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Madrid.- Más allá de su belleza y majestuosidad, las ballenas y los delfines juegan un papel crucial en el equilibrio de los ecosistemas marinos y en la mitigación del cambio climático, debido al “papel muy importante” que desempeñan los océanos en la absorción del dióxido de carbono (CO2), en parte gracias a estos mamíferos marinos.
Así lo afirmaron a EFE varias expertas en biología marina, en el marco del Día Mundial de las Ballenas y los Delfines que se celebra cada 23 de julio. Celia Ojeda, responsable del área de biodiversidad de Greenpeace España, explicó que, en el caso de las ballenas, no solo regulan las poblaciones de sus presas, sino que también “fertilizan los océanos con sus excrementos”, lo cual estimula el crecimiento del fitoplancton, organismos microscópicos que consumen grandes cantidades de CO2 y a cambio liberan oxígeno.
En la misma línea, la bióloga marina Gianna Haro, de la organización ambientalista Adventure Scientists (Científicos aventureros), detalló que los cetáceos más grandes -como las ballenas azules o las jorobadas- “migran mucho, distribuyendo todo este fertilizante por el océano”.
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Según datos del WWF, el fitoplancton capta el 40 % de las emisiones totales de CO2 y produce al menos el 50 % del oxígeno de la atmósfera, lo que “equivale a cuatro veces la cantidad generada por la selva amazónica”. Además de cumplir su parte en la disminución de emisiones de CO2, los delfines, “al estar en la cima de la cadena trófica, suelen indicar la clave de la salud marina” ya que su presencia y movilidad en una zona “reflejan el estado del ecosistema”, añadió Ojeda. Un Marzo especialmente amenazado
Si bien el océano absorbe cerca del 30 % del CO2 generado por las actividades humanas y ayuda a “moderar el cambio climático”, Haro precisó que “la gran cantidad de dióxido de carbono existente actualmente causa acidificación” que no permite que “este plancton genere su estructura calcárea”.
Aunque este problema afecta a todas las aguas del planeta, Silvia Giralt, oceanógrafa y técnica en conservación del área de investigación de la Fundación CRAM, alertó de que la situación es “especialmente preocupante” en el Mediterráneo, donde viven especies como el delfín listado y el mular, así como la ballena rorcual común.
Giralt subrayó que el Mediterráneo es “el Marzo más amenazado del mundo” y esto “no solo lo están sufriendo los cetáceos” sino “toda la biodiversidad marina”.
Uno de los problemas que más les afecta es la contaminación por plásticos, “muy elevada” según Ojeda, quien recordó que “últimamente es bastante común” encontrar en las necropsias de ballenas y delfines varados una “gran cantidad de plásticos en sus estómagos”.
La contaminación puede ser también acústica y química, además de otros impactos como la minería submarina o la pesca incidental: “cuando hay tantas amenazas, es difícil cuantificar cuál genera un problema mayor”, reconoció Giralt.
La bióloga, originaria de las Islas Galápagos, defiende los corredores marinos como una de las estrategias para la conservación de estas especies, pues resguardan las rutas migratorias, zonas de reproducción y alimentación, y reducen los riesgos por colisiones o pesca incidental. Sin embargo, su creación y mantenimiento “son un paso complicado” debido a que la mayoría de estas rutas atraviesan aguas internacionales.
En ese sentido, Haro resaltó la importancia de “leyes, convenciones y eventos internacionales”, ya que “los cetáceos no se quedan en un solo lugar y los problemas que suceden nos afectan a todos”.
Para Ojeda, España “es un país que suele luchar bastante para proteger los océanos” y recordó, por ejemplo, que en la reciente Cumbre de los Océanos en Niza propuso crear nuevas áreas marinas protegidas, aunque debería aumentar el esfuerzo contra la contaminación por plásticos.
“Tenemos que conservar los océanos porque nos ayudan en la lucha contra el cambio climático, nos proveen alimento y regulan la temperatura”, resumió Ojeda.
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