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Jaume Funes, psicólogo: “¿Si se prohíben los móviles en la escuela, quién enseña a vivir en el mundo digital?”

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Ha dedicado buena parte de su vida a los adolescentes y ha escrito una gran cantidad de artículos y libros sobre su desarrollo y necesidades educativas.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Jaume Funes (Calatayud, 1947) es psicólogo, educador y periodista. Ha dedicado buena parte de su vida a los adolescentes y ha escrito una gran cantidad de artículos y libros sobre su desarrollo y necesidades educativas. Estima’m quan menys ho mereixi… perquè és quan més ho necessito (Columna, 2018) fue todo un éxito de ventas y ahora el especialista regresa a las librerías con No sense el meu mòbil (Columna), una guía “para gestionar la educación en el universo de las pantallas”.

En cerca de 200 páginas, Funes reflexiona sobre la digitalización que ha revolucionado la escuela, la forma de relacionarse e incluso la autopercepción, transformando profundamente la vida de los jóvenes. Por este motivo, considera importante encontrar herramientas para enseñar a hacer un buen uso del móvil y construir un bienestar digital. El psicólogo también escribe sobre todos los debates que hay en torno a las pantallas: cómo afectan al desarrollo del cerebro, a la atención y a la salud mental, o sobre la pérdida de habilidades y capacidad de razonamiento, debido, entre otras cosas, a la inteligencia artificial.

Se trata de un libro que aborda, de manera argumentada, los retos de la educación digital del futuro, especialmente en un contexto de retroceso. Pocos días después de la publicación de No sense el meu mòbil, la Generalitat de Catalunya prohibió el uso de estos aparatos en toda la etapa obligatoria y también las tabletas en infantil. Una medida aplaudida por muchas familias, pero que ha generado reticencias entre algunos expertos como Funes.

Defiende que “es bueno ser digitales” y que “no podemos dejar de serlo”, pero remarca que el gran reto es lograr que los adolescentes sean sujetos digitales activos. ¿Qué diferencia hay entre ser activo o pasivo en el mundo digital?

Vivimos en una sociedad capitalista y el mercado hace negocio de cualquier necesidad, también en el universo digital. Los adolescentes y los niños deben aprender que siempre les estarán vendiendo algo. Ahora bien, que no puedan dejar de vivir en este mundo, no quiere decir que tengan que estar inmersos todo el tiempo en las pantallas. El mercado y las empresas quieren que las decisiones estén definidas por una aplicación. De hecho, lo que más molesta es que un joven no utilice la aplicación como se espera.

Importante para no perder el control y generar una adicción.

Puedes perder el control por una razón muy elemental: la satisfacción que te ofrece el producto puede conectar con una necesidad tuya y acabar pensando que no puedes vivir sin eso. Es como el anuncio de verano de Estrella Damm. Si usted quiere ser feliz en compañía de amigos, con música maravillosa y viendo una puesta de sol, no puede hacerlo si no tiene una cerveza. Es el mecanismo de la publicidad. Para un adolescente, estar conectado a las redes sociales forma parte de su cotidianidad, pero estará sometido cuando se convierta en algo inevitable. Las familias se tranquilizan con el control, aunque el verdadero control es que los algoritmos no son abiertos.

Uno de los ejemplos que plasma en el libro es el proyecto de Meta de crear perfiles de Instagram para menores, con el pretexto de la protección, pero con el objetivo de seguir recogiendo datos.

Meta quiere que, desde muy pequeños, seamos sujetos consumidores. Si ahora intentas prohibir a una gran compañía tecnológica que recopile datos hasta que el usuario tenga una determinada edad, te dirán que no. No pretenden educar, pero con esa excusa consiguen una fotografía permanentemente actualizada de cuáles son las necesidades de la infancia en este mundo.

Asegura que las pantallas no estropean cerebros, sino que posibilitan otras formas de desarrollo. También dice que no alteran la atención, sino que todo depende de cómo se usen. Es un mensaje muy distinto al que solemos escuchar.

Pensamos que el cerebro del ser humano está predeterminado para ser de una forma concreta y que ciertas influencias nocivas alteran su desarrollo natural. De ahí nace la necesidad de protección, especialmente en edades tempranas. Es una ficción. Tenemos una base biológica, pero no estamos determinados a ser algo, todo depende de las redes neuronales que se estimulen. La discusión de fondo es saber qué estímulos tendrá un cerebro que vive en un universo diferente. Ya ocurrió con la automatización de la sociedad, cuando aparecieron los coches. La persona que conduce no es la misma que la que camina.

