé aquí, en mi trabajo (LISTÍN DIARIO), y me ayudaron a lograr que me cubriera, porque eran como 750,000 pesos. Me lo hicieron en junio”. No se cansa de agradecer a las autoridades del medio, porque también recibió un gran apoyo. Luego de que le hicieran el procedimiento. “Al mes, no aguantaba los dolores de cabeza, al punto de que duré un buen tiempo interna, no podía caminar y hablaba, como decimos los dominicanos, estropajoso. Así estuve como dos meses. Después comencé a dar mis pasos y duré como dos años caminando muy despacio. Tomaba muchos medicamentos y eso me hizo aumentar de peso. De 120 libras que tenía, pasé a tener cerca de 200. En ese momento estaba asustada, creía que era fin”. Sus hijos fueron su fuerza y aquí está, viviendo con un tumor, pero viva por la gracia de Dios.

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