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Alfonso González: “Si no hay política energética, la normativa deviene nave sin derrotero”

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El Summit de Energía Renovable (SER) regresa con un objetivo diáfano: demostrar que el futuro energético reposa en la innovación, el autoconsumo y la sostenibilidad urbana.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

El Summit de Energía Renovable (SER) regresa con un objetivo diáfano: demostrar que el futuro energético reposa en la innovación, el autoconsumo y la sostenibilidad urbana. Este año, el encuentro aspira a generar conciencia – en líderes gubernamentales, empresarios y la ciudadanía – acerca de un desafío ineludible: progresar sin aumentar la huella de carbono, en un mundo que clama por fuentes de energía limpias.

El desafío, según Alfonso González, presidente de la Asociación de Generadores de Energía Renovable (AGER), es más estratégico que técnico: se trata de cimentar una política energética que trace el rumbo, prevenga el estancamiento y garantice el desarrollo sostenible del país. La cita está programada para febrero de 2026, y contará con la presencia de destacados ponentes internacionales que abordarán temas como ciudades inteligentes y nuevas tecnologías, complementados por expertos y autoridades locales.

**¿Cuál es el propósito central del Summit de Energía Renovable (SER)?**

El ADN del SER es fomentar la sensibilización sobre la relevancia de la energía renovable entre autoridades, actores de la industria eléctrica, empresarios y la sociedad en general. Este año, existe un enfoque particular: concentrarse en las nuevas dinámicas y tendencias de consumo.

Los grandes inversores globales, especialmente en áreas tecnológicas, que gestionan centros de datos y plantas de procesamiento de información, están consumiendo actualmente tres o incluso cuatro veces más energía que en el pasado. Un simple servidor de Inteligencia Artificial (IA) puede demandar el triple de la energía que un procesador tradicional. Este incremento en las necesidades de consumo amplifica la demanda, pero con una condición esencial: ninguno de estos actores principales desea aumentar su huella de carbono.

Por ende, la energía renovable se consolida como una exigencia ineludible. Guatemala posee enormes ventajas competitivas para la instalación de nueva capacidad de generación renovable. Nuestro objetivo es compartir esta realidad con el público, los asistentes al evento y los medios, para que todos puedan comprender la dirección que está tomando el mundo. Este año, nos centraremos en el autoconsumo a gran escala, el almacenamiento energético y las necesidades específicas de las ciudades.

Una metrópoli como Ciudad de Guatemala tiene un consumo masivo, impulsado por mejoras en el alumbrado público, el tratamiento de aguas y la gestión de residuos. Todo esto busca una ciudad más resiliente y sostenible; sin embargo, debemos preguntarnos: ¿Estamos evaluando qué fuente de energía estamos utilizando para conseguir estos objetivos? Este es el marco conceptual general del SER.

**¿Cuál fue la trayectoria histórica de la generación renovable en Guatemala?**

Durante los años 80 y hasta finales de los 2000, Guatemala disfrutaba de una matriz energética con una alta proporción renovable, sustentada primordialmente por las centrales hidroeléctricas del INDE y del Estado. Con la reforma de la legislación, el sector se volvió atractivo para la inversión privada, pero también se disparó la necesidad de electricidad. Esto facilitó la entrada de mucha generación térmica, y hacia el periodo 2008-2010 la matriz era predominantemente de origen fósil.

Esta dependencia generó una gran inestabilidad en los costos, ya que estábamos sujetos a los vaivenes de los combustibles importados. Posteriormente, se iniciaron los primeros procesos de licitación pública y abierta. Entre 2014 y 2016 se incorporaron numerosas centrales renovables, principalmente hidroeléctricas de tamaño mediano y pequeño, lo que provocó una inversión de la matriz, volviendo a alcanzar niveles del 60 y 70 % de participación renovable.

El impacto fue doble: no solo benefició al medio ambiente, sino que también mejoró las tarifas. Cuando estas plantas entraron en operación, la tarifa eléctrica disminuyó y se mantuvo estable con el tiempo. Incluso ante el conflicto entre Ucrania y Rusia, que disparó los precios energéticos en Europa, Guatemala mostró una buena resistencia gracias a su robusta capacidad renovable instalada, que sirvió de amortiguador frente a la volatilidad internacional.

**¿Qué papel tuvieron los cortes de energía de los 90 en esta trayectoria energética?**

Los apagones fueron el resultado directo de una demanda eléctrica en constante crecimiento que no se acompañó de nueva inversión.