¿Ponemos demasiado el acento en los riesgos, en lugar de las posibilidades positivas que permiten los móviles de expresarse o de estar conectados con el resto del mundo?

Cuando nos centramos en prohibir el aparato, olvidamos todo aquello que es obligación nuestra. Los móviles serán de las pocas cosas que los padres podrán ofrecer a sus hijos. ¿Qué hacen los chavales, ahora que no tienen escuela, en plena ola de calor, encerrados en pisos de 50 metros cuadrados? El derecho que hay que cumplir no es solo el de la escolarización, sino también el de la educación. Olvidamos lo que es obligatorio desarrollar y la parte positiva que siempre habíamos soñado. Sería mucho más útil — y más complicado — que el Departament d’Educació ayudase al profesorado a hacer un uso colectivo del móvil, en vez de prohibirlo.

Sería más útil que la Generalitat ayudase a hacer un uso colectivo del móvil, en vez de prohibirlo

El problema fundamental del móvil es que es un instrumento individual, de uso egoísta, que no te obliga a relacionarte, más allá de cómo está relacionada la red. Todos los artefactos de realidad aumentada son de uso individual. Ninguna compañía ha querido desarrollar un uso comunitario de la tecnología, que era uno de los sueños de hace una década.

¿Cómo valora la prohibición de los móviles en toda la etapa educativa obligatoria?

Siempre que se altera la realidad, hay un sector que dice que lo de antes era mejor. La prohibición responde a dos grandes pretensiones. Por un lado, no tener conflictos con los profesores. Y por otro, tranquilizar a padres y madres. Esta medida se ha cargado al 20% del profesorado que utilizaba el móvil y la tableta de una manera muy útil y didáctica.

Más allá del funcionamiento del aparato y de qué aplicaciones se pueden usar para aprender, ¿cree que se debería enseñar a hacer un buen uso del móvil en asignaturas como informática o educación ética y ciudadana?

Es una de las asignaturas pendientes. Si prohíbes el uso de los móviles en el aula, ¿quién educa para vivir en este mundo digital? ¿Los padres? ¿Si trabajan hasta las diez de la noche? Hace poco di una charla en una clase de 6º de primaria. De 25 alumnos, 23 ya tenían móvil desde el año pasado. Les pregunté quién les había enseñado a usarlo. Solo una chica dijo que su hermana mayor. El resto, con 10 o 11 años, ya estaban completamente inmersos en total soledad.

Los niños, con 10 o 11 años, están completamente inmersos en el mundo digital en soledad

¿Hay alguna edad concreta para introducir las pantallas? Educación también ha restringido las tabletas en infantil.

La discusión es: ¿para hacer qué? Uno de los primeros gestos que aprendió mi nieta es el de deslizar con el dedo. Sabe que si hace eso, el aparato que tenga le ofrecerá algo nuevo. Ve 50.000 pantallas. Pero ¿estará sola cuando las mire? La DGAIA ha puesto ahora el énfasis en la prevención. De acuerdo, pues que establezca el derecho de todo niño a tener dos horas de padre o madre cada día. Que le lean un cuento, sea en papel o en formato digital.

Dedica el libro a Marcel, un chico de 15 años que “usa ChatGPT”, pero que “no deja que piense por él”. La inteligencia artificial generativa está en el centro del debate educativo porque muchos alumnos la usan para hacer los deberes. ¿Dónde está el límite entre usarla de forma crítica o volverse dependiente?

No podemos dejar de educarlos para que aprendan cómo funciona. ¿Cómo usar inteligentemente una máquina que tiene más inteligencia que tú? Había un maestro de tercero de primaria que enseñaba expresión artística, lengua y escritura con IA. Primero, pedía a los alumnos que dibujaran un animal que no existe. Después, tenían que describirlo con palabras. Y, una vez hecho todo eso, debían preguntarle a la IA qué animal dibujaría con esa descripción. Si las ilustraciones eran parecidas, significaba que los niños habían explicado bien cómo era su animal. Eso requiere un esfuerzo del profesorado.

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