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WASHINGTON — Elon Musk acumula un historial de prometer pronto avances tecnológicos, pero que batallan por más tiempo del esperado o incluso nunca se concretan. Entre esas promesas están los vehículos autónomos y los túneles bajo Los Ángeles para aliviar los atascos. Actualmente, ciertos funcionarios del gobierno de EE. UU. temen que sus promesas de llevar astronautas a la Luna padezcan demoras parecidas. Por eso, uno de los mayores contratos que Musk ha conseguido en EE. UU. está bajo un escrutinio riguroso: un pacto multimillonario con la NASA para la misión tripulada lunar, la primera en más de medio siglo. El programa que invitaba a compañías privadas a crear un módulo de alunizaje se presentó con gran pompa y ruido durante la primera administración del presidente Donald J. Trump, con la meta de culminar la misión para el año pasado. Otros componentes de la misión están casi terminados, tras sus retrasos y sobrecostes propios, y se espera un vuelo completo alrededor de la Luna con astronautas el año que viene. No obstante, el proyecto del módulo de alunizaje lunar de SpaceX está tan atrasado que crece la incertidumbre de que EE. UU. supere a China, la cual ya cuenta con su propio plan y una fecha de alunizaje prevista para 2030, para volver a la Luna.
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