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MIAMI (EFE). — Un grupo de investigadores de la NASA y la Universidad de Oxford corroboró que Urano emite calor interno, refutando la idea de casi cuatro décadas de que el planeta carecía por completo de él.
Los descubrimientos, publicados en “Monthly Notices of the Royal Astronomical Society”, se fundamentan en modelos computacionales avanzados y datos obtenidos desde el sobrevuelo de la sonda Voyager 2 en 1986 hasta observaciones recientes del telescopio Hubble.
“Desde el sobrevuelo de Voyager 2 (en 1986), todos decían que Urano no posee calor interno”, recordó Amy Simon, científica planetaria del Centro Goddard de la NASA. La aparente falta de esa fuente energética siempre desconcertó a los astrónomos, ya que daba al gigante helado un comportamiento muy diferente al de los otros planetas exteriores.
El profesor Patrick Irwin, físico planetario de la Universidad de Oxford y autor principal del estudio, relató el cambio de enfoque: “Nos preguntamos: ‘¿De verdad podría ser que Urano no tuviera calor interno?'”.
Para responder, el equipo combinó décadas de mediciones e “hizo muchos cálculos para ver cuánta luz solar refleja Urano y nos dimos cuenta de que en realidad refleja más de lo que se había estimado”, explicó.
Esa mayor reflectividad obligó a ajustar el balance energético del planeta: cuánto recibe del Sol, cuánto refleja y cuánto libera como calor. El análisis concluye que Urano emite aproximadamente un 15% más energía de la que recibe.
“Todo depende de ese único punto de datos”, señaló Simon sobre la medición de 1986, “pero los nuevos datos cambian el enfoque”.
“Ahora tenemos que entender qué significa esa cantidad remanente de calor en Urano, además de obtener mejores mediciones del mismo”, añadió.
El hallazgo sugiere que el planeta conserva un núcleo más activo de lo que se creía, aunque menos potente que el de su vecino Neptuno. Entender la historia térmica de Urano ayudará a perfeccionar modelos de exoplanetas de tamaño similar, comunes en descubrimientos recientes.
El equipo estima que aclarar este “déficit de calor” ayudará a interpretar la evolución de mundos helados y a prever su impacto en la dinámica de sistemas solares distantes.
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