Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.
Con frecuencia pensamos que lo que vemos es tan solo la impresión de las cosas en nuestro cerebro o, en un sentido más general y abstracto, en nuestra mente, y esto se debe, posiblemente, al desconocimiento que tenemos de lo compleja que es la acción de ver en los seres humanos.
Ver no implica, necesariamente, algo visto. Podemos ver incluso en ausencia del objeto. El acto de ver es un fenómeno complejo en el que intervienen al menos dos procesos importantes: a) el de la información sensorial captada; b) las expectativas preexistentes “en nuestra mente” sobre el objeto o aquello por ver.
Por lo tanto, podemos ver, aún en ausencia del objeto. Esta realidad tiene múltiples manifestaciones y explicaciones, desde el reconocimiento de la permanencia del objeto, aunque no se vea; o la agnosia visual, cuando la persona no puede reconocer el objeto a través de la vista, incluso si su visión no está dañada, entre otras.
Dentro de este último caso, puede ocurrir que el reconocimiento de caras u objetos comunes se vea afectado, situación conocida como prosopagnosia (ceguera facial) o la dificultad de reconocer rostros familiares, incluso el propio. Su origen puede ser congénito, pero también provocado por un accidente cerebral.
Oliver Sacks escribió un libro cuyo título hace alusión a uno de sus pacientes, solo por el doctor P., “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”. No me imagino levantarme por la mañana, verme en el espejo y preguntarme, ¿y ése quién es? Espero que, a ti, quien me lees, esto no te haya ocurrido.
El cerebro no es un simple órgano complejo que recibe pasivamente información que almacena y luego utiliza, ni tampoco un controlador y regulador de funciones vitales, sino que, a través de las funciones cognitivas, interpreta activamente lo que sucede en el entorno, generando expectativas de qué experimentar y qué hacer.
Como es de comprender, este proceso cerebral de anticipación funciona con características y consecuencias distintas para una persona “considerada normal”, como para aquella que tiene alguna patología en su personalidad y que altera los procesos de predicción y adaptación frente a la información sensorial.
Oliver Sacks en otro de sus libros titulado precisamente “Alucinaciones”, señala que “muchas culturas consideran que las alucinaciones, al igual que los sueños, son un estado de conciencia especial y privilegiado: un estado que se persigue a través de las prácticas espirituales, la meditación, las drogas o la soledad”.
Sacks plantea que este fenómeno tan inmenso y fascinante, en el caso de las personas con esquizofrenia, sus alucinaciones “no se pueden disociar de la vida interior, a menudo profundamente alterada, ni de las circunstancias vitales de quienes padecen esta enfermedad”.
Se sabe, incluso, que la privación de la luz y la soledad pueden estimular lo que algunos llaman “el ojo interior”, produciendo sueños, imaginaciones vívidas o alucinaciones. Es un fenómeno muy común en personas confinadas en celdas sin luz, sea o no de forma voluntaria: presos, monjes o yoguis (practicantes de yoga).
En el caso de una persona diagnosticada con esquizofrenia, sus alucinaciones son reales para ella, y pueden ser muy perturbadoras, incluso, aunque carezcan de dichas características e incluso de sentido para quienes la rodean. Al final de cuentas, es ella quien las experimenta y quien se ve obligada a actuar en consecuencia.
Debido a la complejidad del tema y ante los casos que se ventilan en la justicia que involucran a personas con este trastorno, las autoridades de salud pública tienen la obligación de “mirar más allá”, sobre todo si la prevalencia de dicho trastorno en la población es tan relevante como han planteado algunos especialistas.
Definitivamente, la política de salud mental debería ser un tema de importancia, no solo en lo que respecta a la atención y seguimiento de quienes puedan tener un trastorno, sino también para toda la población, desarrollando programas que fomenten el bienestar psicológico y la salud integral.
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