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Miami. — Por décadas, Nueva York fue el espejo dorado donde Donald Trump se veía a sí mismo: una torre con su nombre, una corte mediática aduladora, una ciudad-escenario desde la que lanzaría su cruzada nacional contra el multiculturalismo, la migración y la protesta social. Pero ahora, en un giro histórico tan brusco como simbólico, en esa urbe, el Partido Demócrata ha propuesto como candidato a alcalde a un hombre que encarna todo lo que el trumpismo detesta.
Zohran Kwame Mamdani, nacido en Uganda, ciudadano estadounidense por naturalización desde 2018, hijo de inmigrantes, musulmán, rapero, socialista y progresista sin ambages, es el nuevo rostro de rotundo éxito político de la capital cultural de EU. Su victoria entre los demócratas, que suman más de 65% de la intención de voto de la ciudad, no es menor; es un mensaje que resuena con fuerza más allá del Hudson, una advertencia al trumpismo, una interpelación al Partido Demócrata y una promesa de que otra Nueva York y, quizás otro país, son posibles.
Lo que hace de Mamdani una figura tan disruptiva no es sólo su identidad, sino el tipo de proyecto que plantea y la forma en que lo ha llevado a la práctica. Desde sus años como asambleísta estatal por el distrito 36 de Queens, ha rechazado los acuerdos de conveniencia con las élites demócratas neoyorquinas y ha construido una base real, territorial, multilingüe, joven y movilizada. “En vez de recibir fondos de promotores o cabilderos, armó una red de pequeños donantes y voluntarios que tocaron más de un millón de puertas”, comenta Artur González, mexicano-estadounidense que participó como voluntario, a EL UNIVERSAL.
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“Ahora en esta campaña a la alcaldía no se parece a nada que la ciudad hubiera visto antes; desde sus vídeos que se hacen virales [en Tik- Tok y reels en Instagram] hasta lo que él [Mamdani] llama su alter ego musical, Mister Cardamom”, señala González. Así es como Mamdani convirtió la política municipal en una insurrección cultural.
Mamdani nació en Kampala, Uganda, en 1991. Su padre es el académico Mahmood Mamdani, una de las voces más lúcidas del pensamiento anticolonial africano. Su madre es la cineasta Mira Nair, quien construyó imágenes de mujeres hindúes y africanas mucho antes de que Netflix lo volviera moda. A los siete años, Zohran llegó a EU, se crió en Nueva York, estudió en la Bronx High School of Science y se graduó en Bowdoin College, pero el dato legal que persigue cada frase suya es que se convirtió en ciudadano estadounidense recién en 2018.
Esa circunstancia, para sus detractores, lo inhabilita moralmente. Para sus seguidores, lo convierte en una encarnación política de todo lo que este país ha querido y no ha sabido ser. Porque Mamdani, más allá de su biografía, representa un cambio no sólo generacional, sino de civilidad. Pretende ser un alcalde que no promete gestión, sino transformación; justicia, en vez de consenso; ruptura, en vez de continuidad.
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Muchos querrían que algún día llegara a la Casa Blanca, pero no puede aspirar a ser presidente de Estados Unidos. Según la Constitución (Artículo II, Sección 1), sólo pueden ser presidentes quienes hayan nacido en territorio estadounidense o en una base militar reconocida. Pero nada podrá impedir que gane las elecciones a la alcaldía de Nueva York y que, eventualmente, se postule a la gubernatura de Nueva York.
Desde la Asamblea estatal por Queens, donde comenzó su carrera política, se hizo visible no tanto por su eficacia legislativa como por su discurso claro, radical y sin adornos. “No habla como político, habla como organizador”, coinciden sus seguidores. Rechazó desde el inicio el lenguaje templado que ofrece suavizar la violencia con metáforas. “Cuando otros políticos prometían equilibrar la seguridad y los derechos civiles, él decía sin rodeos que lo importante es desfinanciar a la policía y reinvertir en vivienda, salud mental y educación pública”, comenta González.
Así construyó una base que no dependía de medios ni de partidos, sino de una red de jóvenes, migrantes, artistas, madres solteras, inquilinos, trabajadores precarizados, ciudadanos y no ciudadanos. Cuando anunció su candidatura a la alcaldía de Nueva York, en octubre de 2024, muchos lo tomaron como un acto simbólico. Cuando ganó las primarias demócratas en junio de 2025, con 56% de los votos frente a Andrew Cuomo con 44%, quedó claro que el símbolo se había vuelto poder.
