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La añoranza del trujillismo, la trampa del pasado

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Origina una memoria selectiva, "Memoria color de rosa".

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

¡Viva Trujillo! A sesenta y cuatro años de la caída del régimen, los elogios aún perviven. Cuando resurgen, lindan con lo cómico. Aunque efímeras, provocan una fingida empatía, emanada de quienes creen que Rafael Leónidas Trujillo sería el único capaz de solucionar los retos que encara la sociedad dominicana actual.

La nostalgia es una de las emociones más fuertes. Vincula con las raíces, la identidad, la cultura. Y puede ofrecer consuelo en tiempos de zozobra.

Una infancia recordada como un periodo libre de preocupaciones puede obviar conflictos familiares o estrés escolar y concentrarse solo en los juegos y momentos placenteros.

Pero también, esa propensión a idealizar el pasado, da lugar a creencias no del todo apegadas a los hechos. Origina una memoria selectiva, “Memoria color de rosa”.

Muchos opinan que las canciones de su juventud eran superiores a las actuales. Sin embargo, varios estudios sugieren que este afecto tiene más que ver con la asociación emocional que con la calidad de las canciones.

Otro motivo. Como cada cual tiende a considerar su etapa de formación como un punto de referencia ideal, al envejecer y la sociedad evolucionar, perciben esos cambios como amenazas a su estabilidad.

La narrativa nostálgica de “la era del Jefe” pasa por alto que cada época tiene sus propias características y formas de interacción.

Los problemas presentes se sienten con mayor intensidad porque se viven en tiempo real, mientras que los del pasado se robustecen con la distancia.

Los mitos también juegan su papel. Pero lo crucial es el efecto del “halo retrospectivo”. Ocurre cuando recuerdos positivos facilitan que toda una época se perciba mejor de lo que realmente fue.

Se parcializa y resalta el discurso de que durante la dictadura hubo “mayor seguridad, estabilidad económica…”, olvidando la represión, el luto, la sangre, el dolor; las víctimas, de la autocracia familiar gobernante de 1930 a 1961.

Al examinar, sin dejarnos llevar por ninguno de los dos extremos, fanatismo e intolerancia radical, descubrimos que los elogios al “generalísimo” están más vinculados a cómo se recuerda que a cómo realmente se vivió.

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