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La caída del “Mayo” redibujó el mapa del narco

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Pero lo más preocupante para Washington DC era lo que esos choques revelaban, ya no se trataba de ajustes de cuentas, sino de una disputa por el control de la logística del narco.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Miami. Visto desde Estados Unidos, la captura de Ismael “El Mayo” Zambada generó dos grandes efectos: por un lado, desató una guerra civil entre “chapitos” y “mayitos”; por el otro, está redibujando el mapa del narcotráfico en México, con alianzas que antes eran impensables.

Desde la perspectiva estadounidense, la caída de Zambada fue como quitar el último clavo de una maquinaria desgastada. La tregua tácita que mantenía unida a la organización se vino abajo. Por un lado, los llamados Chapitos: Iván Archivaldo, Jesús Alfredo, los hermanos Guzmán que todavía están libres, y por el otro extremo, los llamados Mayitos, fieles a Zambada, que se refugiaron en las sierras y zonas rurales de Sinaloa. La violencia se intensificó con una velocidad inusual. Informes de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) y del Buró Federal de Investigaciones (FBI por sus siglas en inglés) describieron la situación como “una guerra civil entre facciones altamente militarizadas con capacidad de desestabilización regional”.

Los primeros enfrentamientos en Culiacán dejaron más de 60 muertos en una sola noche. Pero lo más preocupante para Washington DC era lo que esos choques revelaban, ya no se trataba de ajustes de cuentas, sino de una disputa por el control de la logística del narco. La DEA confirmó que, entre septiembre de 2024 y abril de 2025, más de 600 personas murieron y al menos 800 desaparecieron en enfrentamientos relacionados directamente con esta pelea interna. Los analistas del Departamento de Seguridad Nacional (DHS por sus siglas en inglés) advirtieron en un informe confidencial que la violencia “no solo fragmenta al Cártel de Sinaloa, sino que redefine el mapa del narcotráfico continental”.

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En noviembre, un reporte conjunto entre la DEA y el Comando Norte de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos (USNORTHCOM) mostró indicios sólidos de que los Chapitos habían establecido un canal de comunicación con emisarios del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), históricamente rivales. En una sesión confidencial del Comité de Inteligencia del Senado, funcionarios del Departamento de Estado alertaron que “una alianza táctica entre los Chapitos y el CJNG podría consolidar corredores estratégicos de tráfico de fentanilo desde Michoacán y otros estados hasta California”.

La hipótesis se confirmó semanas después. En su informe anual de 2025, al que EL UNIVERSAL tuvo acceso, la DEA reveló que “nuestras fuentes indican reuniones en Sonora, Durango y Baja California entre operadores de los Chapitos y enviados del CJNG. El objetivo es la coordinación operativa y reparto territorial”. Aún más, el documento advierte sobre una “una alianza estratégica entre ambas facciones podría ampliar sus recursos, acceso a funcionarios corruptos y capacidad de fuego, resultando en una disrupción significativa del equilibrio criminal en México e incrementando el flujo de drogas hacia Estados Unidos”.

De esta forma, la reconfiguración del mapa criminal en México está dando un giro decisivo en 2025 con la consolidación de una alianza estratégica entre Los Chapitos y CJNG, liderado por Nemesio Oseguera Cervantes. “Esta coalición surge tras el colapso de la estructura vertical del Cártel de Sinaloa, precipitado por la detención de Ismael “El Mayo” Zambada; y tiene como objetivo principal la eliminación de los remanentes de Los Mayitos, la facción que responde a los hijos de Zambada”, explica el especialista y abogado Jaime Ortiz. El pacto entre Iván Archivaldo Guzmán y “El Mencho” “implica una coordinación logística, respaldo armado y la repartición de territorios en México y Estados Unidos, marcando un hecho sin precedentes en el equilibrio de poder del crimen organizado” subraya.

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En respuesta, “La Mayiza” ha buscado apoyo de grupos rivales como el Cártel de Caborca y Chapo Isidro. “La alianza entre Chapitos y el Cartel Jalisco Nueva Generación no solo profundiza el conflicto interno, sino que plantea nuevos retos para las autoridades de ambos países, ante una criminalidad más integrada, transnacional y violenta” señala Ortiz.

En Langley, Virginia, la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés) también movió sus fichas. Analistas de la División de Narcóticos Transnacionales detectaron un aumento en las transferencias electrónicas sospechosas entre cuentas ubicadas en Dubái, Hong Kong y Tijuana, relacionadas con el nuevo bloque Chapitos-CJNG. Se trata, según el informe, de “financiamiento para la compra masiva de precursores químicos en Asia, destinados a laboratorios ocultos en Sinaloa y Jalisco”.