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Para muchos observadores a favor y en contra, la campaña interna con los demócratas fue una pieza de arte político. Sin agencias de marketing tradicionales, sin acuerdos con donantes inmobiliarios, sin consultores de Harvard. Utilizó TikTok no para mostrar bailes, sino para cincelar en el pensamiento de los más necesitados: “Tu renta no sube por magia, sube porque alguien gana cuando tú pierdes”. Aparecía en escaleras del Metro, en calles sin árboles, en azoteas, en licorerías cerradas, en mercados de Queens. Su alter ego rapero, Mr. Cardamom, fue una gran herramienta. En plena campaña relanzó un viejo tema creado por él, PartyWithPurpose, grabado en supermercados del Bronx, con bailarines urbanos y letras que dicen: “este alcalde no quiere escolta, quiere pan barato y sombra en la banqueta”. Las canciones se volvieron virales. Los stickers, memes y diseños se multiplicaron. Hubo servidores de Discord por condado, canales de Telegram por barrio, comandos de reels. Cada brigada digital tenía su consigna semanal, mostrar cuánto pagas de renta, cuánto tiempo pasas en transporte, qué comes con tu salario mínimo. Y todo eso no se quedó en likes: construyó organización que tocó más de un millón de puertas en todo Nueva York. Ningún otro candidato se acercó siquiera a ese éxito.
“Además del entusiasmo de sus seguidores, también se trató de un programa con propuestas que desafiaban directamente el modelo neoliberal de la ciudad”, subraya González. Supermercados públicos en cada distrito, transporte gratuito, cuidado infantil universal, un salario mínimo de 30 dólares por hora para 2030, moratoria permanente al aumento de rentas en unidades reguladas, ampliación del control de rentas a nuevos edificios, conversión de edificios abandonados en vivienda pública, ciudad santuario absoluta, blindaje total contra ICE, defensa legal para migrantes sin importar estatus, eliminación del presupuesto para vigilancia policial en escuelas, reasignación de más de 3 mil millones de dólares del Departamento de Policía de Nueva York (NYPD) para salud mental, programas barriales, empleo juvenil. Ningún punto fue moderado y ninguno fue retirado.
Cuando le cuestionaron si sus propuestas eran viables, respondió: “¿más viable es seguir abandonando a medio Nueva York para que una minoría viva con aire acondicionado?”. En otro mitin dijo que “no estoy aquí para parecer razonable. Estoy aquí para que la ciudad funcione para todos, no para los dueños de siempre”. Y entonces, comenzó el ataque.
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El medio The New York Times publicó su editorial: Mamdani, demasiado lejos. El New York Post lo calificó de “socialista ugandés con aspiraciones chavistas”. Fox News fue más crudo: El alcalde pro-Hamas que quiere abolir a la policía. El excomisionado de policía Raymond Kelly dijo que su llegada era “el comienzo de la Caracas del Norte”. Donald Trump, desde un mitin en Ohio, fue aún más directo: “Ese tipo, Mamdani… ni siquiera tendría que estar aquí. ¡Y ahora quiere mandar en nuestra ciudad!”. Días después, el Departamento de Justicia, en manos de un fiscal general afín a Trump, anunció la revisión administrativa de su naturalización, alegando posibles vínculos ideológicos contrarios a la seguridad nacional.
El apoyo de Mamdani a Palestina, sus críticas a la policía de Nueva York, su propuesta de supermercados públicos o transporte gratuito son vulnerables a campañas de demonización a nivel nacional. Los republicanos ya lo han acusado de “simpatizante del terrorismo”.
Mamdani respondió en un foro comunitario en Harlem: “No soy extranjero, soy vecino. No soy una amenaza, soy lo que pasa cuando la ciudad deja de tenerle miedo a su propia gente. Me quieren quitar la ciudadanía porque no pudieron ganarme con votos”. A su alrededor, las reacciones se dividían. En Jackson Heights, Isabel Moreno, trabajadora de limpieza mexicana, dijo entre lágrimas a EL UNIVERSAL que “es la primera vez que siento que alguien como yo puede gobernar. Si lo tocan, nos tocan a todos”. En el Bronx, Matías Rivera, salvadoreño, también se expresó y dijo que “cuando vino a nuestra escuela, no trajo cámaras; trajo tiempo. Escuchó a los que nunca son escuchados”.
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También hubo dudas: en Sunset Park, Jorge Ayala, ecuatoriano y padre de familia, expresó su preocupación. “Él quiere hacer todo gratis; pero a mí no me alcanza ya con lo que gano. ¿Quién va a pagar eso?”.
Agregó que “yo no necesito discursos, necesito que arreglen las calles y que no suban los impuestos”. En Queens, una mujer cubana aseguró: “No quiero vivir en otro país como el que dejé. El socialismo se ve bonito hasta que no hay pan”.
El ala progresista de los demócratas lo apoya, incluyendo el senador Bernie Sanders y la legisladora Alexandria Ocasio-Cortez. El sector moderado tiene sus dudas y hay quien
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