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Existen relatos de numerosos acontecimientos, que después se transformaron en óperas, obras teatrales, etc. Alcanzando una dimensión global, como ocurrió con los cuentos infantiles, originados en narraciones e imaginación, al calor del fuego, en las extensas noches invernales, durante la Edad Media, en la antigua Europa.
Lo paradójico es crear una historia propia y que se convierta en leyenda. ¡Para mi sorpresa, eso me ha sucedido!
Un individuo escuchó, quizás de alguno de los guías sin formación académica, que trabajaron años atrás, un cuento que yo escribí para el suplemento literario más prestigioso, dirigido por doña María Ugarte, lamentablemente desaparecido. Cuál no sería mi asombro al encontrar en internet la historia, ya convertida en leyenda y adjudicada al tal señor, cuyo nombre no quiero mencionar. Naturalmente, deformada y con errores significativos.
Por un lado, me divierte porque perpetúa algo surgido de mi imaginación y lo convierte en leyenda, por otro me molesta la osadía del personaje, al apropiarse de algo que no le pertenece. Entiendo que esto se llama “Plagio”.
Ahora bien, como el mencionado señor desfiguró la historia, no sé, tendría que consultar con mis cinco hijos abogados. No deseo polémicas, solo aclarar los hechos.
Yo tuve el honor de que el presidente de la República me encomendara la museografía de la Casa de Tostado. Esto gracias a mis estudios en esa área, en Madrid, Londres y París.
Las casas y palacios, construidos en la época de Nicolás de Ovando, fueron habitados a lo largo de los siglos transcurridos, hasta que se implementó el programa de restauración, llevado a cabo a inicios de los años setenta, del siglo pasado.
Tuve a mi cargo la investigación, planificación, adquisición de piezas y finalmente la correcta colocación de cada elemento. Todo auténtico, sin copias de ningún tipo.
En el jardín se plantaron aquellas plantas que lucían en la época, no hubo detalle descuidado, música de aquellos tiempos, pajaritos en jaulas y una cotorra cerca de la cocina. Las guías eran estudiantes universitarias, debidamente preparadas. Solo faltaba una historia para culminar con un aire trágico y romántico aquel montaje museográfico. Esta historia la relataré en mi próximo artículo.
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