Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
El 9 de agosto de 1945, la ciudad japonesa de Nagasaki fue aniquilada por una bomba atómica estadounidense. Tres días después de Hiroshima, el infierno se desató de nuevo sobre Japón. Katsufumi Shiraishi, guía voluntario de la Fundación para la Promoción de la Paz, describe con exactitud la magnitud del desastre:
“En el epicentro de la explosión, la temperatura llegó a los 4.000 grados. Luego, un viento abrasador, que soplaba a más de 245 km/h, se extendió por toda la ciudad. Los supervivientes estaban tan sedientos que bebieron el agua de los arrozales, lo que les resultó fatal, ya que estaba contaminada por la lluvia radiactiva”, cuenta a nuestro enviado especial, Bruno Duval. “En un radio de un kilómetro, todas las casas de madera quedaron reducidas a polvo. Ni siquiera los edificios de hormigón resistieron, como esta escuela. Fue una carnicería. En una fracción de segundo, 1.400 de sus 1.500 alumnos y la mayoría de los profesores perecieron”.
Shigemitsu Tanaka tenía 4 años en agosto de 1945. Nunca olvidó las escenas de horror que presenció. “Los heridos no podían abrir los ojos porque el destello de la bomba los había dejado ciegos. Los cadáveres yacían dispersos por las calles, a veces tan carbonizados que no se podía distinguir si eran hombres o mujeres. Había tantos cadáveres que se amontonaban en carros tirados por bueyes. Un olor extraño impregnaba el aire de toda la ciudad. Era aterrador”, recuerda.
Las encuestas muestran que el 70% de los habitantes de las dos ciudades que sobrevivieron a los bombardeos atómicos temen que en el futuro se vuelva a utilizar el arma nuclear.
También puede leer: Hiroshima 80 años después: ¿Memoria silenciada o justicia pendiente?
Con una edad media de 85 años, los supervivientes son cada vez menos. Otra encuesta revela que el 80% de los japoneses desconoce las fechas exactas de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. Y en las escuelas, el recuerdo se desvanece.
En Hiroshima, cuando se le pregunta a un escolar qué representa su ciudad, responde: “Los Carps”, el equipo de béisbol local, uno de los más populares de Japón, según informa nuestro corresponsal en Tokio, Frédéric Charles. En escuelas secundarias, algunos profesores se niegan ahora a recibir a los supervivientes, especialmente a aquellos que se atreven a establecer un vínculo entre Hiroshima y la catástrofe de Fukushima, o que critican la reactivación de las centrales nucleares. Su relato, repetido mil veces, cansa a los alumnos.
Sin embargo, la ciudad intenta perpetuar la memoria de los “hibakusha” gracias a los “sucesores”, hombres y mujeres elegidos por los supervivientes del bombardeo para transmitir su testimonio. Tras tres años de formación, estos guardianes de la memoria aprenden a contar no solo los hechos, sino también el dolor, el miedo y la humanidad de quienes vivieron lo indecible.
Agregar Comentario