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OVIEDO, 12 Ago. (EUROPA PRESS) –
Un equipo investigador de la Universidad de Oviedo, perteneciente al Instituto de Investigación Sanitaria del Principado de Asturias (ISPA), encabeza un estudio internacional donde se explica cómo el músculo esquelético libera a la sangre pequeñas moléculas, llamadas microARN, que le permiten comunicarse con otros tejidos durante la práctica de ejercicio.
Este estudio pone de relieve la importancia del microARN miR-29a-3p como una molécula clave que mejora la adaptación del organismo al ejercicio de fuerza. La investigación abre el camino a nuevas formas de comprender cómo el entrenamiento físico, en particular el ejercicio de fuerza, afecta a la salud.
Según se indica en el estudio, al hacer ejercicio, ya sea corriendo o levantando pesas, nuestros músculos envían mensajes a todo el cuerpo que influyen, entre otras cosas, en el metabolismo celular, o sea, en la forma que tienen nuestras células de obtener y usar la energía. El grupo de investigación Intervenciones Traslacionales para la Salud, de la Universidad de Oviedo y adscrito al Instituto de Investigación Sanitaria del Principado de Asturias (ISPA), ha identificado que un grupo muy concreto de moléculas, los microARN, también actúan como mensajeros que son liberados por el músculo en respuesta al ejercicio.
Estas moléculas, cuyo descubrimiento fue galardonado con el Premio Nobel en Fisiología o Medicina en el año 2024, tienen la capacidad de regular la forma en que se expresan nuestros genes, tanto en las células en las que se produjeron, como en otras distantes, a las que llegan circulando a través de la sangre.
En esta investigación se ha descubierto que uno de estos microARN, el miR-29a-3p, es liberado por el músculo y es fundamental para el mantenimiento de la fuerza y en la adaptación al entrenamiento de esta cualidad física.
Para llegar a esta conclusión, se basaron en ratones que realizaron un mes de entrenamiento controlado y supervisado, ya fuera de resistencia (corriendo en una cinta) o de fuerza (subiendo por una escalera vertical, con pequeños pesos). De esta manera identificaron un grupo de once microARN cuyos niveles en sangre cambiaban con el ejercicio de fuerza.
En este estudio se demuestra que el motivo de esta menor capacidad física está relacionado con la diferente utilización de energía por los músculos y el hígado, dos tejidos en constante comunicación durante el ejercicio y muy importantes para el metabolismo.
“Esto confirma que el miR-29a-3p es fundamental para que la adaptación y mejora con el entrenamiento de fuerza, debido a su rol en el metabolismo energético, al menos en modelos animales y cultivos celulares, aunque tenemos que comprobar si es totalmente aplicable a humanos”, señala el doctor Fernández Sanjurjo, profesor del Departamento de Biología Funcional de la Universidad de Oviedo, y también primer firmante de este trabajo.
El estudio es fruto de una colaboración internacional entre la Universidad de Oviedo, que ha liderado este trabajo, el Instituto Karolinska (Suecia), la Universidad de Texas Southwestern (EE. UU.) y la Universidad de Barcelona.
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