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Desde hace varios años, el Banco Central publica mensualmente los envíos de remesas de los dominicanos que residen fuera del país. Y lo hace de tal manera que al cumplirse los 12 meses de un año, esos envíos superan los 10 mil millones de dólares. Como dice el pueblo, con gracia y sabiduría: “Todo el dinero del mundo”. Esos envíos son como una inyección de vitalidad para la economía dominicana. Tanta es su importancia que, aunque la principal industria del país es el turismo, este no supera “los chelitos” que llegan de Norteamérica y Europa, principalmente.
Estas remesas son como las lluvias, una bendición para todos: para la macroeconomía, para la microeconomía y, sobre todo, para las miles de familias, generalmente pobres y de clase media baja, que las reciben mes tras mes, “sin faltar”.
Pero detrás de estas remesas hay una historia casi siempre escrita con dolor, con tristeza, con alegría y con altibajos. Esta es la historia de nuestros emigrantes, de los dominicanos que desde los inicios de la era pos-Trujillo -1962 — comenzaron a dejar sus tierras en busca de una vida mejor para los suyos que se quedaban tristes en un territorio que entonces era una “aldea”.
Esos migrantes eran, en su mayoría, campesinos del campo y campesinos de las ciudades. Sus habilidades laborales eran tan artesanales que sus trabajos en las ciudades y campos receptores eran los más duros y los peor pagados. Pero nada los desanimó. Trabajaban día y noche para sostenerse allá y enviar los chelitos a Santo Domingo, “los cuartos” de la madre, la esposa y los hijos. Así empezó el compromiso con la familia que quedó en el terruño patrio. Puro sentimiento dominicano, puro apego familiar, pura responsabilidad por los suyos. Siempre con el sueño del bienestar futuro, del progreso derivado de la educación y “la universidad”.
Ellos, los migrantes, no lo sabían, pero estaban impulsando la industria de la construcción, los colegios privados, el consumo en general, hasta que se convirtieron en uno de los pilares del crecimiento y bienestar que hoy exhibe la sociedad dominicana.
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