Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
El grupo estadounidense designado por Israel reparte paquetes entre disparos y el caos
Civiles palestinos hambrientos, aguardando horas bajo el sol. Amontonados en perímetros alambrados, como jaulas, para recolectar cajas de comida para días; prácticamente, migajas. La escena, propia de un experimento macabro, marcó ayer el estreno de la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), la opaca organización estadounidense con respaldo israelí que, a través de contratistas privados -y dejando de lado a la ONU- se encargará de distribuir una ayuda limitada.
Pese a las críticas de agencias de la ONU, ONGs e incluso del director saliente de GHF, Jake Wood, quienes coinciden en que este mecanismo militarizado no cumple con los principios humanitarios básicos y cuestionan la cantidad de suministros que podrán proveer, el grupo ha empezado a repartir porciones de comida en dos de sus cuatro centros previstos.
A los puntos de Tal Al Sultan y el corredor Morag, en la zona sur de Rafah, llegaron a pie o en carros tirados por burros miles de gazatíes, incluidos niños. La urgencia de conseguir comida, frente al riesgo de hambruna, fue mayor que la preocupación por adentrarse en un área bajo control militar israelí o la posibilidad de controles de datos biométricos y otras revisiones.
En un comunicado, la Fundación declaró que al final de la tarde de ayer, sus empleados habían entregado unas “8.000 cajas de alimentos equivalentes a 462.000 comidas”, que alcanzarían para abastecer a “5,5 personas por 3,5 días”. Según fuentes humanitarias citadas por la agencia EFE, tres agencias internacionales vinculadas a Estados Unidos (identificadas como IHRC, Rahma y Multifaith Alliance) colaboraron en el primer reparto.
En fotos difundidas en redes y medios palestinos e israelíes -a falta de verificación independiente de la ONU-, se ha podido ver que los paquetes contenían arroz, pasta, harina, azúcar, sal, legumbres, aceite y comida enlatada. Otros vídeos también mostraron que el contenido de las cajas no era uniforme, con entre una y cuatro unidades repetidas de cada producto.
Mientras los detalles sobre el funcionamiento de este nuevo sistema militarizado de ayuda siguen siendo difusos, concretamente, una de las multitudes derribó la valla perimetral y se abrió paso a empujones y con desesperación en el punto de Tal Al Sultan, donde el ejército israelí afirmó que realizó “disparos de advertencia” para alejar a los civiles.
Sobre su actuación, la GHF admitió que “en un momento de la tarde el volumen de gente en [ese] ‘Centro de Distribución Segura’ era tal que nuestro equipo se replegó para permitir que un pequeño número de gazatíes tomara la ayuda de forma segura y se dispersara”. Unas imágenes catalogadas de “desgarradoras” por Stéphane Dujarric, portavoz del secretario general de la ONU, António Guterres.
Aunque los responsables de este nuevo plan de reparto prometen ir incrementando la entrega de ayuda, Jens Laerke, portavoz de la oficina humanitaria de Naciones Unidas (OCHA), consideró que la puesta en marcha de la GHF es “una distracción de lo que se necesita actualmente”, que es la reapertura de todos los cruces -que estuvieron totalmente bloqueados por Israel 78 días- y el ingreso irrestricto no solo de alimentos, sino de agua, gasolina y medicinas.
Para combatir la hambruna creciente, tampoco alcanzan los casi 700 camiones que, desde el lunes de la semana pasada, Israel ha permitido pasar por Kerem Shalom, lo que representa una fracción de los entre 500 y 600 vehículos de ayuda que se necesitan cada día, según las organizaciones sobre el terreno.
Otra inquietud es que este esquema de ayuda mínima contribuya al desplazamiento forzado de la población de Gaza -más de dos millones de habitantes-, como parte del plan de Israel para ocupar toda la franja. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) indicó ayer que esos traslados obligados por los ataques israelíes se han traducido en unos 616.000 palestinos desplazados desde que Israel rompió la tregua el 18 de marzo, casi 180.000 de ellos en los últimos diez días.
Con el 80% del territorio de Gaza sujeto a órdenes de desalojo o bajo control militar israelí, los civiles palestinos se enfrentan a “una situación imposible”, como señala Médicos sin Fronteras (MSF), que advierte del impacto físico y “un enorme desgaste psicológico”.
En este contexto, las hojas del calendario siguen pasando y vuelven a señalar otro triste hito: ya han transcurrido 600 días desde que Israel inició su brutal ofensiva en Gaza tras las masacres de Hamás en el sur del Estado hebreo. En la víspera, se alcanzó, además, otra cifra horrorosa. Con 79 muertos en 24 horas, la actualización diaria del Ministerio de Salud de Gaza superó el umbral de los 54.000 fallecidos por el asedio y los ataques israelíes desde el 7 de octubre del 2023, un número que no incluye ni a las decenas de miles de civiles bajo los escombros ni a las recientes víctimas del norte de Gaza, donde el cerco de Israel ha dejado desconectados a sus hospitales.
También son 600 días en cautiverio en condiciones inhumanas para 58 rehenes israelíes y extranjeros que siguen en poder de Hamás, de los que entre 20 y 23 se presumen con vida. Sin progresos palpables en las negociaciones indirectas de cese al fuego, una confusa declaración de Beniamin Netanyahu -que el lunes habló de un posible anuncio “hoy o mañana” para luego retractarse- ha avivado la indignación de sus familiares. Einav Zangauker, cuyo hijo Matan permanece secuestrado, acusó al primer ministro de someter a las familias a un “terror psicológico”.
Agregar Comentario