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Al escuchar sobre el estreno en el país de la obra teatral “La Gran Depresión” en la Sala Ravelo del Teatro Nacional, pensé que se trataría de una pieza ambientada en la época de la “Gran Depresión”, como se denominó a la crisis económica global de los años 30. El programa de mano tampoco nos daba más detalles, solo que era del dramaturgo español Félix Sabroso.
La sorpresa fue inmensa, y muy grata: era una obra cercana a la comedia de enredos, donde las características de los personajes -dos amigas- y sus contradicciones, llenas de humor, logran el objetivo de toda comedia, hacer reír, lo que se consiguió gracias a las actrices principales, Elvira Taveras -Manuela- y Lumy Lizardo -Martha-, ambas transmiten la complejidad de sus personajes y sus relaciones.
“La Gran Depresión” cuenta el reencuentro, después de ocho años separadas, de estas dos amigas cercanas, cuando Martha, tras su quinto fracaso amoroso, cae en depresión e intenta suicidarse, pero antes llama a Manuela, quien acude en su ayuda.
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La excelente escenografía de Fidel López recrea la habitación de Martha, lugar de encuentro y desarrollo de la puesta en escena, la cama se vuelve un oasis. Allí, las amigas repasan sus vidas, con sus fracasos, sus miedos al paso del tiempo, sus contradicciones, mentiras, y las diferencias que las distanciaron sumiéndolas en la soledad, lo que, absurdamente, las llevó a situaciones similares, buscando paradójicamente la felicidad.
El contraste de personalidades desata la risa: Elvira Taveras es Manuela, quien ha tenido una vida amorosa desastrosa, es independiente y solitaria, defensora como sindicalista de los derechos de la mujer, lo que sitúa la obra en la actualidad. Lumy Lizardo es Martha, de pocas luces, prototipo de la “Viva la Virgen”, siempre intentando vivir cómodamente, sin trabajar, casándose con hombres ricos.
Las actrices crean su propio espacio lúdico, con gestos, movimientos y una dialéctica formidable, que se convierte en un “tour de force”, las dos antagonistas cargan con la dura realidad de soportarse una a la otra, confrontándose, revisando sus vidas, complementándose, evadiéndose, transmitiendo la magia de la acción teatral. Otro elemento presente en sus vidas es la envidia, como la que Manuela siente por la figura esbelta y bella de Martha.
Elvira Taveras, en una actuación estupenda, resalta su potencial histriónico, evidenciado en su voz con matices y parlamentos llenos de ironía. Estamos acostumbrados a verla en personajes dramáticos, pero esta vez, su versatilidad potenciada en la comicidad, la proyecta a otra dimensión, igualmente excelente.
La gran sorpresa de la noche fue Lumy Lizardo, no es fácil compartir protagonismo con una gran actriz y salir airosa, pero así fue, su histrionismo alcanzó un gran nivel. Posee una gracia natural, que se refleja en sus movimientos, deliberadamente provocadores… mientras prueba su atractivo vestuario y prepara su personaje.
Mención especial merecen los hermosos y sugerentes diseños de Giannina Azar y Melkys Díaz. El ritmo, elemento clave en la percepción del espectáculo, fue bien pautado por la directora, Indiana Brito.
La escena final toma un aire dramático, las acaloradas discusiones llevan a Manuela al límite, y con una pistola en la mano amenaza -solo amenaza- a Martha…que desesperada clama, se escucha una voz -Wilson Collado-. La puerta se abre, finalmente las amigas se abrazan, salen, quizás… en busca de la felicidad, dejando atrás la depresión.
El público, que llenó la sala, acompañó con risas el desarrollo de la trama, y finalmente complacido, se levantó de sus asientos y retribuyó con aplausos a las protagonistas, a la directora y a todo el personal involucrado en esta excelente puesta en escena. Los invitamos a disfrutar de esta comedia que continúa este fin de semana y a dejar atrás cualquier amenaza de depresión.
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