**¿Existe el riesgo de que esa situación reaparezca hoy?**

Actualmente, no prevemos un racionamiento inminente, pero sí experimentamos situaciones de tensión energética, especialmente cuando finaliza la zafra azucarera y los ingenios cesan la generación con bagazo de caña. Si el periodo de lluvias se retrasa, entramos en una fase crítica porque no hay suficiente capacidad instalada para satisfacer la creciente demanda.

Si una planta térmica de gran envergadura fallara, podríamos vernos obligados a recurrir al racionamiento. En los últimos años, hemos estado “al límite” debido a los retrasos en las precipitaciones. La demanda ya iguala y a veces supera nuestra capacidad interna, obligándonos a importar energía de países vecinos como México o El Salvador, después de haber sido tradicionalmente exportadores.

El problema se ha exacerbado debido a la demora en los procesos de licitación. Mientras la demanda sigue creciendo —a un ritmo que duplica el crecimiento del PIB—, la instalación de nueva capacidad se ha visto frenada. Sin embargo, el hecho de que el consumo aumente también es un indicador positivo: más hogares están conectados y utilizan electricidad, lo cual está intrínsecamente ligado al desarrollo.

**¿Cómo se medirá el éxito del Summit para asegurar que sus resultados trasciendan las meras ponencias?**

Depende en gran medida de la respuesta del Estado y las autoridades. Buscamos que el mensaje global sobre los imperativos energéticos resuene en las instituciones y se materialice en una política energética bien definida, que oriente el camino correcto para el país. La ley es crucial, sin duda, pero sin una política energética sólida, es como un navío sin brújula. Esa política es la que marca el sendero para que la legislación pueda avanzar.

**¿Cuándo se realizará el Summit y quiénes serán los oradores?**

La fecha es el 5 de febrero. Los ponentes serán una sorpresa, pero confiamos en que el público quedará muy complacido con nuestros invitados. Sería imprudente confirmarlos todavía, aunque puedo adelantar que viene “alguien realmente destacado”, como se suele decir.

**¿Existe interés en invertir en el sector energético?**

Absolutamente. Es un sector que ha gozado de mucho éxito, no solo en términos económicos, sino en estabilidad y seguridad jurídica. En cualquier negocio se requiere demanda, un marco regulatorio, acceso a la materia prima y liquidez. El sector eléctrico reúne todos estos elementos.

Hay una demanda en aumento, recursos naturales disponibles para su desarrollo, un marco legal que fomenta la participación de empresas de cualquier dimensión y un sistema de pago eficiente. En Guatemala, la mayoría de las centrales tienen menos de 5 megavatios, lo que demuestra que el modelo es altamente inclusivo.

Además, las transacciones en el mercado se liquidan puntualmente, lo que genera confianza en el sector financiero. Los bancos tienen fe en la industria eléctrica porque el entorno es robusto y predecible.

**¿Cuáles son los principales impedimentos para el desarrollo del sector?**

La infraestructura de transmisión, sin lugar a dudas. De la misma forma que sucede con las carreteras, las líneas de transmisión están saturadas. A mayor congestión, mayores son las pérdidas eléctricas, lo que complica la conexión de nuevos proyectos y limita la cobertura a nivel nacional.

Aún queda cerca de un millón de guatemaltecos sin acceso a energía eléctrica, o quizás más. Sin mejoras sustanciales en la transmisión, la electrificación rural tampoco podrá progresar al ritmo necesario.

Otro obstáculo es de carácter institucional. Las autoridades tienen que dejar de ser una traba y transformarse en facilitadores del desarrollo, porque no puede haber progreso sin acceso a la electricidad.

Cuando menciono a las autoridades, no me refiero únicamente al Gobierno central. Recientemente, el Ministerio de Ambiente (MARN) ha sido un gran colaborador, agilizando las licencias ambientales para nuevos parques solares.

El Ministerio de Energía y Minas (MEM) maneja un presupuesto limitado, pero si se le asignaran más fondos, podría acelerar los trámites. Por otro lado, hay municipalidades que actualmente se oponen a conceder licencias para proyectos eléctricos, lo cual paraliza el desarrollo local.

Los proyectos de energías renovables suelen ir acompañados de programas de responsabilidad social empresarial que benefician directamente a las comunidades. No todos los alcaldes se oponen, pero algunos deberían adoptar una postura mucho más proactiva y facilitadora.

El optimismo siempre perdura. Hay un gran anhelo, deseo y compromiso con el éxito de los procesos de licitación, como el PEG-5. Hay mucho entusiasmo y determinación. Si analizamos la situación general, el entorno sigue siendo propicio y muy optimista para el desarrollo.

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