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Miami. “Ella miente”, sentenció la pastora Julie Contreras al referirse a Tricia McLaughlin, secretaria asistente de Asuntos Públicos del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), quien aseguró al Chicago Tribune que “las acusaciones de que el ICE tiene como objetivo a los niños son falsas y buscan demonizar el sistema de procuración de justicia de Estados Unidos”.
Contreras, pastora de la Iglesia Metodista Unida en Lake County, Illinois, y directora del programa proinmigrante Sueños Sin Fronteras, afirma, en entrevista con EL UNIVERSAL, que “tengo en mis manos algunas de esas cartas. Sé adónde llegaron. Sé a qué niños asustaron. No me vengan con que eso no pasó”.
Desde su templo en Waukegan, Contreras ha sido testigo de un fenómeno que, según sus palabras, está generando “terror en los corazones de los niños”. Ha identificado a por lo menos 12 menores de edad dentro de su organización que recibieron cartas oficiales del DHS, informándoles que su permiso para permanecer en Estados Unidos ha expirado y que deben abandonar el país. “La carta que han recibido les ha traído mucho miedo y temor”, explicó. “Es una carta muy específica, donde les dicen a los menores que su permiso ha terminado y que deben irse. Y que, si no lo hacen, los van a buscar y a sacar” de Estados Unidos.
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“Es hora de que salgas de Estados Unidos”, dice una de las cartas, en su primera línea.
“Actualmente te encuentras aquí porque el DHS te otorgó un permiso de entrada condicional a Estados Unidos por un período limitado. El DHS está ejerciendo su discreción para cancelar tu permiso de entrada condicional, o ya lo ha hecho”, añade.
La carta, que Contreras mostró a este diario y que tiene el nombre del menor al que está dirigida, amenaza con “enjuiciamiento penal, multas y sanciones civiles, y cualquier otra opción legal de que disponga el gobierno federal” si dicho menor no sale de Estados Unidos.
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La activista califica la redacción de la carta como brutal. “Nunca había leído un texto tan cruel del gobierno federal contra un niño o niña. Están causando terror. Son niños, no criminales. Siempre creímos que esta nación los protegería, pero vemos cómo los están atacando”.
Uno de los casos más impactantes que relató a EL UNIVERSAL fue el de Daneli Méndez, una adolescente de 16 años que decidió regresar voluntariamente a Veracruz tras recibir la carta. “Me tocó llevarla al aeropuerto. El dolor de ambas era muy grande, no parábamos de llorar. Ella no quiso arriesgar a su mamá, es muy inteligente y estudiosa. Su sueño es ser enfermera. Pero esta niña estaba huyendo del sistema que la había amenazado en lugar de protegerla”.
Contreras dice que ha tenido contacto con líderes comunitarios en otros estados de la Unión Americana que refieren incidentes similares, además de los 12 que ella tiene contabilizados en su comunidad. Y aunque asegura que “nuestra organización siempre ha respetado el trabajo de las agencias de seguridad y sus agentes”, subraya que “estos niños no representan ningún riesgo. Están estudiando, están superándose; son talento para el futuro del país”.
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Contreras también recibió en el templo del que es pastora a la niña mexicana Xally Morales y a su madre. Xally, de 13 años, también recibió una carta del DHS exigiéndole salir del país.
“Trump quiere que regrese a México, pero ¿cómo puedo hacerlo sola?”, dijo Xally al diario Chicago Tribune. “Tengo miedo de que el ICE [el Servicio de Inmigración y Aduanas] venga por mí”.
En el caso de Xally, ella salió de México donde vivía con un padrastro violento. Su madre la envió a Estados Unidos, para luego reunirse con ella. Ahora, ambas temen ser deportadas. Tras unos días refugiadas en el templo, volvieron a casa, porque ni las iglesias son seguras en la era de Donald Trump. En vez de estudiar y vivir la vida de una niña de su edad, Xally pasa los días sin salir de casa, por temor a ser detenida.
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Medios comunitarios y organismos internacionales se han hecho eco de la denuncia de Contreras, quien cuestiona el giro alarmante que ha dado la política migratoria en Estados Unidos. “Ya no es solo cazar adultos sin papeles y antecedentes criminales. Ahora es ir en contra de todo lo que parezca de origen latino; incluidos menores, incluidos también menores estadounidenses”.
