Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
La amistad en el mundo en línea navega por un camino donde pueden aparecer dificultades como la ansiedad, la frustración o el malestar. La sobrecarga en aplicaciones de mensajería, como WhatsApp, es uno de los principales peligros, sobre todo entre adolescentes y jóvenes, la población que más las usa. La necesidad de evitar silencios, estar siempre disponible y contestar rápidamente marca el ritmo de estas relaciones. Así lo indica el estudio Jóvenes y amistad, realizado por las fundaciones Fad Juventud y SM, presentado hace un año. Con motivo del Día Internacional de la Amistad, este 30 de julio, el informe permite conocer cómo percibe la juventud española los lazos de amistad. Coordinado por el sociólogo Ignacio Megías, el trabajo se basó en grupos de debate con 40 jóvenes, organizados en cinco grupos. Uno de los capítulos del informe, titulado “La mediación tecnológica”, trata cómo adolescentes y jóvenes valoran las ventajas que la tecnología les aporta en dos aspectos clave: por un lado, para crear amistades a distancia; por otro, para ayudar a quienes son tímidos o han cambiado de domicilio a “romper el hielo” y socializar. En las relaciones de amistad construidas a través de las nuevas tecnologías principalmente la mensajería instantánea y, en menor medida, las redes sociales plataformas como WhatsApp o iMessage tienen un papel central. Los jóvenes utilizan estas herramientas para cuatro propósitos principales: Aunque el discurso dominante aboga por tratar los asuntos importantes cara a cara, esta idea pierde fuerza a medida que los espacios online se llenan también de contenido personal y responsabilidades compartidas. La amistad digital, además, presenta ciertas características que la distinguen: Este es uno de los riesgos principales. Poner en exceso el peso de una relación en el entorno online puede llevar a sobreestimar el nivel de conexión personal. Un ejemplo citado en el estudio es creer que se es muy amigo de alguien solo por tener contacto frecuente en redes, sin que ese vínculo se refleje en la vida real. Los jóvenes son conscientes de este riesgo y reconocen que pueden verse afectados por espejismos, desencuentros o decepciones. Interactuar mediante mensajes, videollamadas o audios resulta más cómodo que una relación presencial. Esa facilidad genera una tendencia al acomodo, que afecta negativamente la calidad del vínculo. La falta de esfuerzo por cuidar la amistad en términos de confianza, sinceridad, presencia y reciprocidad puede hacer que esta se debilite. Muchos jóvenes suelen charlar por mensajería con personas de su entorno habitual, lo que refuerza rutinas y consolida vínculos ya existentes, sin ampliar necesariamente su círculo social. La presión constante para interactuar es uno de los efectos menos positivos de la comunicación digital. Muchas relaciones llegan a un punto en el que “ya no queda nada de qué hablar”, debido a la sobreexposición personal y a la interacción continua. Esto genera silencios incómodos, que se interpretan con frecuencia de forma negativa. El estudio indica que existe ansiedad tanto por tener que estar siempre disponible como por no recibir una respuesta “a tiempo”. Esta tensión cotidiana alimenta conflictos y malestar emocional. En los grupos de mensajería colectiva surge la sensación de que “no se puede no estar”, lo que dificulta mantener un perfil bajo. La ausencia o baja participación puede generar cierto rechazo por parte del grupo. Sin embargo, cuando los lazos son fuertes, suele respetarse el comportamiento de quienes se muestran más distantes. Por otro lado, se genera una atención excesiva sobre lo que ocurre en el propio grupo (planes, salidas, diversión) y en otros grupos, lo que da lugar a comparaciones, frustraciones y sentimientos de exclusión. Esto puede alimentar ilusiones de falsa realidad, además de emociones difíciles de gestionar como la envidia o la inseguridad.
Agregar Comentario