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La posverdad: un fenómeno mundial

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Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Desde la segunda década de este siglo, una nueva terminología se incorporó al lenguaje político internacional como tendencia en redes sociales y medios convencionales.

Se puso de moda y se convirtió en tema de análisis: la posverdad. El término refiere a situaciones donde los hechos objetivos tienen menos impacto en la formación de opinión pública que las creencias personales y las emociones.

La posverdad apela a recursos distorsionadores que van desde la emoción sobre la razón, hasta la desconfianza hacia las instituciones y la difusión en redes, haciendo estrecha vecindad con las burbujas informativas sin precisión, sin valor conceptual ni rigor.

En el año 2016, y en coincidencia con eventos trascendentales en la vida política del momento, como el Brexit o la llegada de Donald Trump a la presidencia de EE. UU., la posverdad se constituyó en la palabra del año por el diccionario de la prestigiosa universidad de Oxford.

Para James Ball, autor de Post Truth, la raíz del problema radica en el auge de la polarización ideológica, las denominadas “cámaras de eco”, que refuerzan visiones contrarias, criterios y creencias en redes sociales, a su vez, la deslegitimación de las élites y la clase política.

Lamentablemente, se han generado las condiciones para sembrar dudas y mendacidad alrededor de hechos que parecerían verdaderos.

Ejemplos recurrentes

En el último lustro se ha evidenciado una práctica recurrente que conduce, indefectiblemente, a modelos de ejecución asociados con la posverdad y la alteración de los hechos.

Campañas políticas en Europa, Latinoamérica, por sólo citar algunas zonas del mundo, han privilegiado las emociones como el miedo y/o la incertidumbre, respecto de datos verificables. Las teorías conspirativas se masifican con vivacidad y las noticias falsas circulan con mayor rapidez que las informaciones que las desmienten.

En su libro, La era de la Posverdad, el periodista inglés Matthew D´ Ancona, la define como la época donde la verdad queda bajo la subordinación de la manipulación estratégica y las creencias personales.

Posverdad y populismo

Tanto en el ámbito público como político, estos dos conceptos se complementan para cumplir con el propósito de erosionar la racionalidad, el análisis efectivo y la ponderación.

El populismo, no importando la orientación ideológica de un determinado gobierno, sea de derecha o izquierda, opta por la perniciosa ruta de plantear soluciones básicas a problemas de gran complejidad, donde la responsabilidad, por la falta de conocimientos o exceso de inoperancia siempre recae sobre los hombros de quienes se oponen al régimen en ejercicio.

La posverdad afecta el desempeño democrático, utiliza la manipulación como herramienta disociativa en amplios sectores de la sociedad sin precisar en justificaciones ni porqués y, esencialmente, afecta la convivencia armoniosa, creando las condiciones para la polarización.

La realidad Dominicana

Los medios de comunicación han experimentado cambios muy profundos, relacionados a la reconfiguración promovida por la introducción de nuevos valores tecnológicos que permiten democratizar el acceso a medios, redes, y la difusión de información.

A diferencia de otras épocas, ya resulta innecesario tener una compleja estructura física para realizar tareas de información, transmisión de eventos, edición de reportajes, etc. Cualquier ciudadano, con un mínimo de conectividad, puede crear, reproducir y exhibir contenidos que salgan de las fronteras del país de origen de la publicación.

En la República Dominicana la utilización de las nuevas tecnologías le confiere una concepción multimedia a lo que originalmente conocíamos como un programa de radio o de televisión. Cabinas supermodernas, con diminutas cámaras, ofrecen una nueva realidad para quien ve y escucha contenidos por la red.

En una órbita dominada por la virtualidad se hace cada vez es más evidente la utilización alegre de la manipulación y alteración de los hechos como forma de obtener, a cualquier precio y circunstancia, tres de los aspectos fundamentales del mundo digital de hoy: enganche, viralidad y monetización.

La posverdad hace acopio de los espacios disponibles para, a través de la emocionalidad, generar debates y perturbaciones. Por ello, comparto con ustedes algunas alternativas para el combate de este fenómeno global que es consustancial al desarrollo de las sociedades.

Primero, trabajar en la creación de una cultura de verificación que nos permita discernir entre un hecho espurio y uno auténtico; no todo puede publicarse, no de cualquier tema puede emitirse una opinión sin un mínimo de confirmación.

Segundo, desarrollar un pensamiento más crítico; debemos ser capaces de identificar cuándo una publicación o una declaración tiene como objetivo central un despropósito o una desventura. Y tercero, desarrollar la capacidad de cuestionarnos: lo que se dice, quién lo dice y por qué lo dice; esto nos llevaría a conclusiones provistas de más certeza.

El siglo XXI ha entrado intempestivamente en su tercera década con grandes agitaciones políticas, sociales, con tensiones comerciales que ponen en vilo a todas las economías mundiales y con un desarrollo tecnológico sostenido y presuroso.

La posverdad es una consecuencia directa de todo lo antes expuesto; combatirla, utilizando la verdad como instrumento, debe ser una decisión colectiva, antes de que sea demasiado tarde.

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