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Tenían sentido de la dignidad y el derecho. El aporte cocolo a las Grandes Ligas es fundamental. José del Castillo
Dos preguntas lo impulsaron a indagar sobre cocolos, ingenios, industria azucarera: la publicación de “El pueblo dominicano”, de Harry Hoetink, y dudas que lo inquietaban: ¿Por qué el dominicano no corta caña? ¿Por qué haitianos, puertorriqueños y cocolos?”. Las respuestas se encuentran en parte de sus múltiples obras. Quizás no hay otro nativo que lo supere en el estudio de esas materias.
José Manuel del Castillo Pichardo quedó impactado con los dos volúmenes de Hoetink, sobre quien se cuestionaba: “¿Por qué un holandés?”. Pero al mismo tiempo sintió “mucha vergüenza”, elogiando al foráneo que se adentró con admirable interés en esa historia.
“Los cocolos vinieron porque hubo un retraimiento de la mano de obra local, una baja del salario real, eso desmotivó” a los criollos. Relata que “William L. Bass propició la llegada de puertorriqueños y cocolos. Eran daneses, franceses, ingleses. Vinieron como trabajadores formales”.
Las compañías azucareras pedían los permisos y al final de la zafra se marchaban, algunos se quedaron y formaron sociedades, escuelas, iglesias, sindicatos, asociaciones de ahorros y préstamos.
“Constituyeron una fuerza de trabajo destacada. Se crearon consulados y ellos tenían la protección del británico”.
“El comercio local empezó a criticar a los cocolos desde su llegada. El Listín Diario fue una fuente de acusaciones. Negociantes los acusaban de sufrir enfermedades infecciosas y de no consumir localmente. Eran austeros y ahorraban para llevar dinero a sus islas”, explica.
“Se impusieron. Porque eran una población alfabetizada, sus iglesias protestantes hacían hincapié en lecturas de la biblia y aprendizaje de sus pasajes”, frente a una comunidad nacional casi analfabeta. “Dominaban el idioma inglés por lo que entraron a trabajar en factorías. Disciplinados, respetuosos de las leyes, de espíritu comunitario, se destacaban por sus hábitos de higiene personal”.
“Eran obedientes, no sumisos, sentían gran orgullo, incluso llegaron a organizar las primeras huelgas, “porque tenían un sentido de dignidad y derecho y contaban con el respaldo de sus cónsules”.
José del Castillo resalta capacidades artísticas de los cocolos. “Tocaban instrumentos, formaron bandas musicales. Los guloyas representaban la lucha de David y Goliat, con sus trajes llamativos, plumas, flequillos”.
Los hijos de esos trabajadores experimentaron procesos de movilidad social, “porque son personas correctas, unos ingresaron a las fuerzas armadas, otros desarrollaron el béisbol”. Cita entre los peloteros famosos a Garabato Sackie, Pepe Lucas (Joseph Saint Claire), Ricardo Joseph, Sammy Sosa.
“El aporte cocolo a las Grandes Ligas es fundamental. Practicaban la pelota en los ingenios de forma primitiva”.
En la música sobresalieron la cantante Violeta Stephen; el trompetista Pruddy Ferdinand; en el arte Nadal Walcot y su hijo, con escenas del batey.
Alude a “Míster Morrison, jamaiquino, académico. No vino a cortar caña. Se formó bajo el sistema colonial británico y estudió becado en Inglaterra”.
Elogia al poeta y catedrático Norberto James, que destacó en la literatura. Su poema “Los Inmigrantes” es un himno a los cocolos. “No tuvieron tiempo de decir: esta tierra es nuestra”.
Dejaron su huella en la culinaria: “El donplin, un bollo hervido de harina de maíz; yaniqueque; el pan cocolo; “Okra soup”, famoso en el Caribe inglés. Consistía en molondrón guisado con carne; el estofado de pescado…”.
Su “Guavaberry”, para Navidades. “Salían por las calles cantando: Good morning, Good morning, give me my guavaberry. Era una frutilla manchosa. Pedro Justo Carrión lo industrializó”.
Los viajes al Este no solo fueron para investigar. Fundó Asociación de Tecnólogos Azucareros de la República Dominicana junto a Elizardo Dickson, Felipe Vicini, Eduardo Martínez Lima, Manuel D’Ovin Filpo, César García y otros. Coordinó el “único seminario sobre industria azucarera y mecanización de la zafra”.
Los actos del Ministerio de Relaciones Exteriores, en homenaje a los cocolos “tienen un gran valor simbólico, reconocen el aporte de una cultura. Es un grupo étnico muy homogéneo, en sentido global”.
Resultado de sus viajes a los ingenios, a veces con Guillermo Vallenilla, Juan Niemen, Rafael Kasse Acta, son “Macorís, la provincia cocola”. “Azúcar y braceros: historia de un problema”. “La emigración de braceros azucareros en la República Dominicana 1900-1930. “El ingenio Consuelo. Biografía de un pequeño gigante”. “Ingenios pioneros: La Esperanza”…
Nació en Santo Domingo el 26 de noviembre de 1947, hijo de Francisco Augusto del Castillo Rodríguez y Josefa Antonia Pichardo Sardá. Es sociólogo, historiador, economista, experto en relaciones internacionales, docente.
Escribe y conversa sobre boleros, artesanía, merengue, tabaco, democracia. Participó en la creación de asociaciones políticas y culturales juveniles y al mismo tiempo cantaba los domingos en la Catedral Primada.
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