La pastora denuncia que algunas madres han recibido ofertas de las autoridades migratorias para ser deportadas junto a sus hijos, estadounidenses, o dejarlos atrás. “Eso es un engaño. Eso también es ir contra menores, y en este caso, menores estadounidenses, porque obviamente nadie quiere separarse de su madre o de su padre”.
El DHS niega tajantemente que el ICE esté apuntando a menores de edad, y atribuye cualquier carta recibida a “errores administrativos o notificaciones estándar en procesos de revisión migratoria”.
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Pero abogados y defensores de derechos civiles han alertado sobre el impacto que estas cartas pueden tener en menores no acompañados, señalando que no se trata de simples notificaciones administrativas, sino de documentos intimidantes que generan miedo, desinformación y angustia.
Lucas Guttentag, abogado de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), advierte que “los adolescentes, especialmente aquellos que no dominan el inglés, no pueden ser responsables de entender las complejidades del sistema migratorio ni de asistir solos a audiencias migratorias”. Esa desconexión entre el lenguaje institucional y la realidad infantil, afirma, “puede derivar en violaciones sistemáticas de derechos humanos”. Esta preocupación es compartida por organizaciones legales que insisten en que la forma, tono y propósito de estas cartas deben ser revisados con urgencia, especialmente cuando se dirigen a quienes más vulnerabilidad enfrentan, niños sin representación ni guía legal.
El fenómeno ha sido descrito por especialistas como una forma de “auto-deportación inducida”, que hasta ahora se había documentado en comunidades adultas, pero que ya también está dirigida contra menores. “Estas cartas no son órdenes de deportación formales, pero lo parecen; lo peor, es que muchas veces los niños ni siquiera han tenido una audiencia ante un juez de inmigración”, sostiene Guttentag. La amenaza latente de ser “ubicados y removidos” si no se van por su cuenta produce una presión silenciosa, psicológicamente devastadora, que empuja a adolescentes a abandonar Estados Unidos sin entender sus derechos ni recibir asesoría legal adecuada.
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Para los expertos, este escenario configura un retroceso ético y jurídico en el trato a la niñez migrante, al convertir al propio Estado en generador de terror burocrático.
La pastora Contreras está decidida a llevar este caso hasta las últimas instancias. Ha solicitado reuniones con congresistas, está preparando un dossier jurídico con las copias de las cartas recibidas por los menores de su comunidad y ha iniciado campañas de denuncia en medios comunitarios y redes sociales. “Esto no se trata solo de papeles. Se trata de humanidad. De niños que llegaron aquí huyendo de la violencia o la pobreza y que ahora son perseguidos por el mismo gobierno que les prometió refugio”.
Organizaciones como ACLU, el Centro Nacional de Derecho para Inmigrantes y la Red Fronteriza por los Derechos Humanos están empezando a documentar casos similares en Texas, Arizona y Nueva York.
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Para Contreras, todo esto representa un punto de inflexión. “Estamos viendo que la política migratoria se está convirtiendo en una máquina de expulsión sin rostro. Una maquinaria que no distingue entre adultos, niños, sueños ni esperanzas”.
El relato de Daneli, aunque es uno por el momento, es la herida viva que ella no puede olvidar. “La vi llorar en el aeropuerto. Y la vi levantar la cabeza antes de abordar el avión. Me dijo: ‘Un día voy a regresar -a Estados Unidos-, siendo enfermera y como mexicana’. Esa niña es más fuerte que cualquiera de nosotros”.
La pastora ha lanzado una red de iglesias, abogados y voluntarios para identificar más casos y ofrecer apoyo legal y emocional a los menores que enfrenten una situación similar. “Nuestra organización tiene años apoyando a los menores que llegan solos a la frontera; tenemos un acuerdo con el ICE, ellos nos avisan y nosotros vamos por ellos para darles el apoyo humano y legal. Por eso nos conocemos muy bien el ICE y nosotros y saben que no esta bien lo que hacen”.
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Aseguró que “no vamos a permitir que esto se repita. No vamos a dejar que esto quede en el olvido. Si una sola carta fue enviada a un niño, eso ya es una traición a todo lo que este país dice defender”.
Y mientras el ICE guarda silencio, y el DHS repite que no hay nada que temer, Julie Contreras no se detiene. En su iglesia, cada domingo, ora por ellos. Pero también denuncia, documenta, alza la voz. Porque, como ella misma dijo
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