Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
Rosa requiere una cirugía a corazón abierto y carece de los medios para costearla. Su situación se hizo pública en varios medios de comunicación, e incluso el Despacho de la Primera Dama le envió un mensaje prometiendo evaluar su caso, pero las ayudas no se han concretado.
Elisa Zarina Rosa Martínez entró a LISTÍN DIARIO con un catéter en su brazo derecho. Su vientre hinchado daba la impresión de embarazo, pero su sonrisa y amabilidad ocultaban la angustia que la atormenta.
“Estoy más muerta que viva. No me funciona el pulmón derecho. Ahora no me funciona el corazón. Me extirparon la vesícula porque se me inflamó. Todo del corazón, del lado derecho, me está fallando. El hígado está inflamado y parezco embarazada, pero no lo estoy…”, resume, intentando describir su historia.
Lo que comenzó como una lucha por un trasplante de riñón debido a la insuficiencia renal que padece desde hace siete años, se ha transformado en una carrera para reunir los fondos necesarios para una operación a corazón abierto.
“Necesito someterme a una cirugía a corazón abierto porque tengo una insuficiencia tricuspídea severa… la cámara derecha del corazón no bombea la sangre como debería, se queda con ella y eso me está causando problemas”, explica Rosa Martínez.
Este problema le provocó la inflamación del hígado, lo que la llevó a perder su vesícula, incluso estando sana, pues también se inflamó. Además, tiene el pulmón derecho atrofiado. Ante tantas dolencias, Rosa Martínez sigue luchando porque no quiere que sus hijos queden desamparados.
“Tengo hijos y no puedo rendirme. No puedo permitir que mi mente se derrumbe. No puedo. Puedo sufrir cualquier cosa. Puedo salir a la calle y sufrir un infarto, un ACV. Y eso es lo que le pido a Dios que no me permita. Porque estoy sola con tres niños”, declara entre lágrimas.
La poca ayuda que tiene proviene de su padre y de su hijo de 17 años, quien para ella asumió la responsabilidad de cuidar a sus otros dos hermanos de 13 y siete años, mientras ella va tres veces por semana a su hemodiálisis.
Antes de que su condición la debilitara, era comerciante en la calle. Comprando y vendiendo artículos, lograba mantener a su familia.
Elisa Zarina Rosa Martínez vio morir a su madre durante el proceso de hemodiálisis. Además, su madre tenía diabetes y pocos recursos. Para colmo, tuvo que acudir a varios hospitales que la desgastaron, y en uno de ellos, según cuenta, su madre contrajo hepatitis C.
“Tuve miedo porque mi mamá estuvo en lugares… Yo he tenido suerte de caer en un centro bueno, con buenos doctores y buenas enfermeras”. La muerte de su madre, tras un año y medio de hemodiálisis, fue un golpe muy duro para ella.
Años después, cuando ella misma comenzó el mismo proceso debido a un diagnóstico de riñones poliquísticos, al principio no lo soportó y fue al hospital a quitarse el catéter de hemodiálisis. Los recuerdos de los últimos momentos de su madre la invadían.
“Me sentí mal, por la experiencia de mi mamá. Ella salía mal, no podía subir escaleras, no podía caminar, vivía enferma, internada porque la estaba matando lentamente. Entonces, el nefrólogo que me atendió al principio, me esperó afuera con un camillero y un enfermero y me internó”, recuerda.
Confiesa que sintió miedo “porque lo pintan muy mal”, pero luego se aferró a lo positivo de la hemodiálisis, que le permitía eliminar todas las toxinas de su cuerpo para seguir viviendo.
“Hay gente que se ha dejado morir de una sola diálisis. Yo sigo aquí. Demos gracias a Dios por inventar esta máquina, demos gracias a Dios porque me dializo, me saco las toxinas y puedo vivir un día normal hasta el siguiente”, explica, aferrada a su deseo de seguir cuidando a sus tres hijos.
Su tratamiento de diálisis comenzó seis meses después del nacimiento de su hijo menor. En 2023, inició el proceso para entrar en la lista de espera de pacientes cadavéricos, pero una nueva hospitalización de dos meses frustró sus planes.
Ahora es su corazón el que la obliga a postergar la idea de un trasplante de riñón y solicitar el apoyo económico de quienes se solidaricen con su caso.
“Estoy buscando ayuda, fuerza que me ayuden y cosas, pero tengo miedo, estoy nerviosa porque no quiero dejar a mis hijos solos. Y no tengo casa, los dejaré desamparados”, relata desesperada.
Aunque tiene hermanas, dice que no la han apoyado en este difícil proceso, ni siquiera ofreciéndose a donarle un riñón. No obstante, tiene claro que “donar un órgano tiene que salir del corazón”, así que nunca las presionó para ello.
Agregar Comentario