Para los estrategas del Pentágono, la situación ameritaba un rediseño. La Oficina de Defensa para el Hemisferio Occidental emitió un memorándum advirtiendo que “la fragmentación del Cártel de Sinaloa no representa un debilitamiento, sino una reconfiguración más peligrosa”. En ese sentido, el Departamento del Tesoro aceleró sanciones financieras contra 18 operadores identificados como parte de ambas facciones. Activos congelados, cuentas bloqueadas y alertas internacionales se sumaron al esfuerzo por contener la expansión del caos.

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En el terreno, la DEA intensificó operaciones en la frontera de Arizona y California. La lógica era que, si hay guerra en la cuna del Cartel de Sinaloa, hay presión de tráfico en la frontera norte. Se incrementaron las incautaciones de fentanilo en Nogales, Calexico y Otay Mesa. El agente especial de la DEA, Frank Tarentino, reconoce que “estamos viendo un patrón claro. Mientras los grupos se enfrentan en Sinaloa, intentan recuperar flujo financiero acelerando envíos hacia Estados Unidos”.

El impacto no se mide solo en decomisos. Desde los centros de análisis en Washington DC, hay señalamientos más crudos. Vanda Felbab-Brown, experta del Brookings Institution, advierte que “eliminar figuras como ‘El Mayo’ puede parecer un éxito táctico, pero suele provocar más violencia, menos control territorial y mercados más volátiles de droga”. En otras palabras, el vacío de poder alimenta la anarquía criminal.

Mike Vigil, exjefe de operaciones internacionales de la DEA, fue más directo al decir que “el Cártel de Sinaloa no es una pirámide que se derrumba al quitarle la punta. Es una red horizontal, capaz de adaptarse y reconfigurarse con rapidez. Mientras haya demanda de droga, siempre encontrarán maneras de mover la mercancía”, una que está matando a decenas de miles de habitantes en territorio de la Unión Americana. Esta situación ha sido suficiente para declarar a los cárteles como organizaciones terroristas extranjeras, abrir la puerta a intervenciones directas y presionar al Congreso para más presupuesto antidrogas. Desde el Consejo de Seguridad Nacional, asesores de Trump señalan que “la guerra entre los Chapitos y los Mayos evidencia que el Estado mexicano ha perdido el control y que el gobierno estadounidense debe actuar en consecuencia”.

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Mientras tanto, el Centro Nacional de Inteligencia sobre Drogas (NDIC por sus siglas en inglés) advirtió en junio que, a pesar de la fragmentación del Cartel de Sinaloa, el flujo de fentanilo no disminuyó, sino que se diversificó. Las rutas se expandieron a Texas, Nuevo México y rutas marítimas desde el Pacífico. Un analista del NDIC dijo que “la descentralización operativa crea más puntos de origen, más canales, más incertidumbre. Es como combatir humo”.

Un año después de la entrega de “El Mayo”, la comunidad de inteligencia estadounidense coincide en un punto: la guerra interna del Cártel de Sinaloa no debilitó al narco; lo transformó y generó una ecuación de mayor inestabilidad en territorio mexicano.

Los mapas criminales elaborados por el Comando Norte muestran una región en ebullición; Sinaloa dividida, Durango reconfigurado, Sonora como zona gris y Baja California bajo disputa silenciosa, por mencionar los más relevantes. Cada región es una pieza en el tablero del narcotráfico que, desde Washington DC, se observa con detalle y visión táctica. En sesiones privadas del Comité de Seguridad Interna del Congreso, algunos legisladores expresaron preocupación sobre las consecuencias de largo plazo.

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Desde Estados Unidos, la lectura es clara; la fragmentación del Cártel de Sinaloa ha creado una nueva amenaza más difusa, más volátil y posiblemente más peligrosa. Una red que ya no responde a una sola cabeza, sino a múltiples nodos, capaces de cruzar la frontera en forma de polvo blanco o pastilla azul.

La caída de El Mayo, “lejos de ser un punto final, ha sido el comienzo de una nueva fase… que exige mayor vigilancia y un replanteamiento de toda la estrategia frente a un enemigo que cambió de rostro, de mente y de pensamiento; no se esconde y está mutando” concluye el especialista Jaime Ortiz. La pregunta ya no es quién controla el Cártel de Sinaloa, sino cuántas cabezas tiene ahora la hidra que lo encarna.

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