Salud

Niños vulnerables y padres desamparados: el precio de descuidar la salud mental

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El 20 por ciento de la población dominicana padece algún trastorno mental, según los especialistas.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

El 20 por ciento de la población dominicana padece algún trastorno mental, según los especialistas. Carencias. En el país solo hay 10 centros destinados a atender esta área de la salud.

SANTO DOMINGO.-En los últimos años, la sociedad dominicana ha sido testigo de hechos desgarradores donde madres o padres, afectados por trastornos de salud mental, han protagonizado actos extremos contra sus hijos.

Aunque estos casos conmueven, pocas veces se profundiza en sus causas: abandono emocional, traumas acumulados y un sistema de salud mental que no logra intervenir a tiempo.

“Cuando tienes una persona ignorante, emocionalmente inestable, con carencias, aislada, sin red de apoyo y con un niño vulnerable a su cargo… ahí hay un coctel explosivo”, advierte el psicólogo Luis Vergés.

Falta de inversión

Según el estudio “Impacto de la salud mental en el Sistema de Salud Dominicano”, República Dominicana figura entre los diez países con mayor carga de trastornos mentales en la región. Se estima que un 20 % de la población padece alguna condición, como depresión (en la que predomina la ideación suicida), ansiedad, trastorno bipolar o esquizofrenia.

No obstante, el país asigna menos del 1 % del presupuesto de salud a esta área, lejos del 5-10 % recomendado por la Organización Mundial de la Salud.

Vergés afirma que no se trata de una crisis de locura, sino de cuidado.

Cuando el cuidador de un niño padece una depresión profunda o un trastorno límite de la personalidad, el riesgo de daño se incrementa.

Si se suma ignorancia, falta de educación, un estilo de crianza autoritario y consumo de sustancias, el peligro es aún mayor.

El psicoterapeuta familiar Julio Sánchez, con experiencia en acompañar familias tras tragedias, explica que el trauma se acumula con el tiempo. “Una madre no llega a un acto tan extremo de un día para otro. Son capas de violencia, desesperanza y falta de herramientas emocionales”, señala.

Señales de alerta

Uno de los signos más claros es el aislamiento extremo.

Para Sánchez, cuando no hay quien escuche ni sostenga, la paternidad o incluso la vida se vuelve una carga. Vergés también advierte sobre el síndrome de la emocionalidad expresada, donde una madre percibe a su hijo como causa de su malestar, lo maltrata y al mismo tiempo lo sobreprotege.

Esto crea una ilusión de seguridad que refuerza un vínculo traumático, haciendo más difícil cualquier intento de intervención externa.

Las secuelas no terminan con el acto violento. Los hijos sobrevivientes entran en un ciclo de trauma que suele repetirse. Sánchez afirma que estos no son casos aislados, sino patrones que se repiten: violencia ignorada, señales visibles, pero no atendidas, y vecinos que prefieren callar.

“La tragedia nunca ocurre en soledad”, dice.

¿Castigar o prevenir?

Cuando un padre o madre mata a su hijo, la ley aplica el homicidio agravado, con penas de hasta 30 años, o hasta 40 con el nuevo Código Penal, y multas elevadas.

Pero si se demuestra una enfermedad mental severa, puede declararse la inimputabilidad, lo que implica internamiento en un centro psiquiátrico en lugar de prisión.

El abogado Eduard Moya señala que estos centros no existen o no están preparados. “No hay protocolos en destacamentos ni en fiscalías para manejar personas con trastornos mentales. No hay a dónde llevarlos. Es una falla estructural del sistema”.

Carlos Felipe, también abogado, coincide: “Si una madre ve que su pareja pierde el control, ¿a dónde acude? No hay opciones. Eso es gravísimo”. Ambos juristas proponen un enfoque preventivo.

“Estamos atrapados en una puerta giratoria: personas que entran a prisión, salen peor y vuelven. No hay tratamiento ni acompañamiento. En salud mental, eso es repetir el daño”, afirma Moya.

Acción oportuna

Felipe resume: “Queremos una sociedad moderna, pero actuamos desde un positivismo jurídico anticuado. Para proteger a los niños, también es necesario cuidar a quienes están al borde del colapso”.

Estos no son hechos aislados. Son resultado de un sistema que falla en proteger a los más vulnerables.

Sin políticas claras, centros especializados ni protocolos de prevención, seguirán sumándose víctimas. Cuando un adulto con una enfermedad mental grave no recibe atención oportuna, también se pone en riesgo la vida de los niños a su cargo.

La justicia no puede seguir llegando solo cuando ya es demasiado tarde. Prevenir es una forma de cuidar. Y cuidar, en una sociedad justa, debería ser el primer deber del Estado.

Tasa de suicidios por cada 100 mil habitantes

Suicidios. El “Boletín demográfico y social sobre suicidios” indica que entre 2019 y 2023 la tasa de suicidios osciló entre 6.60 y 7.13 por cada 100,000 personas mayores de seis años, con un aumento en 2023. Además, los datos muestran que el 59.5 % de suicidios están relacionados con depresión u otros temas de salud mental.

Un 14.7 % se asocia a conflictos familiares, violencia intrafamiliar y de género. Un alarmante 19.3 % de los casos no presenta causa conocida. Es decir, urge una respuesta integral. Empatía, escucha y acompañamiento comunitario pueden prevenir tragedias.

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