Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
La cultura sociopolítica en República Dominicana se nutre de una fuerte percepción que nos conduce a la falacia. El ambiente está gobernado por imágenes que nos han fabricado para ascender en una sociedad isleña y muy cerrada, acentuada por prácticas de alcurnia y linaje con aroma aristocrático. Es ahí donde el liderazgo político nos ha creado figuras “presidenciales”, depositando en la psiquis dominicana una percepción de esperanza y transformación única y casi mesiánica; y todo esto bajo una fachada de democracia representativa.
Las figuras de jóvenes que nos han manufacturado, supuestamente presidenciables, provienen de la misma matriz que por generaciones han protagonizado los escenarios involutivos, cargados de conformismo socioeconómico. Esos jóvenes han sido sellados bajo una especie de cuño que les recuerda su origen y pertenencia. Ese linaje, que emana de la matriz, replica el comportamiento y los mismos cuestionamientos, su forma de pensar está condicionada y comprometida.
Es obvio que existe un vacío, aunque esos jóvenes rebosan carisma, un estilo que envuelve a la clase acéfala y emocional; ellos nos transmiten una figura GQ — Revista de moda para hombres — creando percepciones emotivas e incluso sensuales que construyen una alianza emocional entre ellos y los votantes. En ese laberinto político las ideas, la visión y la integridad no se toman en cuenta, la falacia domina, y esa “casi mentira” se impone y penetra en la conciencia colectiva dejando un reguero que sí opera como testigo que nos recuerda lo interno del alma política y la condición de esas imágenes prefabricadas.
El vacío político es evidente, las quejas aumentan, las percepciones en el pueblo electoral se quiebran y forman bifurcaciones interminables con un sentir vacío, sin tejidos conectivos, dejando suelto y sin articulación el cuerpo democrático y productivo de la nación. La percepción es utilizada y capitalizada, con el fin de alimentar líderes sin tuétano y sin vocación de servicio. Este artículo busca alimentar y articular la rabia de la mayoría, estamos esbozando con letras el descontento de un país rico y al mismo tiempo “pobre”; poniendo al descubierto la ausencia de un liderazgo que pueda transformar los 48,000 kilómetros cuadrados que posee nuestra bella nación.
En ese cuadro de imperfección y decadencia sociopolítica siempre aparece una luz, y no debemos perder la esperanza de una transformación definitiva. Decía Vincent Thomas Lombardi — uno de los mejores entrenadores de fútbol americano de todos los tiempos — que la perfección no se puede alcanzar, pero si la perseguimos podemos alcanzar la excelencia. Necesitamos un liderazgo serio, no de linaje, inclusive, no buscamos expertos, intelectuales o economistas, se necesita alguien a quien le duela “el todo”, dispuesto a entregar su fama por el bienestar común.
Debemos tener claro que un líder no es un influencer, pero un líder tiene influencia para cambiar el escenario nacional. El político no es un transformador, pero un transformador es un político comprometido con su pueblo. Debemos construir nuevos líderes, nuevos políticos, e incluso nuevos seguidores con nuevos paradigmas; de lo contrario, continuaremos dando vueltas en el desierto, buscando salidas donde no existen. Simplemente, seguiremos perdidos, burlados y frustrados. A pesar de todo ese escenario aun existe una solución, hay salidas, existe otra opción y la otra cara. Solo necesitamos dominicanos con conciencia, que no se conformen con las percepciones. Todavía podemos provocar una transformación, estamos a tiempo.
Agregar Comentario