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La destreza de Carolina Cepeda

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Pocas pinturas proyectan una paleta tan amplia, cálida, luminosa, y los cuadros vibran al compás de nuestras miradas.

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La maestría es común en el arte dominicano. Sin embargo, artistas destacados prefieren un trabajo serio y constante a sobresalir en palabras ajenas o propias.

Así sucede con Carolina Cepeda, que se distingue por una doble maestría, en la docencia como profesora y consejera, en su obra por la idiosincrasia de los temas pictóricos: ¡Ella trabaja con pasión y continuamente! Aunque tiene una extensa carrera y goza de reconocimiento(s), necesitaba ese ciclo de tres exposiciones, antológicas y retrospectivas, la primera en la Galería Nacional de Bellas Artes.

“Cinco décadas de puro color”, Carolina Cepeda ha querido dar a esta exposición un título que la compromete y nos orienta. Pocas pinturas proyectan una paleta tan amplia, cálida, luminosa, y los cuadros vibran al compás de nuestras miradas. La teoría y la práctica expresan aquí, una íntima convicción cromática que ha sabido atravesar más de medio siglo, conservando armonía y energía, delicadeza y pasión, construcción y difusión.

Es de señalar también que la expositora, su hija y la institución cultural Transitando prestaron su colaboración. Salvador Bergés es el autor de una museografía excelente, que valora en el montaje cada pieza de la exposición.

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El impresionismo, primer movimiento del arte moderno, quedará vigente siempre, por su intensa seducción abierta a todos -ayer y hoy-, por su celebración de la vida al aire libre. ¿No decían que pinceladas tomadas de la naturaleza eran más importantes que días de estudio y caballete? Además, los toques de luz animaban el tratamiento del tema, los colores “revoloteaban”, el negro desaparecía de la paleta.

Probablemente, la pintura de Carolina Cepeda sea, en el arte dominicano de hoy, la expresión más afín con el impresionismo, espontáneamente, y, sin tener que referirse a una corriente histórica. Ella lo dice: “sólo pinto mi tierra” y “he eliminado el negro de mis colores”.

Pocos han llevado, como ella, al lienzo u otro soporte, la naturaleza dominicana, el medio ambiente rural y silvestre, incluyendo riachuelos, el leve movimiento del agua, hasta su transparencia. Carolina Cepeda ha plasmado el entorno criollo, entre casitas, ríos, arboledas donde troncos imponentes parecen guardianes del paisaje. Aparte de una habilidad indiscutible, sentimos , algo emocional, el amor que tiene a su país.

Su exposición en Bellas Artes atrae y seduce: son vistas reales -creemos estar paseando en el campo- y visiones imaginarias -hay una poesía que hace rimar toques de luz y pinceladas-. No dejamos entonces de evocar la pintura china y la memoria visual que devolvía lo real aun embellecido y sus contornos más precisos.

Ahora bien, nos referimos a la soltura de las líneas y las pinceladas, en la técnica pictórica de Carolina Cepeda. Debemos mencionar su dominio de la espátula, que le permite “texturizar” la superficie y enfatizar ciertas áreas y detalles. No solamente admiramos su seguridad en el manejo de la cuchilla, -relieve y tamaño-, sino en la variación de los tonos, proceso que anima distintos elementos y partes del cuadro.

Es una artista figurativa. Si aquí disfrutamos su paisajismo y su riqueza de enfoques, aparte de los tamaños entre casi miniaturas y un casi mural , ella aplica su figuración al cuerpo humano y a la danza, que serán objetos de otra exposición-. Sin embargo, podría ser también una artista abstracta, si lo decidiera. Sus dos explosiones de colores son excelentes, puro expresionismo lírico, y la interpretación de su guardarropa, entre la construcción espacial y el acorde de tonalidades ha hecho la unanimidad en elogios.

Ahora bien, creemos que es una fantasía, magníficamente lograda, en un mundo de figuración y naturaleza, otra excepción es citadina, ¡La Duarte con París!. No hay duda de que Carolina Cepeda puede variar temas y estilos, pero esta constancia tan criolla es a menudo lo que hace falta en el arte dominicano y su proyección al exterior. Internacionalmente quisieran percibir un sello bien dominicano, no solamente una expresión plástica de calidad y concepto universal.

Las últimas exposiciones individuales presentadas en la Galería Nacional de Bellas Artes, anteriormente la de Brenda Pérez, ahora esta de Carolina Cepeda, han demostrado que el la naturaleza dominicana no solo sigue siendo fuente de inspiración sino que culmina en conjuntos pictóricos, maduros, sensibles y de alta calidad. Ojalá se piense en una exposición global y plurigeneracional de paisaje. Recordamos que nuestro inolvidable Danilo de los Santos la había concebido como un proyecto necesario, entre calidad, pluralidad e identidad.

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