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Durante décadas, las orillas del río Ozama, en Santo Domingo, fueron sinónimo de marginación, contaminación y abandono. Asentamientos como La Ciénaga, Los Guandules y Las Lilas crecieron junto al río, en medio de precariedades, carentes de servicios básicos, con calles y callejones intransitables, viviendas precarias y sin acceso formal a infraestructura urbana.
Varias administraciones gubernamentales han puesto énfasis en minimizar el impacto urbano: Joaquín Balaguer, con la construcción de la urbanización Las Caobas, para residentes de La Ciénaga; Danilo Medina, con La Nueva Barquita y Luis Abinader, a través de Nuevo Domingo Savio.
La urbanización espontánea, surgida de la necesidad, convirtió al Ozama en el patio trasero de la capital dominicana: el lugar donde se arroja la basura, el Estado no llega por completo y la vida se sobrelleva, de espaldas a ese vital cuerpo de agua.
El proyecto Nuevo Domingo Savio marca un antes y un después en esa realidad, tanto para los habitantes, como para la fuente fluvial.
Pero persiste el problema de los desechos que, aunque los camiones recolectores transitan por la avenida Paseo del Río, las estrechas calles adyacentes dificultan que la limpieza sea completa.
Sin recurrir al desalojo masivo, el Estado, a través de la Unidad para la Readecuación de Barrios y Entornos (URBE), emprendió una ambiciosa intervención en el lugar para transformar los barrios ribereños de La Ciénaga y Los Guandules, sin romper el tejido social, comenta Rocío Vidal, directora ejecutiva de la entidad.
Menciona el desarrollo de El Paseo del Río, una amplia avenida que da la bienvenida al sector, parques, iluminación, centros deportivos, manejo de residuos y tratamiento de aguas residuales e indica que se sumaron a una estrategia más profunda: cambiar la relación entre la comunidad, el río y su entorno.
“El resultado no ha sido solo físico, sino cultural y simbólico. La comunidad ya no ve al Ozama como un basurero, lo observa como un espacio de vida. Ese cambio de mentalidad es el mayor triunfo”, manifiesta con satisfacción, mientras argumenta que la experiencia se expande ahora hacia nuevos territorios como Las Lilas, en Los Tres Brazos.
Vidal indica que la intervención del Nuevo Domingo Savio supuso un tipo de desafío: intervenir sin desplazar. Explica que, en La Ciénaga y Los Guandules, en plena margen occidental del Ozama, vivían más de 44,000 personas en condiciones de hacinamiento, pobreza, alto riesgo y, sobre todo, arrojando todos los desechos al cauce.
Aunque el manejo de residuos sigue siendo un reto, Rocío Vidal afirma que se ha reducido drásticamente el vertido directo. “Muchas viviendas vulnerables fueron retiradas, se han implementado rutas de recolección con contenedores estratégicos y URBE ha trabajado de la mano con la alcaldía del Distrito Nacional y la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (Caasd) para crear soluciones interinstitucionales”.
“Es importante entender que aquí hay muchas capas: el problema de las aguas residuales es uno y el de la basura es otro. Y ambos requieren soluciones técnicas y sociales”, puntualiza. En ese sentido, dice que se han construido soluciones descentralizadas, como sistemas sépticos en puntos clave, como son las canalizaciones de las cañadas ubicadas en el sector.
Por su parte, Agustín Balbi, otro profesional de la arquitectura que forma parte de URBE, expresa que la densidad poblacional, la compleja topografía y la fragilidad de las viviendas hacían inviable una reubicación masiva. Se optó por una intervención integral “in situ”, respetando la vida comunitaria y dotando al barrio de una nueva infraestructura urbana”, precisa.
Mientras que Damilka Pichardo, también del equipo URBE, resalta que la transformación más evidente ha sido la apertura del frente del río, al precisar que el lugar que antes era la parte trasera, donde se tiraba la basura, ahora es el malecón del barrio.